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La vida de una médica colombiana en la guerra de Ucrania
EL TIEMPO habló con Diana Galindo, médica colombiana que trabaja con Médicos sin Fronteras.
La invasión rusa de Ucrania empezó el 24 de febrero de este año y tan solo unos días después distintas organizaciones médicas y humanitarias internacionales enviaron personal para apoyar y atender a la población. Cinco secciones de Médicos Sin Fronteras (MSF) han estado presentes en varias ciudades ideando estrategias para solventar las labores del sistema de salud y robustecer la atención sanitaria en el país.
Al respecto, EL TIEMPO habló con Diana Galindo, médica colombiana que trabaja con la sección sa (O) de la organización y estuvo presente asistiendo a la población desde los primeros días del conflicto.
Pertenezco a Médicos Sin Fronteras y algunas secciones de la organización estaban presentes desde hace varios años en Ucrania. MSF ya hacía presencia en el territorio con programas enfocados en tratar enfermedades crónicas. En el Donbás, más específicamente, estuvimos presentes en 2014 y 2015. Las actividades se concentraron en proyectos regulares de a la salud y esto facilitó que cuando empezó el conflicto este año pudimos llegar rápidamente. Se tenía todo en regla –istrativamente hablando–, conocíamos a la población y entendíamos cómo funciona el sistema de salud en el país.
¿Cuánto tiempo le tomó llegar al país?
Todo esto empezó un jueves y el lunes ya habíamos llegado los primeros equipos a Ucrania. Somos cinco secciones y cada una tiene su especialidad. Las dos secciones que ya estaban presentes tenían la ventaja de tener ciertos programas sanitarios, pero tuvieron que pararlos para adaptarse rápidamente a las necesidades del momento.
Estoy en la sección sa y nosotros nos encargamos de cuestiones específicas como la traumatología, la fisioterapia, la rehabilitación y la salud mental. En este momento estamos haciendo programas de rehabilitación y acompañando al sistema de salud ucraniano que, desafortunadamente, no contempla la fisioterapia como la conocemos. Son casi 120 fisioterapeutas que para un país en guerra no era mucho. Entonces en MSF Francia nos enfocamos en el acompañamiento de rehabilitación, cirugía de guerra y trauma de guerra porque todo lo que clasificaban en Ucrania como “trauma de guerra” lo remitían a otros países de Europa. No habían desarrollado este tipo de competencias y con la guerra el nivel de heridos era enorme.
. Foto:Médicos Sin Fronteras
¿Cómo es el ejercicio médico con los heridos de guerra?
Es un acompañamiento muy largo, porque una vez estás fracturado o amputado, luego vienen meses y meses de procedimientos. Ellos tienen que pasar al bloque operatorio, les tienen que reajustar el fijador externo o les tienen que readaptar una amputación, remodelarla y demás. Y mientras esto sucede tienen que estar haciendo fisioterapia. Puedes tener un paciente que necesite fisioterapia tres meses o uno que requiera años. Además, quienes tienen amputaciones luego necesitan una prótesis y requieren también acompañamiento mediante programas de largo término que involucran un componente de salud mental porque no es fácil para estas personas lidiar con la manera en la que se han causado estas heridas o aceptar que tendrán una nueva necesidad en discapacidad.
¿Y qué pasa con los pacientes que tienen otras enfermedades?
Varias secciones trabajamos también en clínicas móviles que son como las brigadas de salud que conocemos en Colombia porque el sistema de salud –sobre todo los primeros meses– colapsó completamente debido al esfuerzo de guerra por tratar a los heridos que provocó la paralización de la atención primaria. Entonces hubo un esfuerzo de todas las secciones por hacer clínicas móviles tanto en sitios de desplazados internos como en lugares un poco más recónditos. Intentamos sobre todo acceder a gente que se había quedado en sus hogares y era vieja. También llegamos a territorios que habían estado bajo la ocupación. En el momento en que se retiraron los rusos fuimos a atender a estas poblaciones que llevaban meses o semanas sin haber recibido ninguna asistencia médica.
La salud mental es lo primero que se afecta en la guerra. ¿Cómo se actúa en este campo?
En cuanto a salud mental, en Ucrania no tienen mucha experiencia en traumas de guerra. Todo lo que es salud mental es muy patológico. Si te sientes mal, tendrás un diagnóstico como ‘depresión’, te hospitalizan y tienes un tratamiento de seis meses con antidepresivos en el hospital. No tienen un enfoque en la terapia psicológica porque su formación históricamente ha sido así. Entonces en ese sentido vemos una plusvalía importante de nuestra parte y nos enfocamos mucho en integrar la salud mental en todas las actividades que realizamos.
El personal de salud también puede afectarse emocionalmente, ¿qué pasa con ellos?
Los cuidados y consultas en salud mental que hacíamos eran para la población, pero también teníamos un pilar enfocado en los profesionales de la salud. En muchos lugares hacíamos una brigada en salud mental para la población en la mañana y en la tarde, por ejemplo, tratábamos a la gente del hospital. Esto era bajo el pedido de ellos mismos. Muchas veces llegábamos al hospital y le preguntábamos al personal cómo estaban o qué necesitaban y nos respondían: “Necesitamos psicólogos, para mí primero y luego para los pacientes porque ya no puedo más”.
Vemos una plusvalía importante de nuestra parte y nos enfocamos mucho en integrar la salud mental en todas las actividades que realizamos.
¿Cómo se prioriza la atención en salud mental si muchos la necesitan?
Era muy diciente la necesidad de salud mental. Eran bastante fuertes el tipo de consultas que hacían nuestros psicólogos –y los nacionales también–, entonces nos enfocamos en no solo tratar a la población, sino en cuidar a los cuidadores. Muchos de ellos estaban cerca del burnout. Y es que durante los primeros meses, con la adrenalina tú piensas que no va a durar la situación y lo das todo, pero llega un momento en que ya no puedes más. Afortunadamente, integramos rápido este tipo de cuidados en nuestras operaciones porque hubo mucha gente dispuesta a dejarlo todo. En algunos lugares vimos que el personal se estaba yendo del puesto, del hospital.
El abastecimiento de insumos sanitarios sin duda se vio afectado, ¿cómo se manejó eso?
Se hicieron importaciones enormes. Yo jamás había visto tantos suministros llegando a un país. Nunca. Había un paro completo en las cadenas de suministros. Los medicamentos no podían entrar al país a través del circuito común y muchas de las fábricas que ellos tienen de medicamentos estaban en zonas de guerra u ocupación, entonces dejaron de funcionar. Todas las ONG, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) trajeron muchísimos suministros al país. Se hacían importaciones por otras vías y logramos balancear un poquito las dificultades. Ahorita la situación está mucho mejor, pero siempre hay ciertos medicamentos y ciertas moléculas que son un poco difíciles de encontrar. Al menos, por nuestro lado, tratamos de mantener la vigilancia de los medicamentos, que son los más sensibles y que estamos seguros de que son necesarios porque el sistema de salud en Ucrania ya no los tiene.
En medio de la guerra, ¿cómo se evacúan los heridos y la población vulnerable?
Dos secciones de MSF nos unimos para evacuar dos tipos de población diferente. La primera eran heridos de guerra, sobre todo civiles, aunque no necesariamente heridos, también podían tener otras enfermedades o estar descompensados. Teníamos a disposición un tren viejito, lo cual ayudó porque lo que hicimos fue desmontar las sillas y poner camillas y camas de hospital, incluyendo camas de cuidados intensivos. Teníamos dos trenes. Uno era para cuidados intensivos, que tenía unas 20 camas con todo montado: el respirador, la jeringa automática, todo lo que necesitabas, y el segundo tren era un poco más light, por así de decirlo, porque estaba asignado para gente que no era fácil de mover.
Y en ese tren más ‘light’, ¿quiénes viajaban?
Ucrania es muy grande y tienen una buena red ferroviaria; entonces aprovechamos que eso estaba a nuestra disposición y lo que se hizo fue que en este segundo tren pusimos también a población vulnerable. Lo que entendemos por población vulnerable son básicamente personas que viven en ancianatos en zonas cercanas a la línea fronteriza o personas que vivían en albergues y que padecían alguna discapacidad mental o crónica. Cuando explotó el conflicto, esta gente quedó atrapada en estos lugares porque no son fáciles de movilizar. A ellos los pusimos en el segundo tren y los evacuamos de las ciudades que estaban cerca de la línea fronteriza o que estaban cerca de reactores nucleares o tensiones de bombardeos y los dejamos en zonas más tranquilas del oeste o del centro del país.
Diana Galindo, Coordinadora médica en Ucrania. MSF Foto:Médicos Sin Fronteras
¿Cómo se enfrentan las solicitudes en salud distintas a las derivadas de la guerra?
Teníamos muchísimos pedidos de cuidados básicos y salud primaria. Aquí hay que pensar en diabetes, hipertensión, hipotiroidismo y también salud sexual y reproductiva porque si bien muchas mujeres se movieron, muchas otras se quedaron en el país y, en este momento, una gran parte del personal de salud son mujeres que se quedaron en sus puestos porque era un esfuerzo de guerra que se pedía. Esto lo integramos en las brigadas de salud y las focalizamos en cuidados de salud mental, enfermedades crónicas y salud sexual y reproductiva.
¿Sus acciones, más allá de la guerra, aportan al sistema de salud en Ucrania?
Sí, la idea también es que sea una oportunidad para que el sistema de salud en Ucrania se reinvente y tenga fortalezas en salud mental o fisioterapia. Esto también lo hacíamos con el objetivo de dejar algo en el país, entonces esperamos que luego de la emergencia quede un poco de nuestro trabajo a largo plazo.
¿Cómo está el sistema de salud en Ucrania?
En cuanto a la salud en atención primaria, la cosa está mejorando un poquito. Todos nos hemos estado adaptando a los cambios que ellos mismos (los ucranianos) están haciendo y aportamos donde podemos agregar algo más, una plusvalía. Hay que tener en cuenta que la situación depende mucho de cada ciudad. Si estás en Kiev, encuentras ciertos servicios de salud. Obviamente, el tema de cirugía estaba saturado, pero en general podías ir al médico, ir a hacerte un examen, con tiempos de espera más prolongados que antes. Por otro lado, si vas a una ciudad como Nicolaiev, no vas a encontrar nada a menos que sea de extrema urgencia. Algo cierto es que todas las regiones del oeste tienen los sistemas saturados y es un problema que el Ministerio de Salud en Ucrania y las ONG estaban tratando de resolver.