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Los desafíos ambientales en Colombia y sus consecuencias

Surgen nuevas oportunidades de negocion en el sector ambiental por el cambio climático. 

Así está Providencia a un mes del paso del huracán Iota.

Así está Providencia a un mes del paso del huracán Iota. Foto: Mauricio Moreno. Enviado especial de EL TIEMPO

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Razón Pública
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El manejo ambiental es un asunto de interés público, un tema de discusión política y una actividad económica con proyecciones de crecimiento. Hay tres historias de 2022 que conviene resaltar: primero, la ágil adaptación a los desastres naturales y el cambio climático. Segundo, el conflicto entre Ucrania y Rusia que impactó el mercado de gas, particularmente en Europa. Y tercero, las nuevas oportunidades de negocio que ofrece la esperada transición hacia energías más limpias.
En conjunto, estas historias ofrecen algunas lecciones para Colombia que buscan establecer las bases de una economía productiva y resolver algunos desafíos domésticos.
La adaptación a los desastres naturales constituye uno de los principales avances de la humanidad en el último siglo. Una combinación de factores ha permitido que las inundaciones, los huracanes, las sequías y otros desastres naturales causen muchas menos muertes que hace cincuenta o cien años.
La constante adaptación de las sociedades a esos disturbios constituye un triunfo de la modernidad, que desafortunadamente no se comunica con claridad. Durante las últimas décadas, la mortalidad ha disminuido en dos órdenes de magnitud.
Las causas de la adaptación son variadas y dependen del contexto local. Sin embargo, se pueden resumir en: mejoras en la infraestructura urbana, avances tecnológicos y desarrollo económico.
Este último es el elemento más importante, en especial porque las poblaciones menos favorecidas son más vulnerables a los desastres naturales. El desarrollo exige enormes cantidades de energía proveniente principalmente de combustibles fósiles: gas, petróleo y carbón. Por consiguiente, aumentar la disponibilidad de energía es una prioridad para los países en desarrollo.

Energía y geopolítica

La preocupación norteamericana por el avance en la construcción de la segunda parte del gasoducto Nord Stream (NS2) que conecta a Rusia con Alemania, y el conflicto entre Ucrania y Rusia desencadenaron una crisis política a principios de 2022.
La ruptura de relaciones con Rusia redujo el suministro de gas natural a Europa occidental y trajo problemas para sus economías, particularmente en Alemania, Italia y España. En respuesta a esta situación, los líderes europeos decidieron aumentar sus reservas con la adquisición de gas a mayor precio en otros mercados y subsidiando el consumo. De esta forma, aplazaron la crisis política y conservaron sus empleos.
El esfuerzo económico que tendrá que hacer Europa para desprenderse del gas ruso es descomunal. Algunos analistas estiman que el viejo continente perderá tres o cuatro puntos de su PIB en 2023 y que los contribuyentes tardarán una década en pagar los actuales subsidios a la energía.
Los costos elevados de la energía también afectan la competitividad de la industria europea, como vienen señalando algunos lideres del sector privado. La manufactura alemana, la industria automotriz y los petroquímicos se desarrollaron alrededor del gas barato proveniente de Rusia. Para complicar la situación, los subsidios a la manufactura norteamericana aprobados hace poco por la istración Biden (Inflation Reduction Act) también reducen la competitividad de la industria europea.
Paradójicamente, el trágico conflicto en Ucrania probablemente facilitará la transición energética y la reducción de emisiones más ágilmente que la diplomacia internacional encabezada por Naciones Unidas. La crisis europea nos recuerda las lecciones del embargo petrolero de los años setenta y el concepto de ‘seguridad energética’ como un asunto de Estado.
Desafortunadamente, en los últimos años el mundo occidental se acostumbró a los bajos precios del petróleo árabe, el gas ruso y la manufactura china. El año pasado, las circunstancias cambiaron y en consecuencia probablemente se vea un reajuste en la economía mundial en 2023.
Los signos de este reajuste se pueden observar en los problemas de las cadenas de suministros, las disputas comerciales entre Estados Unidos y China y, sobre todo, en los enormes esfuerzos de los gobiernos para asegurar el suministro de gas, contener la inflación y aplazar los ajustes fiscales.
Aunque no es posible anticipar las consecuencias de la crisis, esperamos que la actual ‘inseguridad energética’ mejore la matriz europea y favorezca la inversión pública directa en fuentes de energía bajas en carbono en los próximos años.
Los coletazos de la crisis energética en Europa perjudicaron tanto los esfuerzos privados alrededor de la iniciativa cero emisiones 'net zero' como la conferencia sobre cambio climático, celebrada en Egipto hace algunos meses.

Oportunidades de negocio

También recibieron críticas los modelos de negocio construidos alrededor de la responsabilidad social o la mitigación del riesgo climático. Por ejemplo, 'Blackrock', el enorme fondo de inversión, recibió ataques en los medios por su apuesta de responsabilidad social. Según los analistas, 'Blackrock' usó el discurso ambiental como estrategia de mercadeo sin alterar la composición de sus portafolios. El resultado: tanto las empresas del sector de la energía como sus detractores encontraron que el portafolio de este fondo no reflejaba sus intereses. La discusión continúa.
Mientras tanto, grandes firmas petroleras como Chevron reportaron enormes ganancias y se posicionaron para 2023. Los excelentes flujos de caja, la mayor demanda y los bajos costos de las acciones hacen que las compañías petroleras sean muy atractivas para grandes fondos o inversionistas institucionales. El reciente declive del sector tecnológico también favoreció al sector de la energía.
Asimismo, los mercados voluntarios de carbono siguen avanzando de manera gradual. La evolución en los estándares de calidad y el desarrollo de mecanismos de monitoreo más transparentes ha permitido que los inversionistas puedan conocer mejor el efecto social y ambiental de los proyectos. Sin embargo, el proceso apenas empieza, ya que estos mercados son todavía muy pequeños en relación con la magnitud de las emisiones y las necesidades de los países en desarrollo.
La transición energética ofrece grandes oportunidades de negocio y atrae enormes inversiones. Sin embargo, conviene sopesar con serenidad los avances tecnológicos, los mercados y las preferencias del público para facilitar el proceso de transición sin incurrir en grandes riesgos o sobrecostos.

Los combustibles fósiles

El panorama del sector ambiental-energético global ofrece algunas lecciones para Colombia. Primero, conviene tomar distancia del discurso radical contra los combustibles fósiles. Una transición justa y eficiente necesita toda la colaboración de la industria de los hidrocarburos y los proveedores de energía e infraestructura.
Afortunadamente, el gobierno nacional reconoció recientemente la importancia del gas natural para la economía colombiana. Algo similar le ocurrió al presidente Joe Biden, quien se vio obligado a desconocer algunas de sus promesas de campaña en contra de la exploración domestica de hidrocarburos.
Segundo, conviene tomar una postura más pragmática en relación con la diplomacia ambiental internacional. Sabemos bien que los discursos aspiracionales acompañados de metas imposibles no han arrojado los resultados esperados, aunque a veces generan interés entre los votantes.
Sin duda, será estratégico para los países en desarrollo seguir participando en el diálogo internacional, pero al mismo tiempo conviene dejar de aspirar a recibir grandes compensaciones o inversiones prometidas por los países desarrollados desde hace dos décadas. Es tiempo de concentrar la atención en metas concretas y realizables con las herramientas disponibles.
Tercero, en línea con la apuesta del gobierno, es importante mantener el foco en los problemas domésticos y que pueden traer importantes beneficios para Colombia. Por ejemplo, se debe seguir mejorando la matriz energética nacional y vigilar atentamente las tarifas de la energía para los consumidores.
Asimismo, en el sur de país será fundamental reducir la especulación con tierras y la deforestación asociada. Mientras que, en el norte del país, es importante tecnificar las prácticas ganaderas y promover los modelos silvopastoriles.

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ESTEBAN ROSSI (*)
RAZÓN PÚBLICA (**)
(*) PhD en Geografía de Clark University, magíster en Ciencias Ambientales de la Universidad de Yale.
(**) Razón Pública es un centro de pensamiento sin ánimo de lucro que pretende que los mejores analistas tengan más incidencia en la toma de decisiones en Colombia.

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