La vasta Orinoquia colombiana, que comprende los departamentos de Arauca, Casanare, Meta y Vichada, y posee una extensión de 25,3 millones de hectáreas, atrae hoy la mirada de muchos. Su riqueza hídrica (produce el 30 % de agua dulce del país), su biodiversidad (156 ecosistemas, 12 parques nacionales; habitan 12 grupos indígenas) y su vocación turística la convierten en región única en medio de la desafiante topografía nacional.
Pero los ojos están puestos sobre ella no solo por todo lo anterior. La Orinoquia representa la cuarta parte del territorio nacional y es hoy por hoy la principal despensa agrícola del país. De su suelo sale el arroz que consumen 25 millones de colombianos, el 10 % de la carne bovina que se procesa en el país, y concentra el 21 % de cabezas de ganado (6,3 millones), además de variedad de frutas, aceite de palma, maíz, marañón, cacao, caña, soya, etc.
Es urgente que el Gobierno asuma un compromiso más decidido con la región para evitar que nuevos brotes
de violencia se afiancen
Sin contar el aporte en hidrocarburos (petróleo y gas), con una participación del 45 % del mercado nacional. Y ahora se enruta a la producción de energías limpias como el etanol, a través de la planta Bioenergy, gracias al cultivo de 20.000 hectáreas de caña de azúcar.
Y así podríamos seguir enumerando el auge agroindustrial de la región, la febril labor que se lleva a cabo para conseguir nuevos mercados y su constante deseo por innovar, atraer talento, apostar por la educación y ser referenciada más por su devenir que por su pasado violento. Hoy, en la Orinoquia se habla más de turismo y transición energética que de cualquier otra cosa.
Con todo esto, cuesta creer que la Orinoquia no esté en el epicentro de las discusiones del país. Como lo evidenció un reciente foro organizado por la revista Llano 7 Días, de esta casa editorial, su empuje empresarial contrasta con problemas viejos y recientes. Los multimillonarios recursos que emergen de su condición natural no han colmado el sentir de sus dos millones de habitantes: mejores vías, mejor infraestructura, sistemas de riego, conectividad y ventajas para un desarrollo turístico sostenible.
¿Y qué lo impide? Lo dice la gobernadora del Meta, Rafaela Cortés, y lo repiten los empresarios: seguridad territorial y seguridad jurídica. Es urgente que desde el Gobierno, la Policía y el Ejército se asuma un compromiso decidido con la región para que se ataquen brotes de violencia que amenazan al sur del Meta y el Vichada. La extorsión y la confrontación entre los grupos criminales de alias Calarcá y Mordisco tienen a la población en vilo, y ya hay amenazas del Eln. Esto no se puede permitir. Y ,por otro lado, está el tema de la falta de titulación de tierras, otra deuda pendiente que no deja que haya una mayor producción ni mejores inversiones.
Resulta paradójico que la Orinoquia haya conseguido salir adelante en medio de tantas vicisitudes. La resiliencia de su gente y su sector productivo han evitado que se convierta en un territorio inviable. Iniciativas como la creación de la Asociación Empresarial para el Desarrollo de la Orinoquia (Prorinoquia) avanzan en la dirección correcta: apuntalar esfuerzos público-privados para que la enorme capacidad de esta región, denominada la frontera agrícola por excelencia, se traduzca en ese polo de desarrollo que ponga al país en un nuevo nivel: el de la prosperidad.
EDITORIAL