Casco: compuesto de tres visores, el primero que conectaba y presurizaba el traje, el segundo para acople, y el último, una película de oro platinado que protegía de la radiación solar.

50 años de la gran travesía a la Luna

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50 AÑOS
20−07−69


Hace 50 años, el pequeño paso de un hombre fue la culminación de la mayor proeza que ha llevado a cabo la humanidad: llegar a la Luna. El 20 de julio de 1969, el astronauta estadounidense Neil Armstrong representó a todos los hombres y mujeres que alguna vez miraron al cielo y se preguntaron si sería posible llevar a nuestra especie más allá de los confines del planeta Tierra.
Con este especial multimedia rendimos un homenaje no solo a Arsmtrong, y a sus compañeros de la misión Apolo 11, Edwin ‘Buzz’ Aldrin y Michael Collins, sino a todos aquellos que trabajaron, en medio de la carrera espacial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, para hacer posible ese sueño de la exploración humana.
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¿Qué hay en la Luna?
Una radiografía de la Luna
Luna por parte de la misión Apolo 11, de la Nasa, y, desde ya, los conspiranoicos alistan sus armas. En esta nota, un científico desmonta sus teorías.
DAVID TOVAR * - ESPECIAL PARA EL TIEMPO @planetovar
Con muestras de rocas lunares traídas por los astronautas se ha podido conocer acerca de su estructura y comportamiento. DAVID TOVAR * - ESPECIAL PARA EL TIEMPO @planetovar Este año celebramos uno de los acontecimientos más importantes para la humanidad: la llegada del hombre a la Luna. Cincuenta años han pasado desde que los astro-nautas Buzz Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong, a bordo del Apolo 11, lograron posarse en su superficie.
La Luna, además de servir de inspiración a músicos y escritores, ha sido objeto de minuciosos estudios de los científicos, quienes, utilizando fragmentos de información, tratan de armar el rompecabezas que les permita entender su evolución, comportamiento y estructura. Las piezas: poco más de 380 kilogramos de muestras de rocas lunares traídas por los astronautas en las misiones Apolo, instrumentos de monitoreo geofísico y varios datos recolectados luego de décadas de observaciones detalladas. Con todo esto, ¿qué sabemos de la Luna?
Composición y estructura
La Luna, al igual que la Tierra, es un cuerpo rocoso diferenciado, es decir, su interior se divide en capas de diferente composición. Debido a que los materiales que la componen varían en densidad, los más densos tienden a acumularse en el centro (hundirse), mientras que los más livianos forman las capas más externas. Su núcleo interno es sólido, compuesto principalmente de hierro y níquel (480 km de espesor); a su vez, este está rodeado por un núcleo interno líquido con un espesor de unos 90 km.
La Luna, al igual que la Tierra, es un cuerpo rocoso diferenciado, es decir, su interior se divide en capas de diferente composición. Debido a que los materiales que la componen varían en densidad, los más densos tienden a acumularse en el centro (hundirse), mientras que los más livianos forman las capas más externas. Su núcleo interno es sólido, compuesto principalmente de hierro y níquel (480 km de espesor); a su vez, este está rodeado por un núcleo interno líquido con un espesor de unos 90 km.
El núcleo es relativamente pequeño respecto al diámetro total de la Luna: un 20 por ciento, comparado, por ejemplo, con el núcleo terrestre, que llega a tener casi el 50 por ciento del diámetro total del planeta.
El manto, con un espesor que casi alcanza los 1.340 kilómetros, envuelve el núcleo lunar. Este, a su turno, está recubierto por una delgada capa (50 km) conocida como litósfera, la cual tiene una composición muy diferente a la del manto. Estas diferencias dan pistas para la interpretación del camino evolutivo que siguió la Luna en etapas tempranas.
En sus etapas de formación, el satélite natural era una inmensa esfera de magma. Su enfriamiento dio paso a la formación de minerales ricos en hierro y magnesio (olivinos y piroxenos), mientras que el resto del magma permitía la formación de minerales más ligeros, ricos en potasio y sodio (plagioclasas y feldespatos). Como dato curioso, se sabe que la cara de la Luna que apunta a la Tierra es ligeramente más delgada que el lado lejano, y, aunque las causas no han sido determinadas, los geólogos siguen trabajando en comprender esta peculiar característica.
Sismos lunares
Los astronautas del Apolo 11 dejaron en la superficie lunar cuatro sismómetros, que hacen parte del experimento sísmico pasivo: tres de largo periodo y uno de corto, para detectar sismos producidos por diferentes fuentes y a distintas profundidades.
Los sismos más profundos, cuya fuente está a unos 690 km de profundidad, son causados por fuerzas de marea, es decir, jalonamientos gravitacionales producidos por la Tierra. En ese tire y afloje, la Luna se va fracturando en el interior, produciendo ondas sísmicas.
En la superficie lunar o a poca profundidad de ella se ubican los sismos someros, cuyas fuentes pueden ser impactos de asteroides con la superficie (más de 100 se han registrado desde su funcionamiento), o fracturamiento de la roca producto de los abruptos cambios de temperatura entre el día y la noche (cuarteamiento).
Finalmente están los 'extraños sismos lunares', cuyas causas son aún tema de investigación; se ubican a profundidades de entre 25 y 35 km. Algunos de estos sismos pueden llegar a magnitudes de 5,5 y durar hasta 10 minutos.
Movimientos lunares
Si observamos la Luna con detenimiento a lo largo del mes, nos damos cuenta de que esta siempre nos muestra la misma cara. Esto nos lleva a pensar de manera errónea que la Luna no rota, pero sí lo hace, y lo hace sobre su propio eje a la misma velocidad con la que se traslada alrededor de la Tierra. De hecho, si la Luna no rotara, a medida que se mueve alrededor de la Tierra veríamos tanto el lado cercano como el lejano.
¿Qué hace que la Luna tenga la misma velocidad de rotación y traslación? La respuesta es: gravedad. Debido al jalonamiento gravitacional que genera la Tierra en la Luna, la cara que apunta a nosotros está ligeramente 'hinchada', actuando como un freno que con el tiempo hizo que actualmente veamos el mismo lado.
Debido a que el núcleo lunar está ligeramente desplazado del centro de la Luna, esta 'tambalea' en un movimiento conocido como libración.
Agua en la Luna
Tal vez, una de las preguntas del millón en la era de la exploración planetaria tiene que ver con si hay o no agua en la Luna. Pues bien, el año pasado esta pregunta fue contestada, gracias a los datos analizados por los científicos de la misión india Chandrayaan-1, que detectó agua congelada en las partes más profundas de los cráteres de impacto de los polos.
El instrumento M3, un espectrómetro diseñado para mapear la distribución de minerales en la superficie de la Luna, detectó extensas regiones en sus polos en los que se registran anomalías de hidrógeno y oxígeno, que al formar hielo de agua es detectada y registra una firma característica.
Las temperaturas que se registran en las sombras de los cráteres varían entre -110 y -120 °C, lo cual, sumado a la presencia de regolito lunar (fino polvo) que yace en la superficie de los cráteres de impacto, le permite al hielo de agua conservarse y no ser alcanzado por la radiación solar.
Este descubrimiento abre un amplio abanico de posibilidades. Desde la perspectiva de científicos e ingenieros, la presencia de hielo de agua en la Luna posibilitará desarrollar en el futuro planes estratégicos que permitan establecer colonias lunares, surtir de recursos vitales a sus habitantes y mantenerse allí por temporadas.
* M. Sc. Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología (GA) Universidad Nacional
El proyecto Artemisa 2024
El presidente Donald Trump se propuso que EE. UU. regrese a la Luna. Por eso se destinó un presupuesto extra de 1.600 millones de dólares para que la Nasa desarrolle un plan estratégico con el fin de lograrlo. El nombre de este proyecto es Artemisa, y su objetivo es llevar a un hombre y una mujer en el 2018; la nave deberá alunizar en uno de los lugares jamás explorados por el ser humano: el polo sur. En un trabajo mancomunado con compañías estadounidenses y socios internacionales, la Nasa también buscará establecer las condiciones necesarias para que la presencia de humanos en la Luna sea sostenible. Artemisa es el primer paso en la nueva era de la exploración espacial, que le permitirá a la humanidad lanzarse a la gran aventura de la conquista de Marte.



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SATURNO V
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CARRERA ESPACIAL
El gran salto que partió en dos la historia de la humanidad
Es un pequeño paso para un hombre, pero un salto gigantesco para la humanidad”. Con esta escueta pero contundente frase, el astronauta Neil Armstrong resumió, hace 50 años, el alcance de la proeza que acababa de cumplir a casi 400.000 kilómetros de la Tierra: pisar, por primera vez, la Luna, el único satélite natural de la Tierra y el primer escalón hacia la conquista humana de otros mundos.
A las 10:56 p. m. (hora de Houston, Estados Unidos) del 20 de julio de 1969, y tras un vuelo que duró 4 días, Armstrong bajó por la escalerilla del módulo Águila e inició la primera caminata lunar por el mar de la Tranquilidad, una extensa llanura en la cara visible de la Luna. Minutos después se le unió su compañero Edwin ‘Buzz’ Aldrin, mientras que Michael Collins, el tercer miembro, los esperaba en la órbita lunar a bordo del módulo de servicio.
Los tres conformaban la tripulación del Apolo 11, la primera de siete misiones de la istración Nacional de la Aeronáutica y el Espacio (Nasa) cuyo objetivo era recorrer la Luna y efectuar experimentos científicos para conocer más acerca del satélite. De las siete expediciones, seis fueron exitosas (la Apolo 13 debió abortar su viaje por una explosión en uno de los tanques de oxígeno), y entre 1969 y 1972, doce astronautas estadounidenses caminaron sobre la Luna.
La excursión de Armstrong y Aldrin en suelo lunar duró apenas dos horas y cuarenta minutos, tiempo durante el cual recogieron unos 20 kilos de rocas e instalaron instrumentos, entre ellos sismógrafos, detectores de rayos solares y rayos cósmicos y un reflector láser que aún hoy se utiliza para medir la distancia entre la Tierra y la Luna. Luego despegaron hacia el encuentro con Collins y regresaron a la Tierra. Fue una expedición corta, teniendo en cuenta que significó la cumbre de un esfuerzo monumental que durante más de 20 años hizo Estados Unidos para demostrar su supremacía en la carrera por la conquista del espacio y en la que su principal contendor era la Unión Soviética. Se trató de una disputa en la que el prestigio tomó el lugar de los resultados científicos y tecnológicos como el principal botín.
Aunque la meta de llegar a la Luna fue propuesta por el presidente John F. Kennedy en su célebre discurso de 1962 en el estadio de fútbol americano de la Universidad de Rice exclusivamente en términos de una carrera contra el tiempo, con plazo máximo el final de la década, “todo el mundo sabía que su objetivo era vencer a los rusos”, asegura el ingeniero español Rafael Clemente, autor de Un pequeño paso para [UN]hombre (Crítica), sobre el medio siglo del Apolo 11.
Para aquel momento, la Unión Soviética había conseguido una serie de hitos en la conquista espacial que la ubicaban como la principal potencia en esta industria que se inició, precisamente, con la puesta en órbita, en 1957, del satélite artificial Sputnik-1. A aquella primera huella humana en el espacio le siguieron otros logros, como el primer animal en el espacio (la perra Laika, en 1957), el primer ser humano en el espacio (Yuri Gagarin, en 1961), la primera mujer en el espacio (Valentina Tereshkova, en 1963) y la primera caminata espacial (llevada a cabo por el cosmonauta Alexei Leonov en 1965).
“La carrera espacial tiene su punto de partida en 1957 con la celebración del Año Geofísico Internacional, que fue cuando ambas potencias declararon su intención de poner satélites y, paulatinamente, llevar humanos a la órbita baja de la Tierra. Esta lucha en la que estaban enfrascadas los dos países incluía los ámbitos militar, económico y político, además de un enfrentamiento entre las visiones capitalista, representada por Estados Unidos, y socialista, representada por los soviéticos”, afirma Germán Puerta, divulgador científico del Planetario de Bogotá.
Para cumplir sus objetivos espaciales, ambas naciones depositaron su confianza en ingenieros alemanes que habían tenido un rol fundamental en el desarrollo de misiles balísticos intercontinentales durante la Segunda Guerra Mundial; mientras Estados Unidos delegó el trabajo en Wernher von Braun, los soviéticos contaban con el conocimiento de Serguéi Koroliov.
“Estados Unidos estaba perdiendo la carrera porque sus esfuerzos estaban divididos entre el ejército, la fuerza aérea y la marina, mientras que los soviéticos habían centrado su trabajo espacial bajo el mando de Koroliov. Entonces, Estados Unidos les quita el mando de la investigación espacial a los militares y se lo pasa a los civiles en 1958, cuando el presidente Eisenhower crea la Nasa. Luego, en 1961, Kennedy decide, como política de Estado, poner a su país en la Luna antes de que termine la década, lo cual fue determinante porque significó que el programa continuó, incluso, después del asesinato de Kennedy, en noviembre de 1963”, dice Puerta.
Se encienden los motores
El programa Apolo arrancó con un grave revés para los intereses de Estados Unidos. El 27 de enero de 1967, un incendio en la cabina del módulo durante un ejercicio de prueba terminó con la vida de los tres astronautas que un mes más tarde debían viajar al espacio. Las víctimas fueron Virgil I. ‘Gus’ Grissom, Edward H. White II y Roger B. Chaffee. A raíz de ello, el programa se retrasó por casi dos años.
Pero esto no mermó las ambiciones de la Nasa, que contaba con el mayor presupuesto de su historia. Según Clemente, el proyecto Apolo costo más de 25.000 millones de dólares de la época, equivalentes a 100.000 millones de dólares de hoy. Con estos recursos se empleó a más de 400.000 personas con contratos directos y a otras 500.000 que participaron como contratistas.
“Docenas de universidades y laboratorios se involucraron y participaron en la creación de una amplia red de estaciones de seguimiento en todo el mundo, en la puesta a punto de barcos de monitoreo para cubrir las zonas de sombra a las que la señal de radio no llegaría durante el vuelo hacia la Luna y en la creación de tres estaciones de seguimiento de espacio profundo en España, Australia y Estados Unidos”, continúa Clemente.
Pero, sin duda, uno de los frutos más importantes del trabajo de la Nasa fue su cohete Saturno V, la máquina más poderosa construida por el hombre y la herramienta fundamental para transportar a los astronautas en todos los vuelos a la Luna. Diseñado por von Braun y desarrollado por Boeing, Douglas Aircraft Company y North American Aviation, medía 110 metros, pesaba 3.000 toneladas antes del lanzamiento y tenía una potencia de 160 mil caballos de fuerza. Cada uno de sus cinco motores F1 quemaba 13 mil litros de combustible por segundo. Gregorio Portilla, profesor del Observatorio Astronómico Nacional, no duda en asegurar que esta máquina significó el punto de inflexión que llevó a la victoria de Estados Unidos en la carrera espacial. “Los rusos construyeron un cohete llamado N1/L3, tan grande como el Saturno V, pero no lograron desarrollar una tecnología lo suficientemente robusta y, por la presión de la competencia, no lograron ensayar ni mejorar diversos aspectos del cohete. Los cuatro intentos de hacerlo despegar sin tripulación entre 1969 y 1971, en el más absoluto secreto, resultaron en enormes explosiones. En 1972 cancelaron el programa”, relata Portilla, y agrega que una de las consecuencias de esa decisión es que ningún cosmonauta se ha alejado a más de 1.000 km de la superficie terrestre. En cambio, más de 20 astronautas norteamericanos llegaron a casi 400.000 km de la Tierra en su camino a la Luna.
El vuelo final
El Saturno V fue un cohete por etapas, diseñado para que sus distintas partes se fueran desprendiendo a medida que viajaba a la Luna dibujando una elipse en el cielo. El ingeniero aeroespacial César Ocampo, quien ha trabajado durante más de 30 años diseñando trayectorias espaciales para la Nasa y otras agencias, cuenta que los ingenieros del Apolo 11 escogieron una trayectoria de regreso libre que lleva el cohete al espacio con el impulso inicial del despegue para que luego llegue a la Luna, le dé la vuelta y regrese gracias a la mecánica orbital. Así, en caso de emergencia y tener que cancelar el alunizaje, los astronautas podrían regresar a la Tierra automáticamente.
“Cuando los astronautas se dieron cuenta de que sí podían alunizar, salieron de esa trayectoria y siguieron con la misión hacia suelo lunar”, señala Ocampo. Y añade que los últimos 13 minutos de la maniobra fueron los más críticos: “La trayectoria fue planeada para que coincidiera con la fase de cuarto creciente de la Luna, pues el Sol generaba sombras sobre los cráteres lunares, que eran la principal referencia de los astronautas, quienes los iban comparando con mapas que llevaban a bordo”.
“Al tocar suelo lunar -continúa Ocampo-, solo les quedaban 17 segundos de combustible. De haber llegado a ese límite, les habría tocado abortar. Además, tuvieron problemas de comunicación con la Tierra y alarmas que sonaban constantemente, pero Armstrong debía alunizar, aun cuando no pudieran salir a caminar. En este caso, el módulo tendría que quedar intacto para poder regresar a la Tierra”.
Al final, los astronautas se pasaron más de 6 km del lugar previsto para el alunizaje debido a una decisión de último momento de Armstrong, quien tomó el control manual de la nave al ver que el sistema de control automático los llevaba a una peligrosa zona llena de rocas. El resto es historia. Armstrong, Aldrin y Collins amarizaron en el océano Pacífico el 24 de julio, 195 horas después de que el Saturno V despegó de Cabo Cañaveral. Estados Unidos puso fin a la carrera espacial y dio un golpe demoledor a la Unión Soviética.
Los resultados científicos del Apolo no son despreciables. Así los resume Jorge Zuluaga, coordinador del pregrado en astronomía de la Universidad de Antioquia: “El momento en el que Armstrong pisó la Luna es el hito más importante de la exploración de nuestra especie, y gracias a él y a las posteriores misiones del Apolos, se recogieron 382 kilogramos de rocas, polvo y arena, se instalaron 26 instrumentos y se recorrieron 96 km de la Luna. El análisis de las muestras y los datos recabados por estos instrumentos nos han enseñado que la Luna es químicamente parecida a la Tierra pero no exactamente igual, lo cual apoya la teoría de que nació después de un enorme impacto hace 4.510 millones de años. Los sismómetros instalados por los astronautas han detectado 12.000 lunamotos que aún hoy son analizados, ofreciéndonos datos únicos del interior de la Luna. Un conjunto de retrorreflectores que aún están en operación nos han permitido monitorear la distancia y los movimientos lunares para dejarnos saber que el satélite se aleja 4 cm/año de la Tierra y se tambalea como un huevo crudo, revelando un interior gelatinoso”.
El imponente coloso que nos llevó a la Luna
El cohete Saturno V es la máquina más potente que ha construido elhombre y se encargó de transportar a los astronautas del programa Apolo
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ - EL TIEMPO @NicolasB23
Como una joya de la ingeniería humana, así describen los expertos en exploración espacial al Saturno V, el cohete construido por la Nasa para llevar a los primeros seres humanos a la Luna durante el programa Apolo.
Se trata del cohete más grande y poderoso desarrollado por el hombre. De hecho, gracias a sus 160 millones de caballos de fuerza, el Saturno V se ubica en la parte más alta entre las máquinas más potentes de la historia. Su rugido durante los lanzamientos desde Cabo Cañaveral, en la Florida, era registrado por los sismógrafos en Nueva York.
El Saturno V medía más de 110 metros de altura, y cargado de combustible pesaba 3.000 toneladas antes del lanzamiento. Levantar toda esta carga era necesario para lograr que la inmensa nave lograra escapar del campo gravitacional del planeta Tierra y pudiera poner los primeros hombres en la superficie de la Luna, como ocurrió el 20 de julio de 1969 con el alunizaje del Apolo 11.
Para poder llevar a cabo esta proeza, la Nasa contó con los servicios del ingeniero alemán Wernher von Braun, quien durante el régimen nazi de Adolfo Hitler ganó notoriedad como el diseñador del cohete V-2, el primer misil balístico del mundo, utilizado para atacar a Inglaterra y Bélgica.
Julián Arenas, coordinador del programa de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad de Antioquia, explica que "una de las principales preguntas que se hicieron von Braun y su equipo de ingenieros alemanes en la Nasa cuando el Gobierno estadounidense les encomendó la misión de construir el primer cohete que nos llevó a la Luna era si se hacía un lanzamiento directo hacia la Luna o si se hacía un vuelo desprendiendo etapas, de tal manera que al final se llegaba a una órbita alrededor de la Luna y de ahí, un pequeño módulo hacía el descenso y otro lo esperaba en esta órbita. Al final, la Nasa, con el beneplácito de von Braun, se decidió por la segunda opción".
Arenas agrega que si bien el primer método podía parecer mucho más sencillo, no lo tomaron porque implicaba construir un cohete muchísimo más grande que el Saturno V. Fue así como se dieron a la tarea de desarrollar un lanzador compuesto por tres fases: la primera, impulsada por kerosene y oxígeno líquido y destinada a vencer la inercia y propulsar el cohete hasta una altitud de unos 60 km; la segunda, propulsada por hidrógeno y oxígeno líquido, se encargaba de poner a los astronautas y equipo en órbita alrededor de la Tierra, y la tercera era la responsable de hacer la inyección hacia la Luna.
De acuerdo con Arenas, la decisión de la Nasa resultó acertada, a tal punto que nunca un Saturno V falló en su objetivo de transportar humanos al espacio. De hecho, su éxito debe medirse más allá de los logros alcanzados durante la carrera espacial de los años sesenta, pues su legado trascendió, incluso, después de la finalización del programa Apolo, decisión que obligó a que tres de estos tremendos cohetes no fueran aprovechados.
"Cuando la Nasa da por finalizado el programa Apolo por razones presupuestales, se embarca en el desarrollo de los transbordadores, cuya principal finalidad era disponer de cohetes reutilizables. Aunque esta iniciativa probó ser parcialmente exitosa, al final se demostró que los Saturno eran cohetes más funcionales por su tremenda capacidad de carga", dice Arenas, quien argumenta que el Saturno era capaz de llevar a la órbita baja de la Tierra unas 110 toneladas, mientras que el transbordador solamente podía llevar 25.
"Este poderío habría permitido construir la Estación Espacial Internacional en la cuarta parte de los viajes que se hicieron. Y es pensando en esta capacidad de carga útil como los nuevos cohetes de la Nasa, como el SLS, y otros como el Falcon Heavy, de SpaceX, están retomando las ideas y el legado de los viajes espaciales con la arquitectura del programa Apolo, como los del gran Saturno V", concluye el experto.
El traje era una pieza enteriza con uniones para el casco y guantes, válvulas parasuministro y salida de agua, oxígeno y canal de comunicación del radio, con bolsillos para herramientas y rios.
el primer traje para sobrevivir en la Luna
La elaboración del atuendo utilizado por los astronautas del programa Apolo tardó cinco años. Fue estrenado por Neil Armstrong y debía suministrar oxígeno, ser resistente a la abrasión y ser antiinflamable.
NICOLÁS BUSTAMANTE HERNÁNDEZ - EL TIEMPO @NicolasB23
Uno de los principales retos que debió asumir la Nasa cuando emprendió el objetivo sin precedentes de conquistar la Luna -hace 50 años- fue dotar a los eventuales exploradores del satélite natural de un atuendo que les permitiera sobrevivir en aquellas condiciones aún desconocidas.
De acuerdo con el ingeniero argentino Pablo de León, quien se ha dedicado a diseñar trajes espaciales para la Nasa y, más recientemente, SpaceX, el traje utilizado por los astronautas del programa Apolo, denominado A7LB, debía cumplir con condiciones como ser muy resistente a las temperaturas extremas (tanto frío como calor) y a la abrasión y ser antiinflamable.
"La Nasa tenía muy poca información sobre las condiciones del suelo lunar, pero sabía que estaba compuesto por un polvo muy abrasivo y cortante. También, y gracias a las lecciones que dejó el incendio del Apolo 1 en 1967 (cuando tres aspirantes a astronautas murieron durante una prueba en tierra), sabía que todo el material que llevaran puesto los futuros exploradores espaciales debía ser resistente al fuego", explica De León, y agrega que fue así como la agencia espacial estadounidense diseñó la Beta Cloth, similar a la fibra de vidrio y capaz de soportar temperaturas de hasta 650 °C.
El traje, según De León, contaba con distintos materiales, como el neopreno, anclajes de aluminio y cables de acero. Así mismo, el visor del casco estaba recubierto de una película de oro para que la radiación solar no dañara los ojos de los astronautas y ellos pudieran ver los objetos de su color natural.
De acuerdo con el experto, para la fabricación de los trajes, la Nasa abrió una licitación que, al final, fue ganada por dos empresas que se fusionaron: ILC Dover y Hamilton Standard, las cuales se tardaron alrededor de cinco años en terminar su tarea.
"Al final, el costo de cada traje fue de unos 400.000 dólares, que en los años 60 era una cifra considerablemente alta", destaca el experto, quien agrega que cada astronauta tenía tres trajes: uno principal, otro de reserva y uno de emergencia, todos a la medida.
De acuerdo con la Nasa, el A7LB pesaba unos 22 kilogramos, mientras que el sistema de soporte vital primario (PLSS, por sus siglas en inglés) podía llegar a los 26 kilogramos. Por eso, uno de los desafíos que enfrenta la exploración espacial humana en la actualidad está enfocado en el diseño de materiales cada vez más livianos, pero conservando la resistencia y la seguridad.
En este sentido, De León señala que los nuevos trajes espaciales cuentan con materiales como el kevlar, plásticos, aleaciones y las denominadas estructuras en forma de panal -inspirados en las viviendas de las abejas-. Además, dice, los avances también están orientados a tener mejor electrónica, con sensores muy precisos para conocer el estado de salud de los astronautas en cada momento de la exploración.
El sistema de soporte vital primario (PLSS)
Una de las características más reconocibles de los trajes espaciales, y en especial de los atuendos lunares, es su sistema de soporte vital primario (o PLSS, por sus sigla en inglés). Se trata de una estructura montada en la espalda de los astronautas a manera de mochila (de hecho, así también se la conoce en inglés: bagpack), la cual se encargaba, en pocas palabras, de mantener vivos a los astronautas: conservaba el oxígeno, removía el dióxido de carbono producido como desecho de la respiración y se encargaba del sistema de refrigeración de los astronautas. Gracias a este equipo (de 26 kg), los exploradores contaban con hasta ocho horas de autonomía para recorrer la superficie del satélite. El PLSS también les permitía a los astronautas proporcionar oxígeno y apoyo vital a un compañero en caso de emergencia.
Los 12 héroes que conquistaron la Luna
Las misiones del programa Apolo se diseñaron para que tres humanos viajaran a la vez. De los que fueron, solo 12 astronautas tocaron el satélite. El resto lo circunnavegaron. Accidentes, pruebas y alunizajes.
RAÚL JOYA - Director del Observatorio Astronómico de la Universidad Sergio Arboleda
Con el nombre de Apolo, dios de la mitología griega, fue bautizado el programa destinado a llevar al ser humano hasta la Luna. Las tripulaciones que realizarían la hazaña eran una prioridad para sacar adelante esta misión, para lo cual se seleccionaron 32 astronautas que debían probar, ejecutar y efectuar todos los pasos para cumplir el objetivo de caminar sobre el satélite natural.
Se diseñaron estas misiones para que tres humanos viajaran a la vez, seleccionados por sus altas calificaciones y rendimientos como pilotos de aeronaves, ya fueran de la Fuerza Aérea, de la Armada o similares. Sus funciones, en orden, serían la de comandante, piloto del vehículo orbital y piloto del vehículo lunar. De las nueve misiones que fueron hasta la Luna, solo doce astronautas tocaron la superficie Lunar. El resto solo la circunnavegaron antes de regresar a nuestro planeta.
El 21 de febrero de 1967, Estados Unidos da inicio a la prueba de funcionamiento de la cabina del Apolo 1, con un accidente mortal: fallece la tripulación compuesta por los astronautas V. Grissom, E. White y R. Chaffee. Apolo 2 y 3 no existieron, y las Apolo 4, 5 y 6 fueron lanzamientos de pruebas de partes que se realizaron sin humanos a bordo.
El Apolo 7, que partió el 11 de octubre de 1968, fue tripulado por W. Schirra, D. Eisele y R. Cunningham, probando con éxito alrededor de la Tierra el módulo de mando. La Apolo 8, el 21 de diciembre de 1968, logra el objetivo de ir y volver a la Luna sin aterrizar, con el comandante F. Borman, J. Lowell y W. Anders.
El Apolo 9, en marzo 3 de 1969, de nuevo realiza el ejercicio en órbita terrestre de probar acoplamientos entre los módulos lunar y de comando con los astronautas C. Conrad, D. Scott y R. Schweickart.
Posteriormente, Apolo 10 hace el viaje a la Luna con todas las pruebas, pero sin alunizar un 18 de mayo de 1969, con E. Cernan, J. Young y T. Stafford. La misión Apolo 11, con N. Armstrong, M. Collins y E. Aldrin, finalmente realiza el sueño del ser humano: poner su huella en la superficie lunar, el 20 de julio de 1969.
Las Apolo 12, 14, 15, 16 y 17 realizan exitosos viajes, recogiendo muestras y realizando experimentos. La Apolo 13 tuvo un accidente por una explosión en el módulo de servicio durante el viaje hacia la Luna y tuvo que abortar el alunizaje y luego regresar a la Tierra sin más problemas. Su tripulación estuvo conformada por J. Lowell J. Swigert y F. Haise. Las Apolo 18 y 19 se cancelaron.
Se recuerda con interés especial, en el mundo de los investigadores, la misión Apolo 17, con E. Cernan, R. Evans y H Schmitt, por incluir a este último, como al primer científico que viajaba en una misión. Geólogo de profesión, Schmitt -quien había trabajado desde 1965 en el desarrollo de instrumentos y el entrenamiento de astronautas para el reconocimiento del suelo y de las rocas lunares interesantes desde el punto de vista geológico- tuvo la oportunidad de caminar en la Luna en 1972. Analizó posteriormente parte de los 110 kg de material lunar que trajo consigo, y posteriormente entró a participar en política en Estados Unidos. Hoy está próximo a cumplir 84 años.
En la misión Apolo 16, de J. Young, K. Mattingly y C. Duke, llama la atención que en su último día en la Luna, Duke dejó en una bolsa transparente una fotografía a color de su familia que lo incluía a él junto a su esposa Dorothy y a sus hijos Charles y Thomas, con un mensaje y la fecha de abril de 1972. Luego, con su cámara tomó una imagen para el recuerdo, en la cual se aprecia hoy en día el contraste con el oscuro suelo Lunar. Vive en Florida con sus negocios personales.
Tal vez, el astronauta que más ha tenido exposición con el público y con los medios es Edwin 'Buzz' Aldrin, por ser el segundo humano que pisó la Luna siendo piloto del vehículo lunar del Apolo 11. Ha escrito libros que cuentan su experiencia de los viajes y discute la carrera espacial entre Estados Unidos y la extinta URSS; aun dicta conferencias y le gusta la ciencia ficción. Aunque sufrió problemas de alcoholismo que logró superar, tiene 89 años y vive en Los Ángeles.
Y Neil Armstrong, el primer humano en pisar la Luna, comandante del Apolo 11, fue el astronauta más aclamado en el mundo por cumplir con su deber ante su país y la humanidad; pero llama la atención que luego de su hazaña, se mantuvo con una vida discreta, viviendo en el campo, trabajando como profesor universitario, haciendo labores para la Nasa y realizando algunos negocios privados.
Le molestó siempre que muchas personas y empresas desearan sacar provecho económico de su nombre, de su firma, de sus palabras, hasta de su cabello cortado, que era ofrecido en venta. Falleció a la edad de 82 años en el 2012. Además de muchos reconocimientos y medallas, su nombre lo llevan muchos centros de investigación, calles y avenidas, como también un cráter a 50 kilómetros de donde alunizó.
Desmontando el supuesto fraude lunar
En pocas semanas se cumple medio siglo de la llegada a la Luna por parte de la misión Apolo 11, de la Nasa, y, desde ya, los conspiranoicos alistan sus armas. En esta nota, un científico desmonta sus teorías.
SANTIAGO VARGAS - Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional @astrosvd
Las luces de un estudio de grabación cerca de Las Vegas (Estados Unidos) se encienden y un equipo de utileros ultima detalles. Dos personajes inmersos en sus trajes espaciales se acercan al escenario principal y el director hace un llamado para que estén listos? cámara y acción. Se trata de la grabación cinematográfica de la llegada del hombre a la Luna, el 20 de julio de 1969.
Esta historia será recordada y mencionada en miles de conversaciones y comentarios en las próximas semanas, cuando se conmemore el medio siglo de esta hazaña de la humanidad. Los amantes de las teorías conspirativas tienen en esta versión su as bajo la manga cada vez que se habla de los supuestos engaños a los que estamos sometidos los ciudadanos por las principales agencias espaciales: 'nos ocultan que la Tierra es plana, que existen extraterrestres secuestrados en búnkeres donde son sometidos a exhaustivas pruebas para analizar su estructura y comportamiento, y que el ser humano jamás llegó a la Luna", alegan.
Estas son algunas de las conclusiones a las que llegan millones de incautos en el mundo, sin profundizar en la gran evidencia científica detrás de estos supuestos embustes. En pleno siglo XXI, las redes sociales se han encargado de que muchas de estas ideas tengan cabida en audiencias influenciadas por personas sin conocimiento en estos temas. Todavía hay gente para la cual el alunizaje fue un montaje a fin de demostrar la supremacía estadounidense en la carrera espacial, la cual se libraba con la otra gran potencia del momento, la Unión Soviética.
"Los hechos no cambian opine la gente lo que opine. Los aparatos que llevaron, las huellas, los reflectores láser seguirán estando en la Luna. La foto que despertó el sentimiento de conservación de la Tierra sigue existiendo", le respondieron hace un año el ministro de Ciencia español y el astronauta Pedro Duque al futbolista Iker Casillas, quien declaró en redes sociales su escepticismo frente al programa Apolo.
Volviendo a la teoría de la conspiración lunar, los astronautas habrían llegado al estudio de grabación, que contenía los elementos para simular la superficie lunar, luego de ser llevados desde la costa de la Florida. Allí, en Cabo Cañaveral, se encontraba la torre de lanzamiento con el imponente cohete Saturno V de 111 metros de longitud, al cual, ante los ojos del mundo, Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins se subían para su travesía por el espacio exterior. Luego, supuestamente, y sin que nadie se diera cuenta, los astronautas bajaron del cohete y emprendieron su viaje hacia Las Vegas, mientras el cohete salía de la Tierra para "esconderse" en una órbita baja.
Lo que no saben quienes defienden esta disparatada teoría es cómo surgió y se viralizó esta idea que medio siglo después sigue siendo el caballito de batalla de los conspiradores lunares. En 1974, después de que el comandante Eugene Cernan se convirtió en el último humano que ha pisado la Luna -a finales de 1972-, se publicó un libro titulado Nunca fuimos a la Luna, escrito por William Kaysing, quien se convirtió en el padre del fraude lunar.
Kaysing no tenía formación científica, pero encontró respaldo en el público argumentando que había trabajado para la Nasa. En realidad fue empleado, hasta 1963, de una de los cientos de empresas subcontratadas por la agencia espacial para desarrollar sistemas de propulsión de sus cohetes, aunque Keysing trabajaba en la parte editorial de la compañía, alejado de labores técnicas y de ingeniería.
El mismo año de la publicación, el presidente de EE. UU., Richard Nixon, dimitía después del escándalo de Watergate, que sacó a la luz actividades ilegales que involucraban a funcionarios del gobierno. Como la confianza de los ciudadanos en las instituciones era baja, las conspiraciones estaban a pedir de boca, incluidos los asesinatos de Martin Luther King y los hermanos Kennedy, que habían ocurrido hacía pocos años. Había un ambiente de desconfianza muy propicio para que el 'timo' de la llegada a la Luna fuera la cereza del pastel conspiratorio.
La aventura lunar terminaría, según Kaysing, con el reingreso del módulo lunar y los astronautas a bordo, lanzado desde un avión, y el amarizaje en el Pacífico ante la mirada de miles espectadores, concluyendo así ocho días de travesía.
A los pocos años, Kaysing cambió su versión, ya que era insostenible rebatir a los cientos de radioaficionados que captaron las señales que transmitió la nave y calcularon su posición. Entre ellos, muchos soviéticos, quienes habrían sido los primeros en desenmascarar el supuesto fraude norteamericano al desbancarlos en la conquista de la Luna, aunque, por el contrario, reconocieron el éxito del Apolo 11 y el triunfo norteamericano.
Así se desmontan fácilmente algunas teorías
La bandera ondea, pero allí no hay aire. No hay aire pero sí gravedad, y la bandera se mueve cuando la manipulan los astronautas. De hecho, al no haber resistencia con el aire, queda moviéndose más tiempo en el vacío que en la atmósfera terrestre.
No se ven las estrellas en las fotos.
Cualquiera que haya experimentado con una cámara fotográfica sabrá que no se adaptan a los cambios de iluminación como lo hace el ojo humano, y no pueden capturar al mismo tiempo el débil brillo de las estrellas y la imagen de un astronauta o el brillante suelo lunar. Se requiere un tiempo de exposición diferente en cada caso.
Sombras y brillos en el suelo lunar por la escenografía.
La realidad es que lo único que puede relacionar estos efectos con un estudio de grabación es que en el alunizaje, tanto el módulo lunar como los trajes de los astronautas, los equipos, la superficie de la Luna e, incluso, la propia Tierra actuaron como los reflectores y pantallas blancas con las que se varía la iluminación en los estudios cinematográficos.
No se ve la bandera o las marcas dejadas en la Luna.
Se necesita un telescopio con un espejo de más de 100 metros de diámetro para poder ver estos detalles sobre la Luna; sin embargo, los satélites que están allí orbitándola sí pueden hacerlo. Las primeras fotos en que se vieron los instrumentos y las huellas de los vehículos las tomó la sonda Chandrayaan-1, en el año 2009.
Las personas implicadas en el programa lunar ocultaron información.
La sola idea de una conspiración mundial para ocultar el supuesto fraude hubiera implicado callar a casi medio millón de personas involucradas de una u otra forma con el programa espacial que nos puso en la Luna, un costo posiblemente más elevado que el de la propia misión.
EL ÉPICO VIAJE A LA LUNA
DOCUMENTAL LA LUNA QUÉ LLEGÓ A NOSOTROS
El horizonte de la imaginación
JUAN DIEGO SOLER, astrofísico. Investigador del Instituto Max Planck de Astronomía.
Además de los 50 años de los primeros pasos de los humanos en la Luna, este año se cumplen 500 años de la primera vuelta al mundo. Cinco siglos desde que Fernando de Magallanes, encargado por el rey Carlos I de España para encontrar una ruta occidental hacia las islas de las Especias (hoy islas Molucas en Indonesia), partió desde el puerto de Sevilla al mando de una flota de cinco navíos y 270 hombres. Tres años después, solamente 18 de ellos, liderados por Juan Sebastián Elcano, regresaron a España en la nao Victoria para sellar lo que fue la primera circunnavegación de la Tierra.
Cada vez que usted usa un celular o prende un televisor está disfrutando de las rutas que para los contemporáneos de Magallanes eran completamente desconocidas e inimaginables. Probablemente está viendo estas palabras en un dispositivo ensamblado en China con componentes electrónicos procesados a partir del coltán que viajó hasta allí en un barco desde Brasil, Australia o la República Democrática del Congo.
Pero si quiere poner a alguien en apuros, pregúntele a un peatón desprevenido quién es Juan Sebastián Elcano o cuál es el nombre de cinco elementos químicos que hacen que funcione un celular. Las fronteras de la imaginación para nuestros ancestros son la cotidianidad para nosotros, son el pedestal en el que existe la sociedad moderna, un privilegio invisible.
Hoy al irar la proeza tecnológica y humana que fue el viaje del Apolo 11, el viaje a la Luna parece un pedestal separado. El hecho de que los humanos no hayamos regresado allí desde 1972 lo hace ver inalcanzable y para muchos increíble. Pero lo cierto es que vivimos en el mundo que se forjó en la carrera por llevar a unos individuos de nuestra especie a caminar en la superficie de ese objeto que aparece en el firmamento en la mayoría de las noches del año. Nuestra vida está ineludiblemente ligada a las actividades en el espacio y esas actividades son la herencia de la vertiginosa aceleración de la exploración espacial en la década de 1960, cuyo logro más visible cumple esta semana 50 años.
La herencia de las misiones Apolo es mucho más que las herramientas inalámbricas, los lentes de policarbonato, los sistemas de comunicación satelital, las espumas con memoria, las suelas de absorción de impacto, los detectores de humo, los filtros de agua o las innumerables invenciones que hicieron posible la travesía. Mucho más incluso que el retro-reflector que el Apolo 11 dejó en la Luna y que aún hoy permite medir su posición con respecto a la Tierra o las muestras geológicas que nos han aproximado a reconstruir la historia de nuestro único satélite natural.
En las cinco décadas desde el primer alunizaje, los humanos hemos adoptado las órbitas de entre 200 y 35 mil kilómetros de la superficie de la Tierra como una zona crucial para las nuestras actividades, permitiendo, por ejemplo, monitorear la productividad del suelo cultivable del que dependen millones de personas, medir las emisiones de gases que afectan la salud de los millones de habitantes de una ciudad, predecir la trayectoria de un huracán o simplemente ver en vivo una etapa del Tour de Francia.
Para los millones de individuos que nacimos y crecimos en un mundo en el que los humanos ya habían caminado sobre la Luna, el espacio es un lugar infinitamente menos misterioso. Nos hemos asomado a otros planetas y hasta hemos rozado el confín del Sistema Solar gracias a las sondas robóticas que sucedieron a los extraordinarios humanos pioneros del espacio. Desde el año 2000, la Estación Espacial Internacional mantiene la presencia humana en el espacio de forma permanente y con cada misión aprendemos más sobre los tremendos desafíos que presenta el espacio para la salud de los humanos que se aventuran a explorarlo.
No hemos regresado a la Luna, pero el alunizaje sigue siendo la demostración de lo mejor de nuestra especie. Hizo falta lo mejor de nuestro sistema educativo, lo mejor de nuestra industria y lo mejor de nuestra creatividad para que el célebre paso de Neil Armstrong fuese posible. Por eso se invoca el salto a la Luna cuando enfrentamos los desafíos más urgentes y complejos: curar el cáncer, entender el cerebro y hoy -con tremenda urgencia- enfrentar la emergencia climática. A lo mejor, si estamos a la altura de estas circunstancias, nuestra sociedad podrá sobrevivir para que en 500 años nuestros descendientes recuerden la travesía de Magallanes y Elcano. Para que un peatón desprevenido pueda recordar el tiempo en que dar una vuelta al mundo o dar un paso en la Luna dejó de ser el horizonte de la imaginación.
LOS COHETES MÁS PODEROSOS DEL MUNDO


¿Cómo serán los próximos 50 años de la exploración espacial?
Este sábado se conmemora medio siglo del primer paso de Neil Armstrong sobre la Luna. La proeza, que ha sido recordada a lo largo de este año por los entusiastas de la astronomía en todo el globo supuso el inicio de una nueva era en la exploración del espacio y permitió la creación de innumerables tecnologías de amplio uso en la actualidad.
El programa Apolo, desarrollado por la Nasa para llevar a 12 astronautas a la superficie lunar entre 1969 y 1972, culminó con la misión Apolo 17, la única que contó entre sus tripulantes con un científico, el geólogo Harrison Schmitt. El resto de la tripulación estuvo conformado por Ronald Evans, piloto del módulo de comando, y Eugene Cernan, el comandante y el último humano en abandonar la Luna.
A partir de ese momento, la Nasa utilizó su poderoso cohete Saturno para las misiones Skylab y Apolo-Soyuz. La primera tuvo como objetivo la construcción de la primera estación espacial estadounidense, y la segunda acoplar la nave de este país con la cápsula soviética Soyuz, un evento con un claro tinte político y mediante el cual se pretendía dar una muestra de paz entre Estados Unidos y la Unión Soviética en medio de la Guerra Fría.
Después, la Nasa redujo su presupuesto considerablemente y detuvo la producción del Saturno V para enfocarse en el desarrollo de una nueva nave espacial reutilizable: el transbordador espacial, que funcionó desde 1981 hasta el 2011 y se utilizó para la construcción de la Estación Espacial Internacional.
Luego de finalizar este programa, la Nasa comenzó a contratar los envíos de sus astronautas con la agencia espacial rusa, Roscosmos, que aún cuenta con sus naves Soyuz. Desde entonces, compañías privadas de exploración espacial como SpaceX, Blue Origin y Virgin Galactic han ganado buena parte del protagonismo dejado por la Nasa en la arena espacial, y los expertos coinciden en que en el futuro, a diferencia de lo sucedido durante la carrera espacial de los 60, el ambiente será de cooperación y trabajo colaborativo entre las distintas agencias. Además, se vislumbra un rol cada vez más fuerte de las mujeres.
En mayo de este año, Jim Bridenstine, de la Nasa, anunció que la próxima misión espacial estadounidense a la Luna será en el 2024 y se denominará Artemisa, en alusión a la diosa de la Luna, hija de Zeus y hermana gemela de Apolo en la mitología griega. “Este programa va a permitir a una nueva generación de niñas verse de tal forma que no lo habrían logrado de otra manera”, dijo el funcionario.
“El papel de las mujeres afiliadas a la Nasa ha variado con el tiempo, pasando de trabajos istrativos a tener roles protagónicos, en este caso abarcando los proyectos espaciales venideros. Ser astronauta fue un trabajo exclusivamente masculino durante mucho tiempo, pero, afortunadamente, eso está cambiando. Si bien la primera caminata espacial de solo mujeres –hace algunos meses– en la Estación Espacial Internacional no comenzó con el pie derecho, ya que fue cancelada por no tener trajes adaptados a la anatomía femenina, hoy ya se han logrado muchos otros hitos para las mujeres astronautas”, asegura María Gracia Batista, coordinadora del Observatorio Astronómico de la Universidad de los Andes.
Batista agrega que un ejemplo de esto es que el número de mujeres itidas en el programa espacial ha aumentado, especialmente en relación con la cifra total de aspirantes a astronautas. “Según datos del 2017, de las 22 cohortes de formación del programa espacial, se habrían graduado 56 astronautas mujeres (casi el 20 por ciento del total)”, indica.
“Cada vez, los espacios están más abiertos para la participación femenina en esta carrera espacial a nivel mundial. Llevar una mujer a la Luna, con la misión Artemisa, será una hazaña tremenda, muy significativa, aunque el verdadero plan a mayor escala es llevar hombres y mujeres a Marte. Esta carrera espacial se hace, literalmente, un paso a la vez; lo importante es pisar firme y, en lo posible, con ambos pies para que esa igualdad nos lleve lejos como especie y como equipo”, apunta Batista.
Las naves del futuro
Julián Arenas, coordinador del programa de ingeniería aeroespacial de la Universidad de Antioquia, considera que en el futuro, la exploración espacial seguirá siendo liderada por Estados Unidos, pero ya no desde su agencia espacial oficial, sino desde las compañías privadas que trabajan incansablemente con el objetivo de que los lanzamientos espaciales sean cada vez más baratos y eficientes.
“En el corto plazo, hasta dentro de unos 30 años, seguiremos viendo el abaratamiento de esta industria; habrá un claro crecimiento del transporte espacial, con cohetes que van a llevar toda una serie de aplicaciones de la comercialización, principalmente a la órbita baja terrestre, dejando a las agencias espaciales un rol más de centros de investigación. Los cohetes Falcon Heavy y Big Falcon Rocket, de SpaceX, mandarán la parada, seguidos del New Glenn, de Blue Origin, que viene con un paso más lento pero firme en la construcción de cohetes”, sostiene Arenas.
Asimismo, explica que estas naves tendrán un largo alcance comercial y científico que incluye el regreso a la Luna para instalar una base permanente y con miras a la meta definitiva, que consiste en la misión tripulada a Marte.
En este escenario no hay que olvidar el Space Launch System (SLS), la principal apuesta de la Nasa. Con sus más de 100 metros de altura y una capacidad de carga superior a las 130 toneladas, será lo más parecido al Saturno V, capaz de elevar hasta 140 toneladas. Entre sus principales características, el SLS tendrá la posibilidad de armarse en diferentes configuraciones, según se quiera enviar humanos o carga al espacio. Aparte de volver a llevar tripulaciones a la Luna, con este cohete la Nasa buscará poner a los primeros humanos en suelo marciano.
“Del 2050 para adelante, seguramente tendremos las primeras campañas de explotación de recursos naturales y minería más allá de la Tierra, por ejemplo, en la Luna, donde hay una cantidad de minerales que podrían llegar a ser de utilidad. Asimismo, se estima que las nuevas alternativas de propulsión, como la nuclear y de plasma, que actualmente están en desarrollo, permitan viajes interplanetarios en mucho menos tiempo, dice Arenas.
CRÉDITOS
Concepto gráfico, infografía e investigación:
Sandra Rojas y Katherine Orjuela.
Equipo de diseño y desarrollo multimedia:
Claudia Cuadrado, Sebastián Márquez, Giovany Ariza.
Redacción de textos principales:
Nicolás Bustamante, periodista de Ciencia de EL TIEMPO.
Maquetación:
Giovany Ariza.
Ilustración de traje espacial:
Juan Soriano.
Guion video y traducciones:
Maru Lombardo.
Realización audiovisual y documental:
Richard León, Manuel Alzate, Maru Lombardo, Claudia Cuadrado, Edwin Caicedo, Yomaira Grandett y John Montaño.
Jefe de Diseño−EL TIEMPO:
Sandra Rojas.
Editora de Vida−Ciencia EL TIEMPO:
Adriana Garzón.
Editor de Especiales Multimedia−EL TIEMPO:
José Alberto Mojica.
Asesor científico:
Santiago Vargas, Ph. D. en astrofísica. Observatorio Astronómico Nacional
Agradecimientos:
David Tovar, Grupo de Ciencias Planetarias y Astrobiología de la Universidad Nacional.
Germán Puerta, divulgador científico de Planetario de Bogotá. Observatorio Astronómico
Nacional. Julian Mauricio Arenas, coordinador Ingeniería Aeroespacial Universidad de
Antioquia; Jorge I. Zuluaga, profesor titular de Física y Astronomía Universidad de
Antioquia; Juan Diego Soler, astrofísico, investigador del Instituto Max Planck de
Astronomía. Raúl Joya, director del Observatorio Astronómico de la Universidad Sergio
Arboleda. Observatorio Astronómico de la Universidad de los Andes.
Fundación
Patrimonio Fílmico Colombiano
Imágenes:
AFP. NASA. Agencia Espacial Europea. Archivo EL TIEMPO.
Fuentes:
NASA.
Libro ‘Un pequeño paso para un hombre’, de Rafael Clemente.
Musicalización:
Audionetwork
Álbum: ‘SPACE PIONEERS’.