Vamos a ser sinceros: no todo lo que los aspirantes a la alcaldía o el concejo están prometiendo lo van a cumplir. Ellos lo saben, pero, como entienden que a la gente hay que decirle lo que quiere oír, no tienen reparo en prometer lo que a todas luces es imposible ejecutar. Yo no entiendo por qué la gente no lo tiene claro si es tan evidente.
Llevar a cabo muchas de las promesas que se hacen a veces ni siquiera depende del alcalde de turno, sino del Gobierno.
Más aún: de las circunstancias del país y de la economía global. El empleo, por ejemplo, es una de ellas.
En este ambiente es donde suele pelechar el populismo. Los populistas son, por definición, fanáticos del caos y de las promesas grandilocuentes. No se sonrojan a la hora de exhibirlas. Acostumbran pintar escenarios catastróficos para aparecer luego como los salvadores, y una vez llegan al poder y dejan de cumplir, culpan a otros.
Volviendo al tema, es muy importante que los electores sepan que ya no estamos en los tiempos en que nos llevaban con anzuelo a las urnas. Hoy hay múltiples formas de chequear lo que dicen los aspirantes y depurar sus discursos para saber qué es o que pretenden. Reconozco que a muchos de ellos les asiste la genuina intención de mejorar cosas y comprometerse hasta el cuello con hacerlas realidad. Y entiendo que lo hacen para quedar bien con la gente, para ganarse un voto, pero hay asuntos que los superan. Veamos.
No es cierto que exista alguien capaz de acabar con los trancones de Bogotá. Eso es carreta. A lo sumo podrán sacar adelante otra troncal y rogar para que al final de su gobierno tengamos el primer tramo del metro. Eso ya sería mucha gracia. Pero las calles no se van a descongestionar ahora ni en el próximo lustro, menos si seguimos teniendo autoridades poniéndoles cortapisas a las soluciones que se intentan. Vamos a llegar a la escalofriante cifra de 600.000 motos, cada año se venden 60.000 carros nuevos en promedio y fenómenos como Uber, y otras aplicaciones informales lo único que han hecho es empeorar las cosas. ¿Cuál solución? Un charco, un choque leve, un semáforo dañado, el bloqueo de una troncal bastan para paralizar la ciudad.
No es cierto que se acabará con la informalidad. Hay 60.000 personas caracterizadas por el Ipes, pero pueden ser mucho más. Para el Dane, 4 de cada 10 personas en Bogotá trabajan en la informalidad. Agréguenle a eso el fenómeno migratorio, que agrava el problema, y la poca generación de empleo que golpea el país. Puentes, aceras, buses están invadidos. Yo quiero ver cómo es que los candidatos van a mejorar semejante caos. Ojalá se pudieran al menos organizar, es todo lo que se pide.
No es cierto que los candidatos vayan a acabar con los colados. Primero, porque solucionar el problema requiere cambios en la estructura de las estaciones, y eso vale la plata, y algunos de ellos no quieren apostarle más a TransMilenio. Segundo, porque se trata de un fenómeno que depende más del nivel cultural de la persona y está visto que en eso vamos perdiendo el año, y, tercero, porque si Peñalosa, que se inventó TM, no pudo acabar con este fenómeno, dudo que otro pueda hacerlo. Mientras no volvamos a ser dolientes del sistema, mientras no lo defendamos y siga siendo el trompo de poner de todos nuestros males, lo que nos prometan será en vano. Veremos.
No es cierto que toda la flota de transporte público vaya a ser eléctrica. Eso suena bonito, queda uno divinamente, pero es más complejo de lo que parece. Primero hay que arreglar el embrollo heredado del SITP y garantizarle a la gente un servicio digno; luego, sacar el transporte de carga de Bogotá y sancionar drásticamente a los carros chimenea. Y, por último, hacerles la guerra a las industrias contaminantes. Solo con eso habremos avanzado en mejorar la calidad del aire. Seguramente sí tendremos buses eléctricos, pero toda la flota, imposible.
No es cierto que las condiciones laborales de los jóvenes vayan a mejorar. Este es un anhelo de miles de padres y de miles de jóvenes. Y el alcalde podrá poner su mejor empeño, pero si el sector educativo no hace su parte, como sugiere el último estudio ‘QS Graduate Employability Rankings (QSGER)’, de ampliar alianzas con los empleadores, si no se estimula el emprendimiento y, por el contrario, se dejan en la incertidumbre proyectos que podrían generar miles de puestos de trabajo para ese sector, como la troncal de la carrera 7.ª, pues apague y vámonos.
No es cierto que vayamos a hacer una ciudad mejor para los viejos. Son los más abandonados, y al ritmo que venimos envejeciendo en la ciudad, el asunto ya nos tomó ventaja para la infraestructura que se necesita.
Me perdonan si luzco demasiado pesimista, pero a la gente hay que hablarle claro. Nunca había estado más deseoso de equivocarme, ojalá así suceda. Hablaremos dentro de cuatro años.
¿Es mi impresión o... encontrar proponentes para el metro fue la parte fácil de todo lo que nos espera?
ERNESTO CORTÉS FIERRO
EDITOR JEFE DE EL TIEMPO