Implementar un horario límite es considerado por muchos padres la mejor estrategia para impedir que los menores de 16 años estén solos en la calle y así evitar el consumo de drogas y alcohol. Sin embargo, varios expertos coinciden en que más importante que poner límites estrictos es educar a los jóvenes en que desarrollen una autonomía responsable.
Limitar los horarios en que se puede andar por la calle, ejemplifica la psicóloga Paulina Barros, del Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Oriente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, “es demostrarle que no confías en su desarrollo de autonomía e independencia. La autonomía es libertad, pero también responsabilidad, y eso es lo que olvidamos enseñar”. Y agrega: “¿Dónde está la confianza en el joven de que va a poder defenderse de los otros, saber hasta dónde llegar y poner límites?”.
Para Barros es clave desarrollar la autonomía en los jóvenes: “La autonomía tiene relación con el desarrollo de la autoestima y la autodeterminación. Es la capacidad de decidir por mí mismo qué me concierne, qué decisiones voy a tomar para decidir mi futuro”.
Con ella coincide la psicóloga Marcia Valenzuela, docente del programa de Formación Pedagógica de la Facultad de Educación de la Universidad del Desarrollo (UDD). “Un joven autónomo será un adulto más responsable, que se hace cargo de sí mismo, no culpabiliza a los otros y puede tomar decisiones de manera más reflexiva”.
La buena noticia es que la autonomía se puede enseñar desde la infancia. La mala, que no siempre se desarrolla. “Cuando son más chicos, lo ideal es que sea un trabajo combinado entre la familia y el colegio. Y hay procesos básicos, como que puedan vestirse solos, organizar su mochila o ponerse solos el delantal. En la educación preescolar, esto se trabaja bien y se les transmite el mensaje de que confiamos en que son capaces de hacerse cargo de pequeñas actividades. Pero en nuestros países, las familias tienen una actitud sobreprotectora. Piensan que son muy chicos y que cómo se les va a exigir. O muchas veces sale más fácil vestirlo uno en vez de esperar que se vista solo. Estas interferencias van retrasando la toma de autonomía”, advierte Valenzuela.
Cuando son más grandes –añade– hay que permitirles tomar más decisiones, como con qué tarea van a empezar a trabajar, para que aprendan a planificar. Volverse solo del colegio es otro ejemplo: “No hay nada mejor para desarrollar la seguridad personal que enfrentar desafíos y ser exitoso en ellos”. Ya en la adolescencia, la autonomía debe transformarse en autorregulación. “Deben poder poner límites, no ceder a la presión de los pares”.
Para lograr esta formación emocional, según el psiquiatra Jorge Gaete, especialista en adolescentes de la Facultad de Medicina de la Universidad de los Andes (Chile), un estilo parental autoritativo es el que ha demostrado mejores resultados.
“Estas familias establecen claramente límites y reglas con las que hay que guiar las conductas, pero, a la vez, ven las necesidades de los niños, los apoyan en distintos aspectos, no los dejan solos, saben en qué están, con quién y qué están haciendo. Y así tienen adolescentes con bastante autonomía, bastante sanos, comparados con otros estilos parentales”.
También sirve –explica– que los padres aprendan algunas estrategias de manejo parental. Entre ellas, que se focalicen en los refuerzos positivos. “Es decir, que refuercen una buena conducta, siendo específico en la conducta que se quiere reforzar. Por ejemplo: ‘Qué bien estuvo que hayas ayudado a tu hermana en la tarea’, evitando generalidades como: ‘Qué buen niño eres’. Al ser específicos, los adolescentes saben con claridad cuáles son las expectativas de los padres, para así repetir esas conductas en el futuro”.
Además –dice–, es importante evitar poner atención solo en las conductas negativas. “Esta práctica es bueno iniciarla temprano en la vida, pero también es posible hacerlo en la adolescencia”. Según explica, hay una especie de razón matemática que se usa en estos casos y ayuda a los padres: “Por cada cosa negativa que le diga al niño que debe corregir, debería haberle dicho otras cuatro que hizo bien. No es una relación científicamente exacta, pero el balance debe ser a favor de los refuerzos positivos”. Así –asegura– se logra que los niños y jóvenes tengan más posibilidad de repetir esa conducta deseable.
La autonomía tiene relación con el desarrollo de la autoestima y la autodeterminación. Es la capacidad de decidir por mí mismo qué me concierne, qué decisiones voy a tomar para decidir mi futuro
En la sala de clases
Junto con las familias, los colegios también deben trabajar este tema. “Un déficit en el currículum en el mundo es que no hemos incorporado intervenciones en desarrollo socioemocional de los niños. Estamos muy enfocados en el tema académico”, dice Gaete.
Trabajar asuntos de autoconocimiento –no solo vocacional–, trabajo en equipo y autocuidado son algunas líneas esenciales, agrega Valenzuela. El doctor Gaete, por ejemplo, participa en un programa con niños de 5.º básico para enseñarles sobre resolución de conflictos y lograr un mayor sentido de competencia social.
“Aprenden a autorregular sus emociones, a no tomar sus decisiones desde la rabia, sino sobre la calma, evaluando las mejores soluciones”. Además, parte de un estudio al respecto con niños de entre 4 y 5 años: “Y estamos viendo buenos resultados. Los niños ya pueden ir resolviendo los problemas con pares mediante una metodología que se hace a través del juego”.
Para esto se debe tener en cuenta que no todos los niños son iguales. “No se les pueden poner las mismas reglas a todos los hermanos. Hay que ver cuáles son las necesidades de cada niño. Si tiene dificultades sociales, por ejemplo, y esta salida es la única vez que tiene para compartir con otros, se puede ser más flexible con los horarios”, ejemplifica el doctor Gaete.
Además, para que los hijos sientan que pueden confiar en los padres y contarles las cosas que les ocurren es primordial pasar tiempo juntos. “Ver una película, ir a jugar un partido de fútbol o solo estar leyendo en la misma habitación”, dice el psiquiatra. Y añade que es importante evitar estar conectado al celular cuando se está con los hijos.
Es trascendental no tener prejuicios. Muchas veces, los papás parten de la base que el hijo les va a mentir. “Los papás deben entender que la mayor parte del tiempo los hijos les quieren decir la verdad. Pero para eso hay que darles espacio para contar cosas en las que se equivocan. El hijo debe tener la confianza y saber que si le cuenta al padre algo que no estuvo bien, puede que él se enoje, pero eso no significa que el padre le va a dejar de hablar o que no lo va a escuchar nuevamente. No significa que lo pierda todo”, explica.
AMALIA TORRES
EL MERCURIO (Chile) - GDA