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El geólogo David Tovar observa con asombro<QA0>
el brillo dorado que adorna la caverna, en El Peñón,
Santander.

El enigma del resplandor dorado que ilumina a una caverna

En está expedición de Colombia Subterránea una pareja de científicos explicará por qué las cavernas son uno de los ambientes más extremos de la Tierra.
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¿Estamos solos en el Universo? Esta es una de las preguntas más profundas que han acompañado a la humanidad siempre, y su respuesta, como lo dijo el astrofísico estadounidense Carl Sagan –uno de los divulgadores científicos más reconocidos– será fascinante, cualquiera que sea: tanto si resulta que en el espacio exterior hay otras formas de vida como si la Tierra es el único lugar en el que fue posible esta gran casualidad.

Debido a la inmensidad del cosmos, los esfuerzos por encontrar vida extraterrestre son equiparables a buscar una aguja no en un pajar, sino en millones. Por esta razón, entre las denominadas ciencias planetarias hay una línea de investigación que se encarga de reducir ese margen de exploración tratando de descifrar las mejores condiciones en las que podría surgir la vida en otros mundos, enfocándose en los lugares de nuestro planeta que más se asemejen geológicamente a estos entornos.

Son conocidos como ambientes extremos y están ubicados en algunas de las zonas más inhóspitas y hostiles de la Tierra: el fondo de los océanos, los desiertos y las regiones con altos índices de salinidad y pH, donde a los humanos nos resulta inconcebible la supervivencia y en los que solo perduran los denominados organismos extremófilos. Y entre los ambientes extremos, uno de los de mayor interés son las cavernas, cuevas y grutas. Una de ellas podría ser la del Oro.

El misterio dorado

El primer acercamiento a la cueva del Oro, en el municipio de El Peñón (Santander), lo tuvimos meses atrás, gracias a las fotos que nos envió por WhatsApp Ferney Vásquez, profesor del Centro Educativo Las Cruces. En las imágenes se veía un extraño brillo dorado que resplandecía en las paredes de la gruta, algo sin precedentes en las exploraciones de ‘Colombia subterránea’.

Según nos contó Vásquez, por esta inusual característica los habitantes de la zona bautizaron así la caverna. Si bien aseguraban que no se trataba de oro o algún otro metal precioso, no tenían certeza de que fuera otro mineral como la pirita, compuesta principalmente por hierro y conocida popularmente como oro de los tontos.

Otras hipótesis, planteadas por geólogos que vieron las inusuales fotos, sostenían que se trataba de algún microorganismo, como bacterias u hongos, lo cual resultaría aún más interesante desde el punto de vista científico, dadas las adversas condiciones que suponen las cavernas para la vida, principalmente por la falta de energía solar y oxígeno, la alta humedad y la carencia recursos nutritivos. La única forma de averiguarlo era viendo aquel material misterioso con nuestros propios ojos.

Los responsables de resolver el enigma serían el geólogo planetario David Tovar y la astrobióloga María Angélica Leal. La pareja de científicos (quienes, además, son esposos) son los codirectores del Grupo de Astrobiología y Ciencias Planetarias de la Universidad Nacional de Colombia, el cual se dedica a estudiar los ambientes extremos en Colombia desde su composición geológica y los posibles microorganismos allí presentes.

La expectativa era total entre el grupo de exploradores, a tal punto que –nos contaban– durante las noches previas a la expedición casi no pudieron dormir en medio de las especulaciones sobre lo que podía ser aquel extraño resplandor.

Encontrando respuestas

Luego de caminar unos 20 minutos desde una carretera secundaria del municipio, guiados por el profe Ferney, llegamos a la caverna. Los primeros en entrar fueron Tovar y Leal. El resto del equipo nos quedamos unos momentos para hacer unas tomas en la boca de la cavidad, antes de seguirlos. Esos escasos minutos fueron suficientes para que los científicos desentrañaran buena parte del secreto de la cueva del Oro.

“No van a creer lo que es”, gritó Tovar tan pronto nos vio. “¡Es agua!”.

Efectivamente, al examinar de cerca las paredes de la caverna e iluminarlas con nuestras linternas pudimos ver que el brillo era generado por la reflexión de la luz sobre unas casi imperceptibles goticas de agua adheridas a la roca. Bastaba con mirarlas de cerca para notarlo y con pasarles el dedo para confirmarlo. Más tarde, incluso, vimos cómo se despegaban de la superficie y caían al suelo con solo soplarlas.

“Esta es una opción que nunca se nos pasó por la cabeza y, aun así, es igual de interesante”, aseguró Leal ante el hallazgo. Y agregó que, no obstante esta primera sorpresa, aún quedaba mucho trabajo por hacer: “Detrás de las gotas de agua hay una capa de un color amarillo verdoso que es la encargada de que el brillo tenga esa tonalidad tan particular”, añadió.

Acto seguido, la pareja de científicos se dispuso a tomar las muestras para llevarlas al laboratorio en Bogotá y determinar si, como lo sospechaban, podría tratarse de alguna bacteria extremófila capaz de sobrevivir en medio de la completa oscuridad. Con su martillo de geología –diseñado para no liberar esquirlas que puedan contaminar las muestras–, Tovar golpeaba las rocas mientras Leal las recogía. La operación era llevada a cabo por ambos con precisión quirúrgica en varios puntos de la caverna con el fin de no destruir los espeleotemas.

“Es difícil especular ahora sobre qué puede ser, y solo lo sabremos con certeza después de hacer un cultivo en el laboratorio. No obstante, queda abierta la posibilidad de que se trate de bacterias oligotróficas, un tipo de organismo extremófilo que puede desarrollarse en ambientes cavernarios, con escasos nutrientes, y que han sido estudiados ampliamente por astrobiólogos como potenciales pobladores de otros mundos”, explicaba Leal.

Continuamos recorriendo la caverna, repleta de espectaculares estalactitas, algunas de las cuales tenían un llamativo color azulado. A estas también les fueron tomadas muestras para su análisis y conocer su composición geológica.

Dentro de la caverna estuvimos hasta las cinco de la tarde. Nuestra exploración se limitó a unos pocos cientos de metros en su interior y estuvo restringida por el paso de una quebrada subterránea que debido al aumento de las lluvias de los últimos días estuvo considerablemente crecida, imposibilitándonos encontrarnos con más misterios de la cueva del Oro.

A la espera de resultados

Tan pronto regresamos a Bogotá, Leal y Tovar llevaron las muestras recolectadas a los laboratorios de la Universidad Nacional para su análisis. Al cierre de esta edición, el equipo científico se encontraba haciendo la preparación de medios para hacer el cultivo de los ejemplares recolectados, proceso que consiste en proporcionar un ambiente de laboratorio idóneo para la proliferación de material microbiológico.

Según indicaron los científicos, pueden pasar semanas antes de obtener los primeros resultados: “En ciencia, las conclusiones toman tiempo, pero nuestra motivación está puesta en que los hallazgos que tengamos aporten nuevo conocimiento en el campo de los ambientes extremos”, indicó Tovar. Ya les contaremos los resultados.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ
@NicolasB23
[email protected]