Quienes conocían a María de los Ángeles Trejos la recuerdan por su labor social y su vocación para ayudar a los demás. Su trabajo como catequista, en la iglesia de un barrio popular de Yopal, Casanare, era resaltado por la comunidad. Pero el 11 de octubre, su obra y su vida se detuvieron tras recibir dos puñaladas causadas por su expareja, José Daniel Vargas Almanza.
Al inicio de la relación ella estaba emocionada y agradecida, pero con el paso del tiempo su compañero mostró otra cara. Las primeras señales que alertaron a los familiares de María de los Ángeles, quien recién había cumplido 36 años, fue el poder que Daniel Vargas quería ejercer sobre ella y sus hijos, al igual que el control que pretendía tener sobre su vida y conocidos.
"Era cada vez era más celoso, más posesivo; le revisaba las redes sociales, la acusaba de infidelidad y le llegaba de sorpresa a la casa", relata Daniela Trejos al recordar el comportamiento del hombre que asesinó a su madre.
Según Daniela, la actitud de Vargas llegó a ser tan problemática que su madre debía esconder o no mencionar a sus amigos hombres, porque su expareja no tenía reparo en armar lío si la veía con ellos. Los celos, injustificados y violentos, aumentaron con el tiempo.
Después llegó la violencia sexual, no contra María de los Ángeles, sino contra su hija. “Un día, para manipular a mi mamá y hacernos daño, él intentó violarme. Afortunadamente pude reaccionar”, dice pausadamente Daniela.
Cuenta que Daniel Vargas también intentó agredir a otra mujer, su inquilina, quien vivía en el segundo piso de la casa.
Finalmente, luego de tres años juntos, en el 2019 María de los Ángeles decidió terminar su relación, pero el hombre no entendió ni respetó que su noviazgo había acabado. Vargas —quien además tiene un trastorno de bipolaridad— le seguía escribiendo, la buscaba constantemente y, sin avisar, llegaba a la casa en donde ella vivía junto con sus hijos. Eran tales el acoso y el hostigamiento que en ocasiones entraba al lugar trepando por la pared, al ver que no lo dejaban ingresar.
Era cada vez era más celoso, más posesivo; le revisaba las redes sociales, la acusaba de infidelidad y le llegaba de sorpresa a la casa
Para intentar contener estos ataques y escenas, María de los Ángeles siguió viéndolo ocasionalmente. Según relata Daniela, el 11 de octubre su madre fue hasta la casa del hombre, en el barrio Los Ocobos de Yopal; quería calmarlo porque, al parecer, estaba furioso luego de que ella no respondió su celular inmediatamente. “Le contestó dos horas después de que la llamó; entonces (Vargas) pasó por la casa y, como nadie le abrió, él creyó que esa era una razón suficiente para apuñalarla”, detalla la joven.
A las 6:15 de la tarde, María de los Ángeles recibió una puñalada en la pierna y otra en el pecho; esta última, de dos centímetros de profundidad, le perforó el corazón. Con la fuerza que le quedaba salió de la casa y pidió ayuda. Alarmados ante sus llamados de auxilio, varias personas lograron socorrerla. Fue trasladada al Hospital Regional de la Orinoquía, a donde llegó gravemente herida. Allí tuvo cuatro paros respiratorios y falleció, no obstante los intentos de los médicos para reanimarla.
“Hasta el último momento ella demostró su fortaleza física y mental”, dice Daniela, quien recuerda a su madre como una mujer bondadosa y capaz de sobreponerse a cualquier circunstancia difícil. Sin embargo, no logró sobrevivir a un ataque violento y machista.
Indignación pública
El feminicidio causó estupor en Yopal. Diversos sectores religiosos, organizaciones de mujeres, feministas y funcionarios públicos se unieron con el propósito de buscar justicia para María de los Ángeles. Durante días se hicieron plantones en la sede de la Fiscalía de Yopal, hasta que alguien les diera respuesta.
En medio del dolor y el duelo, Daniela debió enfrentarse a un sistema judicial que no siempre está del lado de las víctimas. Tuvo que dar una declaración ante la Fiscalía, entidad que, según denuncia la joven, desde un principio no trató el caso con un enfoque de género. La interrogaron como si se tratara de un homicidio común y no de un feminicidio. Días después, al notar esta falla, el fiscal asignado tuvo que pedirle que rindiera otra declaración ante un investigador que tuviera en cuenta las particularidades del crimen.
La Defensoría del Pueblo tampoco le brindó una buena atención, pues el abogado que le asignaron —dice la joven— no tenía la disposición de ayudarla. Tuvieron que cambiarlo. Esto sumado a que en Medicina Legal no le daban respuesta sobre qué podía hacer con el cuerpo de su madre, pues era una prueba del proceso. Finalmente, luego de dar tantas vueltas, pudo sepultarla.
El 16 de octubre se citó la primera audiencia del proceso. “Desde las 2 de la tarde hasta las 12 de la noche tuve que verle la cara a la persona que había matado a mi mamá, y fuera de eso tuve que aguantarme a la defensa revictimizándola, alegando que él no era peligroso y que, si fuera así, mi mamá no tendría por qué haberlo buscado”, señala Daniela.
Hasta el último momento ella demostró su fortaleza física y mental
Dos días después de haber cometido el asesinato, el hombre intentó quitarse la vida. El Juzgado Segundo Penal Municipal de Yopal decretó medida de aseguramiento y consideró que el caso debía tratarse con un enfoque de género. Esto, y teniendo en cuenta los antecedentes, permitió que se protegieran los derechos y se garantizara la seguridad de los hijos de María de los Ángeles. Días después, Daniel Vargas aceptó la responsabilidad del delito de feminicidio simple.
“El asesinato de mi mamá impactó a muchas personas y tocó un montón de fibras, precisamente por la labor que ella hacía dentro y fuera de la iglesia. Su único pecado era ser increíblemente misericordiosa. (...) Creía que la oración y el amor podían cambiar a todo el mundo”, agrega Daniela. Hoy está dispuesta a levantar la voz las veces que sea necesario para que las mujeres dejen de seguir siendo víctimas de la violencia machista.
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