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¿Quién quiere tirarse la campaña? / Voy y vuelvo
En Bogotá los debates con los candidatos han estado más o menos a la altura, y así tiene que seguir.
Los candidatos Miguel Uribe, Carlos Fernando Galán, Claudia López y Hollman Morris. Foto: Abel Cárdenas - Claudia Rubio - Rodrigo Sepúlveda / EL TIEMPO
Esta semana, Juan David Quintero, joven aspirante al Concejo por el Partido Liberal, recibió un fuerte golpe que lo envió directo al hospital. Estaba en Suba-Bilbao hablando, hasta donde entiendo, de la importancia de los colegios en concesión. De repente, un energúmeno, sin más, decidió pegarle un puño tras acusarlo de ser una “rata” y un “paraco” (?). Lo triste de la historia no es ni siquiera el golpe –de por sí condenable–, sino de quien provino: un padre de familia común y corriente.
Calculo que tendrá algo más de 60 años, bien vestido, con pantalón de paño y chaqueta de gamuza café. Dicen que se llama Alirio. No quiero imaginar el matoneo al que hoy está expuesta su familia y sus hijos (que estudian en ese mismo colegio) ante semejante proceder. Muy triste que estemos llegando a estos extremos porque se desvaloriza la política, desanima a los jóvenes que quieren practicarla y envía un pésimo mensaje de intolerancia al resto de la sociedad.
El episodio sirve de preámbulo para lo que se ha venido denunciando esta semana. Suficiente tenemos con la polarización política que vive la ciudad para que ahora soplen vientos de guerra sucia en la campaña, como lo han denunciado la mayoría de candidatos en contienda. ¿A quién le importa tirarse la campaña? ¿Quién se beneficia con ello?
Una contienda electoral suele estar llena de indirectas, de acusaciones y hasta de ofensas. Los candidatos lo saben y para eso tienen el cuero duro. En los debates, esas diferencias salen a flote, pero se dicen de frente; en las manifestaciones sirven para agitar las masas y en los recintos cerrados ya no hay secretos, todo se sabe. Pero digamos que es un ejercicio en el que siempre se tiene la posibilidad de responder.
Los candidatos a la Alcaldía de Bogotá se unieron al conversatorio de 'Bogotá Cómo Vamos'. Foto:Claudia Rubio / EL TIEMPO
No sucede lo mismo con el juego sucio de enviar mensajes homofóbicos contra Claudia López aparentemente desde iglesias cristianas o acusar de corrupto a Miguel Uribe, que manejó tres billones de pesos en la Alcaldía sin que haya mediado escándalo alguno. O divulgar cartas apócrifas con adhesiones que Galán no ha pedido ni ha aceptado. Tampoco es dable que a una mujer como la candidata Lucía Bastidas se le tilde con bajeza por parte de otro energúmeno en redes.
Pero es lo que los candidatos vienen denunciando. Y qué bien que lo hagan, pues ellos mismos han sido los primeros en desmentirlo. El problema está en que a través de las redes esas mentiras se multiplican, y atajarlas es más difícil. Quienes las promueven lo saben y utilizan una sofisticada infraestructura para difundirlas como una peste. La gente termina convenciéndose porque en las redes no hay filtros, y se vuelven idiotas útiles de aquellos que saben que es una manera efectiva de golpear rivales y salir indemne.
Algunos candidatos han dicho que denunciarán estos hechos para que la justicia actúe. Tontería. De aquí a que eso pase se nos viene la próxima elección. No, lo que hay que hacer como ciudadanos es ponerle un poco de sentido común a lo que se divulga, escuchar a los candidatos, seguir sus cuentas oficiales, informarse a través de medios serios, dudar de cuentas anónimas, añadirle malicia al asunto para no terminar como el energúmeno de Bilbao. Si no es así, va a terminar salpicado todo el mundo y la campaña se enrarecerá y seremos los grandes perdedores.
En el abanico de aspirantes no hay lugar a dudas. Allí están reflejados todos los matices, los énfasis, la personalidad del candidato y la visión de ciudad que proponen.
Su labor es convencer al electorado con ideas, con argumentos, con respuestas a lo que la gente demanda. Si esas ideas no seducen, no convencen o se quedan cortas, pues pagará las consecuencias. Lo que no pueden hacer sus seguidores o los saboteadores que desde ya parecieran sentirse derrotados o que creen que con difundir falacias pueden asegurar el triunfo, es apelar al golpe bajo para minar a un contrincante, eso es tener una estrechez mental que no les da ni para construir un buen argumento.
Por fortuna, no he escuchado que se haya pasado a la amenaza física, como infortunadamente sucede en otras regiones del país. En Bogotá los debates con los candidatos han estado más o menos a la altura, y así tiene que seguir siendo. No pueden ellos caer en las provocaciones ni en la irresponsabilidad de hacerles el juego con sandeces a quienes tienen otros intereses.Los bogotanos –y los electores en particular– tenemos una fama bien ganada de ser votantes conscientes.
No dejemos que esa virtud termine permeada por quienes solo buscan tirarse la campaña.
¿Es mi impresión o… hay candidatos al Concejo que no han entendido qué es lo que queremos los ciudadanos?