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El orgullo de ‘resistir’ en el Paro Nacional
El ‘vogue’, el ‘mariconeo’ y los cuerpos diversos han sido protagonistas de este momento histórico.
Por los bloqueos y el cierre de TransMilenio a las 5 p. m, Piisciis tuvo que volver caminando en tacones a casa, después de haber bailado todo el 28 de abril y haber tenido la valentía, junto con Axid y Neni, de ‘voguear’ frente al Esmad en la plaza de Bolívar. Llegó, revisó su celular y se encontró con la avalancha de titulares: ‘Lo volvieron a hacer’, ‘El ‘vogue’ se toma el paro nacional’, ‘Artistas que bailaron en TransMilenio regresan’.
Supo entonces que la atención de la ciudad se había volcado sobre ellas, sobre las tres personas no binarias —que no se identifican con lo femenino ni con lo masculino, sino con un tercer género o ninguno— que ya habían sido virales un par de semanas antes del paro por un video que sorprendió a Bogotá: un performance de ‘Vogue’ a ritmo de ‘guaracha’ en TransMilenio. El vogue o voguing, valga decirlo, es un baile estilizado y lleno de movimientos, originado en los años 80 en Estados Unidos y que representa al colectivo LGBTIQ (lesbianas, gais, bisexuales, trans, intersexuales y queers) ante la violencia y la discriminación. Y la ‘guaracha’ es un ritmo tropical fusionado con música electrónica y muy famoso en Colombia en los últimos años.
“Después de lo de TransMilenio, muchos nos pidieron el ‘volumen 2’. Les dije a las chicas: ‘Hay que aprovechar que el 28 hay una marcha, mostremos que dentro de la protesta hay expresiones artísticas’. Y nos fuimos a grabar el video y a marchar como ciudadanes, porque la comunidad LGBT también es una de las más afectadas cuando hay reformas en el país”, cuenta Piisciis, artista, bailarín, actor y activista. Sí: ciudadanes. Con e. Las personas de este colectivo reemplazan la a del femenino o la o del masculino por la e. Por eso dicen y escriben así: ciudadanes, nosotres, todes... Y a los cuerpos les dicen ‘cuerpas’. Su lenguaje es otra forma de resistencia.
Comenzaron en el parque Nacional, ‘voguearon’ acompañadas de mimos que se atrevieron a seguirles el paso, hicieron algunas tomas frente a la Fuerza Disponible de la Policía para el videoclip de guaracha Colombia hasta el final’ y al final llegaron a la plaza de Bolívar. Y ese espacio, que en otros tiempos habría podido estar vedado para ellas, los recibió con los brazos abiertos.
Vogue: la cultura detrás del baile en TransMilenio que se hizo viral Foto:Cortesía
“Nos subieron al Capitolio y empezamos a bailar en una esquinita. Pero cuando empezó a sonar la música y la gente empezó a gritar, nos llenamos de toda esa energía, de poder, de valentía, de fuerza y nos dejamos llevar: su apoyo nos blindó contra el miedo. Hicimos que el Esmad rompiera su barrera: fue ese contraste de la figura del macho de poder, de la Policía vs. esta figura femenina y diversa que se manifiesta desde el amor y el arte”, dice Piisciis.
Y sigue: “En ese momento dejamos de ser las LGBT, las maricas, las vestidas, y pasamos a ser esas personas colombianas que se están manifestando y están buscando un espacio para todes”. Y agrega: “La gente pensaba que esto, el vogue y los cuerpos diversos, solo pasaba en las películas, en Netflix, en Pose (una serie de televisión), en Paris is Burning (un documental), pero aquí también pasa”.
Diversos sectores de la comunidad LGBTI le explicaron a EL TIEMPO que ese episodio y el de TransMilenio fueron determinantes para que la ciudad y los medios nacionales dirigieran sus miradas a la cultura ballroom —aquella nacida entre los 60 y 80 en Nueva York y que fue una forma de protesta y expresión de las comunidades LGBT afro y latina— y, entonces, a su protesta y a sus cuerpos diversos. Sin embargo, recuerdan: sus voces siempre han estado allí, pero habían sido ignoradas.
Hicimos que el Esmad rompiera su barrera: fue ese contraste de la figura del macho de poder, de la Policía vs. esta figura femenina y diversa
“Entre amigues decíamos que pareciera que las personas trans estamos en paro desde siempre, desde el día uno de nuestro tránsito”, anota Danne Aro, directora de la Fundación GAAT (Grupo de Acción y Apoyo Personas Trans). Y agrega: “Las personas trans siempre han estado apoyando diferentes tipos de movilizaciones. Solo que ahora las cámaras se han volteado a registrar todo de una manera distinta, no desde la criminalidad, sino desde una apuesta distinta, desde nuestros cuerpos”.
Después de Piisciis, Axid y Neni, las cámaras captaron otros grupos que también tenían mucho por gritar.
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Y tienen razones para protestar. Tres días después de la entrevista con Piisciis encontraron a Luciana Moscoso, una mujer trans, sin vida en su apartamento. Con corte al 28 de junio, en 2021 se tiene un estimado de 20 personas trans asesinadas en Colombia.
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El 16 de mayo, en vísperas a la conmemoración del ‘Día internacional contra la homofobia, la transfobia y la bifobia’ y también en pleno paro nacional, un grupo de mujeres trans, personas no binarias y personas homosexuales se vistieron con los colores de la policía y medias de malla y salieron a protestar a la carrera Séptima gritando una consigna: ‘Toloposungo’.
‘Voguearon’, izaron las banderas del Escuadrón Trans Marika, se subieron sobre motopatrullas y le gritaron su ira a la Policía. Y están dispuestas a volver a hacerlo.
Un mes después, ese mismo grupo está en el parque El Renacimiento, preparándose para la marcha del 9 de julio, día en el que se celebrará la ‘Marcha del orgullo gay en Bogotá’, aunque la celebración sea el lunes 28 de junio.
Toloposungo nació para defender los derechos y ser contestatario a la violencia policial, pero bailando
Marcela Agrado, una mujer trans y trabajadora sexual del barrio Santa Fe, arriba más que puntual al ensayo. Mientras llegan las demás, habla de cómo este espacio la relaja, de cómo allí le entrega su cuerpo al baile y no a hombres borrachos, sucios y agresivos. Y la aleja y de la violencia transfóbica que ha visto. “Ellas (las otras chicas trans) nunca van a sufrir ni la mitad de lo que vivimos nosotras”, sentencia. Marcela tiene 37 años, dos por encima de la expectativa de vida promedio que alguna vez estimó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) para mujeres trans en el continente americano. Su vida es un milagro, y hoy se la goza ‘vogueando’.
Al rato llega Azul, el coreógrafo. “Toloposungo nació a finales de 2020 por la necesidad de no usar el Acab, originado en Inglaterra (All cops are bastards - Todos los policías son bastardos). Es una idea latina, un movimiento de jotas, de maricas, una alianza con la Red Comunitaria Trans, que nació para defender los derechos y ser contestatario a la violencia policial, pero bailando: es decirles: ‘Mira, soy la jota, la invertida, la escoria de la sociedad; mira, estoy usando tus colores y estoy bailándote’ ”, explica, y se lanza a la pista, no sin antes explicar lo que significa ‘Toloposungo’: “Todos los policías son unas gonorreas”.
Poco a poco empiezan a llegar las demás, de todos los rincones de Bogotá, de todo el espectro de la diversidad y de todas las profesiones y oficios.
Toloposungo nació a finales de 2020 por la necesidad de no usar el Acab, originado en Inglaterra (All cops are bastards - Todos los policías son bastardos). Es una idea latina. Foto:Raúl Vidales
“Tengo 26 años, soy estudiante de la Universidad Nacional y en ‘Toloposungo’ encontré el lugar seguro para impulsar mi transición”, cuenta Ana Victoria, quien hace pocos meses porta orgullosa sus papeles que la reconocen como mujer. Asegura que su protesta es por la violencia institucional y el “golpismo” de un sistema de salud que “patologiza” lo trans.
“Mientras más interseccionalidades tenga una, menos le importa al sistema”, agrega Lo Maas Bello —así se hace llamar—, una persona trans no binaria, originaria de Buenaventura y cantante de hiphop. Agrega que tiene todo para protestar: las violencias estructurales de su ciudad natal, la violencia estructural de género y la violencia policial. “Bailar frente a la Policía es liberador, ¿sabes? Es una forma de sacarse esa digna rabia y lanzarles esa patada en la cara, que ni siquiera es física, es mucho más poderosa, es la patada del arte, de las palabras”.
Sofía Gallego, quien días después encararía a la alcaldesa Claudia López exigiendo justicia por el caso de Luciana Moscoso —la mujer trans asesinada hace unas semanas en Bogotá—, coincide con Lo Maas Bello. “El baile es nuestra protesta. Tú (la Policía) me atacas con balas, pero yo no te respondo igual, te respondo desde el baile. La gente trans piensa, los maricones no son simplemente maricones, son sujetos políticos”, dice.
Faltando una hora para el fin del ensayo, llega Saori. Viene corriendo desde su trabajo en el Santa Fe. Ella, como otras trabajadoras sexuales, parece gritar más fuerte y bailar con especial pasión. “Nosotres vivimos ‘Toloposungo’ a diario. La Policía no respeta nuestros espacios ni nuestros trabajos. Este es un grupo de putas que se unieron y dijeron: ¡no más!, exigimos abolición policial”, dice, firme.
‘Toloposungo’ va por todo.
O nada.
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Y tienen razones para protestar. Según Colombia Diversa, en 2020 se registraron 20 hechos de violencia policial en los que hubo 27 personas LGBT agredidas: 11 de ellas eran mujeres trans.
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Como las ‘Chicas del TransMi’ y ‘Toloposungo’ hay un sinfín de grupos que se han hecho presentes en el paro. Están, por ejemplo, el Frente de Resistencia Transfeminista Maricón, que se mueve en Bogotá y varias ciudades del país; y la Primera Línea Travesti Marikona, que se ubica en el portal Américas y está conformada por disidencias sexuales y de género.
Eso sin contar los distintos “frentes de resistencia” de ciudades como Medellín, Barranquilla, Cali y Popayán.
En Cali, por ejemplo, ha sido imposible no notar a Light King, una persona drag queen que crea un personaje andrógino sin tener que imitar a una mujer u hombre que ha personificado una virgen ‘dragueada’, ataviada con banderas de Colombia destrozadas y con un maquillaje que simula lágrimas de sangre. “Mi arte es mi voz para el pueblo”, dice Light en sus post.
“Mientras más interseccionalidades tenga una, menos le importa al sistema”
Y en Popayán se mueve Furia Marica, un grupo conformado en buena parte por estudiantes universitarios que, desde los paros estudiantiles de 2019, buscaba acompañar e investigar distintos procesos de protesta de diversidades sexuales y de género. Han apoyado espacios de micrófono abierto, un campamento universitario, ollas comunitarias, cineforos y talleres de formación.
“Pese a que Popayán es una ciudad pequeña y a que nuestra iniciativa pareciera nueva, lo cierto es que acá hay una historia de activismo que se ha venido tejiendo en una ciudad muy católica. Se han podido ocupar espacios y marchar junto a otras personas, sin miedo”, explica Angélica Durán, una de las integrantes del colectivo.
Y la complementa Camilo Aguilar: “La gente piensa que la lucha social es de un hombre cisgénero —define a los individuos cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual—. Pero este hombre cisgénero reproduce mucha de las violencias patriarcales, esta idea de la lucha contra el Estado no es una forma en la que se visibilice cómo las mujeres y las personas diversas viven el activismo”. Y sigue: “Ahora, también se piensa que ser LGBTQ solo implica hablar de la sexualidad, pero hay que entender que el cuerpo está atravesado por otros factores: la nacionalidad, lo social, lo económico, la marcación racial”.
Por eso, dicen, la lucha de la comunidad en el marco de este paro no solo se debe entender desde el lente de la diversidad, sino desde todas las demás vulnerabilidades que los atraviesan.
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Y tienen razones para protestar. Según la Secretaría Distrital de Planeación, en el caso de Bogotá, en 2019, apenas el 39 % de las mujeres trans había terminado el bachillerato, menos del 20 % tenía estudios técnicos o tecnológicos, solo el 24 % era profesional y 8 % tenía posgrado.
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Pero protestar también les ha salido caro. Solo durante el actual paro nacional, según información de la Defensoría del Pueblo, se tenía registro de 13 casos de violencias por razón de género ocasionadas por la Fuerza Pública y el Esmad contra personas OISGD-LGBTI.
Ahora, esta información puede variar de acuerdo con las informaciones que tengan las distintas organizaciones LGBTIQ del país. Solo en el caso de Fundación GAAT, a principios de junio tenían siete casos de violencia confirmados contra personas trans y no binarias y redirigidos para acompañamiento. Para dar unidad, esos datos y los de otras organizaciones se sistematizaron en un informe que se entregó a la CIDH a principios de mes.
Según información de la Defensoría del Pueblo, se tenía registro de 13 casos de violencias por razón de género ocasionadas por la Fuerza Pública y el Esmad durante el Paro Nacional. Foto:Raúl Vidales
“Nos juntamos para verificar y sumar a este informe las violencias que como población LGBTIQ hemos vivido dentro del marco del paro. Así mismo, es importante hacer el contexto de vulneraciones de hechos históricamente relacionados de la Fuerza Pública contra la población LGBTIQ. Todo viene de ahí: hay momentos en que se recrudece la situación, que ponen al borde del límite los derechos de la población LGBTIQ aún más, volviéndonos un sector más vulnerable”, explica Andra Martínez, una de las abogadas que estuvieron en la reunión con la CIDH en representación de GAAT.
Pese al miedo histórico, todas, todos, ‘todes’ están en las calles: quizá con la misma fuerza con que lo hizo alguna vez Marsha P. Johnson, una de las madres del mítico estallido LGBT en Stonewall en 1969, el que motiva, año tras año, la celebración del orgullo.
Hoy se llama Toloposungo, Frente de Resistencia Transfeminista Maricón, Furia Marica. Pero esto es, de cierta manera, el eco de Street Transvestite Action Revolutionaries (Star), la organización Johnson que les ofreció un lugar seguro a las víctimas de la discriminación violenta.
*** Y tienen razones para protestar. La transfobia también es un eco que no calla.