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‘Usted no sabe quién soy yo’, afirma el bazo

Este órgano se reconoce como una parte importante del sistema de defensas. Entrevista.

El bazo se reconoce como una parte muy importante del sistema de defensas.

El bazo se reconoce como una parte muy importante del sistema de defensas. Foto: EL TIEMPO

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“Usted no sabe quién soy yo”, dice el bazo con tono resignado, mientras insiste en que solo cuando hay un accidente o una enfermedad que lo ponga en evidencia, la gente se percata de su presencia.
Aunque afirma que es un órgano esencial para el buen funcionamiento de las defensas, no deja de quejarse por considerar que no tiene la publicidad ni el rating que en el organismo muestran otros órganos que, a su juicio, son un poco más simples.
“Dele una visita al corazón, por ejemplo, y notará que es una muy buena bomba de músculo, pero nada más”, dice con ironía el bazo, a la par que acepta que hablemos un rato.
Tranquilícese y díganos quién es usted.
Soy un órgano formado por sangre y células. Esencialmente, glóbulos blancos, de esos llamados linfocitos. Estoy domiciliado en el abdomen, arriba, al lado izquierdo y debajo de las costillas, y un poquito a la derecha del estómago. Soy rosadito, en estado normal peso hasta 250 gramos y en esa condición nadie me puede palpar. Pero cuando me afecto por alguna enfermedad, puedo crecer mucho y pesar hasta cuatro kilos, por lo que ahí sí me hago visible y palpable, por debajo de las costillas.
¿Y usted juega solo o es parte de un equipo?
A ver... para su información, soy parte del sistema linfático y una estación muy importante del sistema inmunológico. Es decir, de las defensas que lo protegen contra muchos ataques a usted. Así que no se equivoque.
Ah, yo creía que usted era el cementerio de los glóbulos rojos viejos...
No solo usted lo piensa. Es más, el mismo Aristóteles daba por hecho que yo no hacía nada, y luego me responsabilizaron hasta de la melancolía; pero, sepa, tengo tareas mucho más importantes.
¿Como cuáles?
Pues, para que se entere, respondo por gran parte de las defensas no solamente con células, sino también con anticuerpos. Por ejemplo, puedo fabricar sustancias para enfrentar virus o bacterias que lo agreden, como inmunoglobulina M, opsoninas, tuftina y propertina, además de madurar y entrenar un ejército de linfocitos para la pelea contra intrusos. ¿Cómo le quedó el ojo?
¿Y cómo es el asunto de los glóbulos rojos?
Pues, para que se entere, durante la gestación soy la principal factoría de glóbulos rojos para el feto, una gran tarea que después del nacimiento se la cedo a la médula ósea. Claro. De allá los recibo inmaduros y me encargo de adecuarlos y prepararlos, para que se pongan en forma y vayan a cumplir su función de transportar oxígeno.
¿Y es verdad que los destruye?
No lo tome a mal, pero los glóbulos rojos se envejecen, y cuando ya no funcionan soy el encargado de sacarlos de circulación. Mejor dicho, los destruyo y me quedo con las partes, especialmente con el hierro, por lo que soy como una especie de siderúrgica que pone a disposición este metal, cuando lo necesita. Pero, bueno, también permito que aquí se hospeden muchas plaquetas, que están listas para salir a detener una hemorragia, y los macrófagos, listos a comerse las bacterias cuando sea menester.
¿Y qué males lo afectan?
Pues, me puedo inflamar por culpa de algunas enfermedades, principalmente del sistema linfático. También, por infecciones, ataques de bacterias o virus como el sida, linfomas, algunas enfermedades de la sangre por males que afectan a mi vecino el hígado, o cuando hay insuficiencia cardiaca. Ah, le recuerdo que mi inflamación se llama esplenomegalia.
Pero algunas veces lo retiran del cuerpo...
Sí. Eso se llama esplenectomía, lo cual es frecuente cuando me rompo por traumas; principalmente en accidentes de tránsito.
¿Y sin usted se puede vivir?
Su organismo se adapta a que yo no esté, porque algunos parientes míos, como el hígado y los riñones, cumplen mis funciones. Pero, eso sí, está más expuesto a sufrir algunas infecciones.
¿Y cómo lo cuido?
La verdad, cuidados no necesito mucho. Que lleve una vida sana es suficiente.
¿Es verdad que usted duele cuando uno corre?
Eso es pura carreta. Siempre me calumnian con eso. Ese dolor es porque el estómago irrita el diafragma y produce esa molestia. A mí no me culpen más por esas cosas.
Por último, ¿por qué le dicen esplenio?
Porque en la Antigüedad, cuando me crecía en algunas personas, les ponían una faja o una venda, que en griego significa splénion. De ahí mi nombre. Tanto que en inglés me conocen como spleen.
Y en otros vertebrados, ¿usted qué viene siendo?
Pues, la pajarilla, creo.
CARLOS F. FERNÁNDEZ 
ASESOR MÉDICO DE EL TIEMPO
En Twitter: @SaludET

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