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Grafiti y protesta social en Bogotá: los muros que no callan en el paro

Artistas y grafiteros se sumaron a la protesta social. La comunidad también pintó con ellos.

Graffiti en el Paro Nacional

Graffiti en el Paro Nacional Foto: César Melgarejo / EL TIEMPO

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“Vamo’ a pintar hasta que escuchen”. Esta fue la frase que se pintó en la rotonda de la calle 19 con carrera tercera, en el centro de Bogotá, el 28 de mayo de 2021. Ese día, jóvenes armados de reglas, metros, rodillos y pintura se tomaron dos carriles para escribir un mensaje que se viera desde el cielo.
Según explicó ‘Bicistema’, uno de los grupos que participó en la intervención, las letras se hicieron con pintura de señalización de tráfico, para que carros y motos no se resbalaran al pasar sobre ellas.
Graffiti en el Paro Nacional

Graffiti en el Paro Nacional Foto:César Melgarejo / EL TIEMPO

Al ‘parche’ llegaron artistas como Aterciopelados y grupos de cocina comunitaria como 33 Recetas e, incluso, la historiadora Diana Uribe, quien le aseguró al medio digital ‘Bogotart’ que “en esta época ha ocurrido una explosión gráfica sin antecedentes. Es una capacidad de plasmar la historia en letras, que es una novedad maravillosa que está haciendo la gente del arte y los graffitis en Bogotá. Esta es una nueva manera de expresar la historia”.
En efecto, en los últimos meses, decenas de artistas, respaldados por cientos de jóvenes, se han lanzado a las calles a llenar pisos y muros de arte urbano. Y así seguirán, pintando hasta que los escuchen.
“El arte se ha manifestado en este paro desde cuatro grandes prácticas. El más llamativo, quizá, que es la pintada en el piso y que hoy, por los drones y las cámaras 360, puede apreciarse y difundirse mejor; luego está el cartelismo, que ya tiene galerías impresionantes en Héroes o en Hippies; los murales; y las pintadas en bloque en los puentes”, enumera Andrés Quintero, miembro de Bogotart, un medio especializado en arte urbano.
Todo está diseñado para que sea imposible de ignorar. En el Portal de Suba, por ejemplo, en el piso se plasmó la frase ‘Prohibido Rendirse’; en el monumento de Los Héroes, la pared mantiene en gran formato el ‘6.402’, el número de ejecuciones extrajudiciales que, según indicó la JEP, ocurrieron entre 2002 y 2008; en la calle 26 con séptima, un mural reta con un ‘Policía Asesina’; y carteles pegados en distintos puntos de la ciudad replican, una y otra vez: ‘Juntxs somos invencibles’.
Cartel

Cartel Foto:Imprenta Ideas al Dente

Eso sin contar otras manifestaciones hechas a través de stickers con temática de paro que han sido pegados en postes, paredes, ventanales y semáforos; o códigos QR que se confunden entre la pintura y que conducen a producciones digitales.
“El estallido generó un despertar en muchos de los artistas, jóvenes, que se pusieron a la tarea de generarlo personalmente y más en comunidad, de hacer juntanzas, de hacer crews, colectivos y ejercicios para que ese estallido y voz de protesta fuera mucho más grande”, dice Juan David Quintero, historiador y curador de arte especializado en la escena de arte urbano. En esa protesta, dice, se ilustra de todo: desde conceptos y frases contestatarias, pasando por los líderes sociales asesinados y las nuevas figuras de la protesta -como Lucas Villa o Nicolás Guerrero (conocido como ‘Flex’)- hasta los rostros del presidente y los expresidentes de Colombia.

Gritos sin firma

“El arte de la calle tiene un poder muy fuerte y una doble posibilidad: ser estéticamente agradable y atrapar para, después, emitir un mensaje fuerte que ponga a pensar, que sea estremecedor. Un mural es como si alguien se parara con un megáfono a gritarle a todo mundo”, dice DJLu**, uno de los referentes de grafiti en Bogotá y que ha participado en el paro nacional con una intención: que el arte y el mensaje sean masivos.
“Quiero hacer una obra gráficamente tan sencilla que sea casi una cosa mecánicamente reproducible y se pierda esa idea del autor. El arte de la calle me ha enseñado a dejar esa idea del ego y del autor, me parece aburridor el arte que hay que firmar y cerrar. No, el mundo debe ir en otro sentido”, añade DJLu y cuenta que buena parte de sus pictogramas los ha cargado a internet y los ha puesto en licencia abierta “para que la gente los pueda reproducir y el mensaje llegue lo más lejos posible”.
El arte de la calle tiene un poder muy fuerte y una doble posibilidad: ser estéticamente agradable y atrapar para, después, emitir un mensaje fuerte que ponga a pensar
Precisamente, el arte abierto ha sido una de las tendencias de los últimos meses. Por ejemplo, Tavo Garavato, un referente en diseño y cartelismo en Colombia, hizo una curaduría de diseños de casi 20 creadores de carteles, eligió los mejores, los organizó en un WeTransfer y dejó el hipervínculo de libre descarga en su cuenta de Instagram. Entonces, quien lo desee, puede descargar los diseños, imprimirlos y pegarlos.
O, incluso, algunas organizaciones, en alianza con Tavo Garavato y la imprenta Ideas al Dente, los tienen disponibles para que los ciudadanos puedan obtenerlos en distintos puntos de la ciudad pagando un aporte solidario.
“El arte se libera desde el cartel. Este ha sido uno de los medios que más ha pegado, junto con las pintadas en el suelo y los murales, para generar la masificación de la imagen, del concepto y de las ideas. Hoy, se hace el cartel y se pone en red”, explica el historiador Quintero.

Desde abajo

Además del ‘boom’ del cartelismo, el arte en la protesta social se ha caracterizado por las intervenciones a gran escala hechas en el suelo. Aunque Quintero asegura que en el pasado “ya se habían hecho como ejercicios de arte táctico, pero hoy la balanza se va hacia lo político y la protesta”.
En mayo, por ejemplo, organizaciones, artistas y ciudadanos se sumaron para pintar un mensaje por los desaparecidos del paro nacional en la carrera 7 con calle 63.
“Lo hicimos grande no para que lo vieran los extraterrestres, sino para que lo vieran quienes deciden. Lo pintamos al frente de la JEP, para que ellos lo vean. El ‘boom’ del arte en el piso se da porque es la posibilidad de expresar las cosas de otra forma, de impactar un espacio público de otra manera”, explican del colectivo M9S, que reúne a diseñadores, historiadores, abogados y todo tipo de ciudadanos para protestar sobre la violencia policial.
Pero este tipo de intervenciones acarrearon también un componente comunitario sin precedentes.
“La idea nace de alguien. Uno o un parche dicen ‘aguanta hacer algo’ en conmemoración a una fecha o en respuesta a algo y entonces empiezan a sumarse: un colectivo dice ‘yo me sumo’, otro dice ‘yo pongo la pintura’, otro organiza la ‘vaca’ para lo que falta, otro pone un grupo de música, alguien más agrega que su mamá cocina y se puede poner olla comunitaria. Y empieza el voz a voz… a veces hasta llega gente que uno no esperaba. Pero entre más manos mejor, uno se siente más seguro”, cuenta 3miroo, artista y miembro del colectivo Arto Arte, que ya ha participado en pintadas en el suelo, como la que se hizo en la plazoleta de la Iglesia del 20 de julio (San Cristóbal) que decía ‘Una plegaria por las víctimas de Estado’.
Graffiti en el Paro Nacional

Graffiti en el Paro Nacional Foto:Sebastián Méndez

“Y la gente pasa y se contagia y agarran el rodillo y se suman. Aunque uno diga ‘resistencia’, no lo plasma con el ánimo de decir ‘quémenlo todo’... Se trata de un mensaje de unión y la pintada se vuelve una fiesta”, cuenta 3miroo y agrega que, en el caso de la intervención del 20 de julio, se buscó que el mensaje de alguna forma se sintonizara (y al mismo tiempo fuera un mensaje amable) con el entorno: era una plegaria junto a uno de los centros religiosos más importantes de Bogotá.
Pero el trabajo en el suelo no solo son frases en gran formato. Otra apuesta interesante fue, por ejemplo, la que se hizo entre Circo al Paro, Mafapo (Madres de Falsos Positivos de Colombia) y otros colaboradores que unieron fuerzas para pintar 6.402 ‘croquis’ o siluetas en los andenes de Bogotá.
“Esa intervención le dio una dimensión humana a una cifra que, en sí, es algo frío, pero que al verla en la calle invitaba a imaginar qué impresión nos llevaríamos si un día amaneciéramos con 6.402 cuerpos regados por toda la ciudad”, resalta uno de los del colectivo de M9S.
Graffiti en el Paro Nacional

Graffiti en el Paro Nacional Foto:Ana Puentes

Los muros no callan

“En Colombia el arte y, especialmente el arte público, es una expresión que puede liberar todo ese grito. Vemos que la corrupción sigue, siguen los asesinatos de líderes sociales y que no pasa nada. Por eso sigue la expresión rebelde en las calles… la necesidad de poder contar la historia es mucho mayor que en otros países”, asegura Jahir Dimate, gestor cultural y guía de Bogotá Grafiti Tour, el recorrido insignia de arte urbano en Bogotá. Dimate tiene en su cabeza un buen directorio de grupos y colectivos que se han sumado a la movida cultural en los últimos meses: advierte que la variedad es inimaginable y que cada día nacen nuevos grupos.
Uno de ellos es M9S, inspirado en el 9 de septiembre de 2020, fecha en que más de una decena de jóvenes fueron asesinados en Bogotá y Cundinamarca en medio de las protestas y disturbios que se desataron después del homicidio de Javier Ordóñez.
“El colectivo surge como esa necesidad de expresión ante la parcialidad de los medios. A pesar de que hay pruebas, videos y testimonios, los medios manejan un lenguaje del ‘presunto’. Eso nos reúne, la necesidad de mandar un mensaje directo y reivindicar los conceptos y palabras que reconocemos: no son muertes sino asesinatos; no son asesinatos sueltos, es una masacre”, argumentan del colectivo autor de de intervenciones como ‘Masacre Policial M9S’ (Suba), ‘Masacre Policial’ (Usaquén), ‘Policía Asesina’ y ‘Quién nos mató a Dubán’ (Centro de Bogotá), entre otras.
Aseguran que su intención es posicionar conceptos y “crear una ruta de memoria que abarque puntos donde hubo asesinatos -el Verbenal, Villa Luz, La Gaitana, el Rincón- y que constituyen una lista de la vergüenza”. Además de los murales en paredes y pisos, han hecho señaleticas para renombrar calles: en Suba estuvo la ‘calle Julieth Ramírez’; en la calle 19 con cuarta, la ‘avenida Dylan Cruz’; y en la avenida Jímenez, la ‘avenida Misak’.
Por otra parte, las mujeres también han alzado la voz y los aerosoles. En medio del paro, nació el colectivo Gallinas Furiosas, fundado por Valentina, Laura y Kathe, quienes se unieron para “visibilizar las violencias a las que somos sometidas no solo desde el Estado, sino desde todos los componentes del sistema patriarcal”.
“Todo comenzó porque queríamos pintar y hacer un mensaje que tuviera como temática lo que pasaba con las mujeres en el paro, pero nadie nos copiaba. Entonces, dijimos: ‘hagámoslo nosotras porque tenemos que esperar que un grupo de hombres nos diga sí o no’”, cuentan y agregan: “Hemos visto cómo algunos compañeros de la Primera Línea son también agresores… esto va también por esos compañeros que nos violentan”.
Gallinas Furiosas comenzaron a pintar en espacios no mixtos y lideraron creaciones como ‘No se viola, No se toca, No se mata’ (Centro) y ‘No somos territorios de guerra’ (Suba).
Luego, en colaboración con Guaches y otros colectivos hicieron una mega intervención en la Plaza de La Hoja con ‘Furiosas, guarichas, vivas y libres’. Les han borrado y dañado murales e, incluso, les han impuesto comparendos.
De otro lado, aunque el arte urbano ‘más reconocido’ y ‘popular’ suele estar en el centro y en localidades como Chapinero y Teusaquillo, también es de resaltar la apuesta en otras localidades. Hoy, Kennedy, Bosa, San Cristóbal, Ciudad Bolívar y Usme se posicionan como lienzos de protesta.
“Muchas veces la gente cree que Bogotá es solo el centro y La Candelaria, pero esta ciudad es gigante. Creo que las consignas en el grafiti de este lado son más personales, hablamos del barrio popular, de las zonas rurales, del ambiente, las raíces y las generaciones que llevan años construyendo los territorios. Estas son voces no escuchadas”, reflexiona 3miroo, miembro del colectivo Arto Arte, quien lleva más de 10 años de trabajo en algunas de estas zonas y, ahora, se suma con intervenciones en el marco del paro.
“Hemos hecho varias consignas, el ‘Digna Rabia’ en la calle 26 con carrera; el ‘La vida no tiene precio’ y el ‘Una Plegaria por las Víctimas de Estado’ en San Cristóbal. Y, por mi lado, a nombre de 3miroo, hice el ‘Gracias Primera Línea’ en el Super Cade del Portal Américas”, cuenta el activista.

Batalla en las paredes

Sin embargo, así como el color llega, también se va. A 3miroo, por ejemplo, a mediados de agosto le cubrieron su intervención en el Portal. En medio de la estrategia de recuperación del espacio público por parte de la Alcaldía de Bogotá, el SuperCade fue cubierto por una capa de pintura gris. El Distrito buscó a parte de los artistas para volver a pintar, y pese a que muchos aceptaron la invitación para pintar desde mensajes "optimistas", el arte sigue siendo rebelde. Sobre los nuevos murales, aún hay gritos de aerosol: “Aunque borren los murales, no borrarán la memoria”.
En otros casos, la batalla por los muros ha sido mucho más difícil. “Pintar unos encima de otros es algo que pasa en el grafiti desde los años 60, que es taparse, son los códigos. Pero acá en Colombia se están tapando grafitis e intervenciones desde las lógicas de la censura y el miedo. Cuando se dicen cosas reales molestan a otros”, comenta Quintero, el historiador.
ANA PUENTES
En Twitter: @soypuentes

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