Tragedia de familia que quería llegar a EE. UU.: llegaron 7 al Darién y solo salieron 3
El hijo de 4 años cayó a un río crecido que cruzaban, luego fueron arrastrados los padres y hermano.
Los caminantes deben luchar contra serpientes, barrancos escarpados, ríos crecidos, aguaceros tropicales y, lo más peligroso, criminales vinculados al tráfico de drogas. ( Foto: Raúl ARBOLEDA / AFP
El Darién fue para los migrantes Dimitri y Mikaela un sueño que se convirtió en pesadilla, luego en un cementerio y finalmente en un amargo recuerdo que los impulsa a seguir adelante en los Estados Unidos.
En la inhóspita selva, por dónde caminaron 8 días con el barro hasta las rodillas y el agua hasta la cintura, perdieron a 4 de sus familiares. Fue el precio que debieron pagar para cumplir el 'sueño americano'.
Los haitianos llevan años migrando de su país debido a la condición de pobreza en la que viven, agudizada por un devastador terremoto en el año 2010 que cobró unas 220 mil vidas y dejó más de 300 mil heridos.
Desde ese entonces, miles de ciudadanos han abandonado Haití en búsqueda de un mejor futuro y el destino casi siempre es el mismo: Estado Unidos.
La mayoría de los migrantes haitianos en Necoclí se hospedan en las casas de los habitantes locales. Foto:Jaiver Nieto / CEET
Pero estos migrantes caribeños suelen tomar rutas poco convencionales, en trayecto y duración, para alcanzar la meta.
Una parte se va a Chile, dónde hay una gran colonia haitiana, mientras otra parte se va a Brasil, que fue el caso de Mikael, Dimitri y su familia, compuesta por sus dos hijos (4 y 10 años), los dos padres de la pareja y dos hermanos.
De Haití salieron 10, a Necoclí llegaron 7 y a Estados Unidos solo 3.
La primera parada para esta familia fue Guyana, en 2015, casi de inmediato pasaron a Brasil, donde decidieron hacer una parada larga para trabajar, ahorrar e intentar tramitar una visa para los Estados Unidos, lo mismo hicieron en Haití, pero no les resultó.
En el gigante sudamericano vivieron durante 5 años. Dimitri trabajó como traductor, pues habla francés, inglés, portugués y español, y su hermano y cuñado se dedicaron al comercio informal junto con su esposa Mikaela.
Les estaba yendo bien. Lograron establecerse y no pasaban necesidades en Brasil, pero tenían la espinita clavada de que eso no era lo que querían, al menos no todos ellos, la meta era Estados Unidos y no se les podía olvidar.
En el cementerio de Acandí reposan los restos de 19 migrantes que han fallecido cruzando el Golfo de Urabá o la selva del Darién. Foto:Jaiver Nieto / CEET
En 2023 tomaron la decisión de seguir su camino. No fue fácil y se generó una ruptura en la familia. Dimitri cuenta que sus padres y su hermano no quisieron seguir, se sentían bien en Brasil, y no los iban a obligar a migrar de nuevo.
Asimismo, ellos no querían interponerse en el 'sueño' de su hijo y su otra familia, por eso les dieron todo su apoyo para que se fueran tranquilos y confiados de que todos estarían bien y de que entre todos se apoyarían en lo que decidieron.
Así fue como en mayo pasado llegaron a Necoclí. Coyotes del ‘clan del Golfo’ que operaban en este municipio les ofrecieron el método de pasar droga y ahorrar 5 días de camino por la selva del Darién, pero Dimitri -líder de la familia- se mantuvo firme y no aceptó.
Los recibimos y les cobramos 5 dólares por noche a cada uno. La comunicación era muy difícil al principio, pero les tomamos mucho cariño a todos, sobre todo a los niños
Llegaron a la casa de una familia del pueblo, la cual pidió reserva por temor al 'clan del Golfo', que nos contó cómo fueron esas dos semanas de tenerlos como huéspedes.
“Los recibimos y les cobramos 5 dólares por noche a cada uno. La comunicación era muy difícil al principio, pero les tomamos mucho cariño a todos, sobre todo a los niños”, explicaron.
La inocencia de la niñez brotó a flor de piel en esa casa del barrio El Caribe y los hijos de la familia colombiana, todos menores de 14 años, se hicieron amigos de los hijos haitianos, pese a no hablar el mismo idioma.
"Recuerdo que sus niños jugaban con los nuestros todo el tiempo. Cuando los míos volvían del colegio hasta se ponían a hacer tareas juntos", recuerda uno de los de esta familia.
Los migrantes haitianos también llegan por decenas al albergue, en Acandí, para cruzar el Darién. Foto:Jaiver Nieto / CEET
En cuanto a los adultos, a pesar de ser un poco distantes al principio, con el pasar de los días, se sintieron como en casa y comenzaron a compartir con la familia local.
Comíamos todos en la misma mesa y compartíamos muchas cosas. De verdad que les tomamos mucho cariño
"No hablábamos el mismo idioma y nos tocaba por señas cuando el señor Dimitri no estaba para traducir, pero sentíamos que nos entendíamos. Comíamos todos en la misma mesa y compartíamos muchas cosas. De verdad que les tomamos mucho cariño", recuerda.
Fueron dos semanas de buenos momentos entre estas dos familias de culturas muy diferentes que al calor del hogar se sintieron como una sola, aunque la local nunca dejó de cobrarle a la migrante.
"Hoy me arrepiento de eso. Pienso que, si hubiésemos dejado de cobrarles y tratado de ayudarlos a quedarse, ellos se hubiesen quedado y no hubiese pasado lo que pasó", relató, con tristeza en su mirada y voz.
El 3 de junio Dimitri, Mikaela, sus dos hijos y los padres y el hermano de ella se despidieron de la familia con la que pasaron las últimas dos semanas y salieron temprano al muelle del barrio El Caribe. Ya habían pagado los 2.450 dólares del viaje.
Era la última vez que se verían y fue una despedida emotiva, recuerdan los locales, que les dieron muchos consejos y se los encomendaron a Dios.
Muchos de los migrantes haitianos compran sus artículos de supervivencia en las reventas informales locales. Foto:Jaiver Nieto / CEET
Los haitianos llegaron a Acandí sobre las 10 de la mañana de ese sábado y les avisaron a sus amigos. Al día siguiente, como tenían el dinero y a los que manejan el albergue, a donde los migrantes llegan en Acandí, Chocó, no les interesó tenerlos mucho tiempo en el lugar, donde todo se cobra en dólares, se internaron en la selva.
Se supone que cada dos días nos iban a escribir porque era el tiempo aproximado entre los campamentos, pero al tercero no escribieron
La travesía fue como la de casi todos en el agreste territorio. Lluvia, barro hasta las rodillas, cadenas humanas para cruzar lodo y ríos que les llegaban más allá de la cintura.
Prometieron que al llegar a cada uno de los 4 campamentos que hay en el camino, donde según los coyotes todo es manejado por el 'clan del Golfo', harían lo posibles por reportarles a sus familiares en Brasil y a sus amigos en Necoclí sus avances y todo lo que iban enfrentando. Así fue en los primeros dos campamentos, pero ya en el tercero no hubo noticias de Dimitri y Mikaela.
"Se supone que cada dos días nos iban a escribir porque era el tiempo aproximado entre los campamentos, pero al tercero no escribieron. Al principio no nos preocupamos porque pensamos que se les olvidó o la señal era demasiado mala y los mensajes nunca salieron. Pero no", recuerda el posadero local.
Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), esta crisis migratoria debería “ser tratada urgentemente como una grave crisis humanitaria por toda la región”. Foto:Mauricio Dueñas Castañeda / EFE
A Dimitri sí se le olvidó pasarles su reporte a los colombianos, pero no a su familia. A ellos les alcanzó a escribir lo que pasó: un río crecido arrastró a los padres de Mikaela, a su hermano y a su hijo menor.
La tragedia de Dimitri y Mikaela es una de tantas que a diario viven los migrantes que cruzan y se enfrentan a los horrores del Darién.
Según cifras de Organización Internacional para la Migración o (OIM, por su sigla en inglés) solo en el 2022 fueron 141 personas muertas o desaparecidas, casi triplicando las 51 del 2021.
Al llegar a Panamá tampoco avisaron a sus amigos colombianos y durante casi dos meses esta familia en Necoclí no supo más de Dimitri y Mikaela.
A inicios de septiembre, Dimitri y Mikaela se comunicaron por Messenger con sus amigos en Necoclí y les contaron que ya estaban en Miami, Estados Unidos.
"Nos explicaron que fueron dos meses muy difíciles de camino y que no nos escribieron antes porque estaban tristes por lo que pasó", explica el local.
En el cruce de un río que estaba crecido por la lluvia el niño menor se cayó de la espalda de su tío, quién lo cargaba en ese momento porque Dimitri estaba cansado.
Según el coyote, las lanchas donde transportan a los migrantes VIP no están adscritas a ninguna empresa local. Foto:Jaiver Nieto / CEET
El menor de 4 años cayó al afluente y fue arrastrado rápidamente, generando una serie de eslabones rotos en la cadena humana.
Primero el tío se soltó para salvarlo, luego su abuelo intentando ayudarlos a ambos y finalmente la abuela, queriendo salvarlos a todos.
Los otros migrantes que aún no habían entrado al río intentaron ayudar, les contó Dimitri por Messenger a sus amigos colombianos, pero no pudieron hacer nada, tal cual como él y su esposa, que agarrada de su hijo mayor solo gritaban desconsolados por la dantesca escena.
Los coyotes, como esta familia no les llevaba su ‘mercancía’, tampoco hicieron nada por ayudarles.
Ahora, en Estados Unidos la pareja trata de superar la tragedia acontecida a base de trabajo y con la alegría de que ya esperan un nuevo hijo, uno fruto del amor que los une y que engendraron durante su camino por Centroamérica.
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