Es verdad que antes de la pandemia las personas ya les dedicaban varias horas de su día a las pantallas. Y es que no solo el trabajo se hace con computadores, sino que el ocio y el entretenimiento también depende de televisores, celulares o tabletas.
Luego de pasar un año en el que el teletrabajo y el telestudio fueron protagonistas, varias actividades que antes se hacían de manera presencial pasaron al plano digital.
En su justa medida, el uso de aparatos tecnológicos no tendría por qué ser perjudicial, pero, en exceso, según varios expertos consultados por EL TIEMPO, tiene implicaciones en la salud física y mental de las personas.
Según Nair Yanneth Díaz Delgado, coordinadora del Servicio de Terapias del Hospital Universitario de la Samaritana, son muchos y muy variados los males corporales que pueden llegar a padecerse por pasar largas jornadas del trabajo en frente del computador.
Lo primero, explica Díaz, es “un síndrome de desacondicionamiento físico, como consecuencia de la quietud. Esto trae una disminución de la resistencia cardiopulmonar y se debilitan los músculos, en general”.
La experta advierte que, si no se hacen actividades físicas constantes, este sistema de trabajo, a largo plazo, puede producir obesidad. “La grasa abdominal es un indicador de riesgo cardiovascular altísimo. La quietud, además, disminuye el retorno de sangre de las piernas hacia el corazón, y eso puede causar enfermedades como la tromboflebitis”, añade.
Eso sin tener en cuenta los daños musculares y óseos causados por la repetición de movimientos. Díaz comenta que “incluso pueden darse problemas de columna”.
Otro aspecto del cuerpo que evidentemente se ve afectado por la exposición a las pantallas es el ocular.
Cuidado con los ojos
Para conocer qué riesgos se corren en este sentido, EL TIEMPO consultó al doctor Germán Figueroa, médico cirujano oftalmólogo, especialista en córnea y profesor de la Universidad de la Sabana. Figueroa resalta que “a pesar de que las pantallas cada vez tienen más regulaciones de seguridad y de que no emitan luces ultravioletas, exponerse a ellas prolongadamente puede causar el síndrome del ojo seco”.
Este mal, cada vez más frecuente, tiene origen en el hecho de que “la luz de estas pantallas interfiere en el reflejo natural del parpadeo. La disminución de la frecuencia y la calidad del parpadeo, por estar muy concentrado en la pantalla, por ejemplo, aumenta la evaporación de la humectación de los ojos, que se ponen rojos y arden”, explica Figueroa.
Esto puede presentarse en personas de todas las edades, pero, según explica el doctor, los niños corren riesgos incluso mayores.
“Se sabe que los ojos tienen un proceso de crecimiento muy preciso: un niño tiene el ojo de unos 16 milímetros y debe crecer hasta los 22 o 23. Ese crecimiento se puede ver afectado por aumentar los periodos de trabajo de visión cercana, porque el humano evolucionó para ver de lejos, no de cerca, para cazar y sobrevivir. La vida moderna ha afectado eso, y eventualmente este problema se traduce en miopía en los niños”, sentencia Figueroa.
Su recomendación es pasar la mayor cantidad de tiempo al aire libre, practicando deporte y así ejercitando la vista de lejos.
En general, para evitar que todos estos daños se causen, los especialistas coinciden en resaltar la importancia del ejercicio físico, de la buena alimentación y de las pausas.
No menos importantes son los daños que pueden llegar a provocarse en el ámbito de la salud mental y emocional de las personas.
Esto puede afectar la capacidad de generar ideas críticas sobre la realidad, sobre la propia vida o, incluso, sobre el trabajo. De hecho, también puede afectar la creatividad
De hecho, según Rodrigo Córdoba, psiquiatra y jefe del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Rosario, en un escenario muy negativo, “a largo plazo, una rutina en la que se esté expuesto a las pantallas por largas jornadas puede favorecer cuadros depresivos o de ansiedad”.Pero antes de llegar a ese extremo hay otros síntomas que se manifiestan con más facilidad y que es posible evitar si se adquieren ciertos hábitos.
Descanso para el cerebro
Angie Paola Román Cárdenas, doctora en psicología clínica y docente de las universidades Santo Tomás y Javeriana, explica que alguien que, por diferentes circunstancias, deba estar largas horas haciendo cierta tarea frente a una pantalla “está sometido niveles de estrés muy altos que pueden producir irritabilidad”.
La experta agrega que “los espacios de dispersión, de silencio son necesarios, pues su ausencia provoca una sobrecarga neuronal que, a su vez, evita que haya momentos de descanso. Es como si el cerebro no se pudiera desconectar de sus labores. Luego, en las noches, será difícil conciliar el sueño. Ahí se crea la paradoja: la persona estará agotada, y aun así no podrá dormir”, advierte la doctora.
Los espacios de dispersión, de silencio, son necesarios, pues su ausencia provoca una sobrecarga neuronal que, a su vez, evita que haya momentos de descanso
Y es que, si no se fomenta otro tipo de espacios separados del deber frente al computador, “el agotamiento del cerebro es tal que impide que la persona se concentre en otras cosas. Esto puede afectar la capacidad de generar ideas críticas sobre la realidad, sobre la propia vida o, incluso, sobre el trabajo. De hecho, también puede afectar la creatividad”.
Román aporta una recomendación de la que poco se habla: las pausas activas mentales y emocionales. “Las pausas activas físicas están bien, pero también debería haber pausas activas para el cerebro”.
Para lograr esos descansos, la doctora explica que “los ejercicios de respiración pueden ser una opción. Pero yo recomiendo que, una vez se acabe el trabajo, las personas se alejen de las pantallas, que no sigan ahí conectadas, así sea en otras actividades.
"Es importante respetar los horarios de la familia, dejar reservadas las horas de comida para compartir con las personas con las que se vive. El autocuidado no solo es corporal”, concluye la doctora.
MATEO ARIAS
REDACCIÓN DOMINGO
@mateoariasortiz