Además de alumna brillante en la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, en donde se especializó en pediatría, María Teresa Forero fue la primera médica pediatra de Colombia. Su trayectoria personal, profesional y política la proyectó desde muy joven al plano nacional, fue ejemplo en nuestro país, al que se entregó con su conocimiento científico y su amplio dominio de lo social.
Muy pocos como ella trabajaron tanto por la recuperación de la convivencia y el progreso nacional en la posviolencia bipartidista de los cincuentas, que, además, trajo con los gobiernos conservadores la quiebra total de los valores convencionales. Entonces se dio a la tarea de reinventar el liberalismo y de enaltecer lo público. Sin duda alguna, fue la mujer más importante de su generación en Colombia.
La doctora María Teresa (así, simplemente, como toda Colombia se acostumbró a llamarla) llevó a la praxis en su ejercicio de lo público los altos valores humanos de la ética, la moral y la integridad. Gustaba expresar —cuando el contertulio o en el debate parlamentario le inquirían por su inocultable sensibilidad social— que su “mayor privilegio como ser humano es servir a los demás, en especial a los más pobres y vulnerables”, algo que nos enseñó a todos quienes tuvimos la oportunidad de compartir con ella en el ejercicio istrativo.
Un poco antes de su retiro del Mintrabajo, había anunciado el proyecto de darle a la sede del Servicio Nacional de Empleo (Senalde) el nombre de la gran luchadora social María Cano, cuya vida y proyectos estudió con especial dedicación. Su repulsión ante la ley injusta, las normativas excluyentes y los reglamentos tiránicos era regla moral en su conducta de funcionaria o docente, punto central en uno de sus trabajos sobre metodología de resolución de los conflictos sociales.
Durante mucho tiempo tuvo en su despacho de ministra la obra principal de Hannah Arendt El pensar y las reflexiones morales, debidamente subrayada y con apuntes al margen, como la frase de cierto personaje de La tempestad de Shakespeare, anotada en su portada con fina tinta roja: “Los humanos estamos hechos del mismo material del que se hacen los sueños (…), resultaría oportuno y cómodo que la realidad compartiese tal sustancia”, ‘pero todo parece indicar que no es así’, acotaba con sutil ironía.
Entre muchos de sus grandes logros se destaca —como bien lo registra en su página Gestarsalud— la construcción de la clínica pediátrica de Colsubsido, de la cual fue su primera directora y, luego, presidenta de su caja de compensación, donde desarrolló importantes proyectos como la construcción de la Ciudadela Colsubsidio, uno de los más importantes proyectos de vivienda social del país. Asimismo, fue presidenta de la junta directiva de la Clínica Shaio, directora de la Federación Colombiana de Gobernadores y representante de Colombia ante la agencia de las Naciones Unidas (FAO) que lidera el esfuerzo internacional para poner fin al hambre y su nombre enlució la Biblioteca del Pensamiento Liberal.
Fue ministra del Trabajo y Seguridad Social bajo el gobierno del presidente Virgilio Barco, y ministra de Salud, en un momento de grave crisis nacional (gobierno del ‘Salto social’ del presidente Ernesto Samper). Allí realizó una gestión recordada con enorme iración por trabajadores y empresarios, al continuar el proceso de reestructuración y modernización de esa cartera ministerial con la OIT, iniciado por los ministros Diego Younes Moreno y Juan Martín Caycedo Ferrer.
Fue defensora a ultranza de la producción nacional de biológicos para que Colombia no quedara a expensas de sus adquisiciones en el exterior, como lo es hoy. En este sentido, para su pesar, el país no solo no ha avanzado, sino que también ha retrocedido en las últimas dos décadas.
En sus últimos años perteneció e la Academia Nacional de Medicina y a la junta directiva de la Sociedad Económica de Amigos del País (Seap), cuyo presidente, el eminente estadista liberal Hernando Agudelo Villa, siempre ponderó su aguda observación de la realidad nacional, sus conocimientos institucionales y las calidades de su sólida formación profesional. De Agudelo Villa recogió el legado programático de hacer compatibles el bienestar económico, la cohesión social, los derechos humanos y las libertades políticas.
En la actividad política no fue menos importante. Su nombre representa lo que significa la honestidad en el ejercicio de lo público. A pesar de venir de un hogar de padres conservadores, con 17 hermanas mujeres y un solo hombre, se autoproclamó, decía ella, de orientación liberal. Acompañó la revolución en marcha de Alfonso López Pumarejo y fue secretaria general del Partido Liberal, posición desde la que proclamó su adhesión a la socialdemocracia internacional.
Con su fallecimiento doloroso, nos deja muchas enseñanzas y un gran ejemplo como mujer, esposa del eminente médico Rafael Saade, madre, amiga y ciudadana sin tacha.
Alpher Rojas Carvajal