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'Hubiera preferido seguir en la sombra', Laura Sarabia, la mano derecha de Petro
Con 29 años, la jefe de gabinete se ha convertido en la sombra del Presidente. Cuál es su historia.
El escritorio que hay en el despacho de Laura Sarabia suele permanecer vacío. Cuando ella está en su oficina no se sienta ahí, sino en la mesa del frente: desde ese lugar puede ver qué pasa en el despacho del presidente Gustavo Petro. Si sale, si entra, si la llama, si la necesita. La suya es la única oficina con directo a la de él. Los separan pocos metros. En realidad, los separan pocos metros ahí y en todas partes: donde Petro está, también está ella.
(Esta entrevista se publicó originalmente el pasado 14 de mayo)
Durante la campaña —cuando Sarabia comenzó a trabajar a su lado—, su presencia pasó más o menos inadvertida. Incluso en los primeros meses de gobierno. Pero llegó un momento en que su nombre y su influencia se hicieron tan evidentes que todos comenzaron a preguntarse: ¿quién es esta joven? Y pasó de ser un nombre desconocido a ser definida como la mano derecha del Presidente. Algunos se han arriesgado a decir que su control va más allá y que es la que define las cosas en Palacio. Sarabia tiene detractores que consideran que "está acumulando tanto poder que puede llegar a ser peligroso", y defensores que creen que su función es fundamental "porque mantiene abierto el canal de comunicación con el Presidente y sabe resolver los problemas que se presentan".
En su oficina, ella mira de frente y responde con voz reposada, aunque cada tanto gira su cabeza hacia la izquierda a ver qué pasa al lado. "Dame un segundo que el Presidente salió", dice y sale rápido. Rápido no: sale corriendo. Está vestida de blanco. En su muñeca derecha tiene un cauchito negro que pasa de un lado a otro mientras habla; en la izquierda, un reloj inteligente le anuncia mensajes. El celular está sobre la mesa. Lo mira de reojo. Laura Sarabia está en la entrevista, pero también en mil partes más.
"Vengo de una familia de clase media como cualquier otra", dice, ya rendida a contar su historia. Su papá, un oficial retirado de la Fuerza Aérea nacido en Ocaña, Norte de Santander. Su mamá, una mujer de Villavicencio que toda la vida ha trabajado como funcionaria en el Ministerio de Defensa. "Nuestra vida giró alrededor de las Fuerzas Militares", dice, y cree que quizás de ahí le viene la disciplina. La mayor de tres hermanos, se acostumbró a ocupar los primeros puestos en el colegio y la universidad. "Si no salen las cosas como quiero me doy mucho látigo". Así empieza a dar pistas de cómo llegó a ocupar el puesto que hoy tiene.
Sarabia inicia sus días a las cuatro de la mañana y los acaba a los doce de la noche. Bogotana. Madre de un niño de diez meses con el que comparte por las mañanas y en videollamadas. Creyente y lectora de la Biblia. Amante del ejercicio: va al gimnasio en las madrugadas y dos veces a la semana, a eso de las cinco, sube a Monserrate a pie con el esquema de seguridad del Presidente. La jefe de gabinete de Gustavo Petro acaba de cumplir 29 años.
¿Cómo se siente ahora, que está en el foco de atención?
Es muy complejo. No me gusta y me ha costado entender que ya no lo puedo frenar. No lo busqué. Hubiera preferido seguir en la sombra porque al contrario no me siento cómoda. Lo que me interesa es el tema técnico, que las cosas funcionen, no el asunto político en el sentido de ser protagonista.
Laura Sarabia es hoy la persona que le habla al oído al Presidente. Foto:Cristian Garavito. Presidencia
Difícil mantenerse así, si se repite por todos lados que es la persona más cercana al Presidente y la que decide cosas. ¿Qué les responde a los que dicen que tiene tanto poder?
Que no. Mi poder es buscar que esto funcione y que Colombia realmente vea lo que el Presidente pretende hacer. Pero lo resumo así: no tengo ni un solo puesto en este Palacio ni en el Gobierno. Nadie puede decir que recomendé a alguien o que puse tal viceministro. No hay una sola cuota de Laura Sarabia en este país.
Se sabe que no es fácil ser parte —y sobre todo mantenerse— en un equipo de Gustavo Petro. ¿Cómo llegó a ser su mano derecha?
Él me escucha y yo lo escucho. Cuando no estoy de acuerdo con determinadas cosas no trato de convencerlo sino de exponerle mis argumentos. Eso fue lo que hizo clic en nosotros. Y que ve la eficiencia. Si yo me comprometo a sacar algo adelante, lo saco. Literalmente, me convierto en su sombra y en lo que él necesita. Si él está aquí hasta las 12 de la noche, hasta las 12 de la noche estoy. Y no hay un objetivo más allá de que a él le vaya bien. No tengo un interés oculto. No es porque yo quiera un cargo después, o porque me quiera lanzar a X o Y. Mis decisiones no son con un cálculo político. Y se lo he dicho al Presidente: estaré a su lado hasta que él quiera. Si decide que son cuatro años, estaré cuatro años. Si decide que ya no más, lo asumiré.
Estudió Ciencias Políticas, tiene una especialización en Marketing Político y una maestría en Comunicación Política. Algo había en ese mundo que le interesaba desde antes…
Durante mucho tiempo creí que iba a estudiar Medicina. Quería ser pediatra. Luego empezó a interesarme el Derecho. Pero ya en los últimos años de colegio miré otras opciones. Me pusieron de tarea entrevistar a alguien que hubiera estudiado la carrera que yo tenía en mente. Por ese tiempo mi papá trabajaba en Palacio, era parte de la seguridad del expresidente Álvaro Uribe. En los pasillos él había conocido a un asesor y le pidió que se reuniera conmigo. Hablamos en una cafetería aquí cerca. Me explicó cómo era la carrera de Ciencias Políticas y me enganché.
Sí. Cuando me gradué como politóloga hice mis prácticas en el Ministerio de Defensa. Mi sueño era quedarme trabajando allá, pero no se dio. Lastimosamente muchos de esos cargos son políticos y yo no tenía ningún respaldo. Duré un año sin hacer nada en mi casa. No encontraba trabajo. Entré en depresión. Mi abuelita me decía que había estudiado lo que no era y que en esta carrera yo iba a aguantar hambre. Pasé hojas de vida a todos lados. Nada. En medio del desespero, le dije a mi papá: quiero presentarme a la Fuerza Aérea. Me dijo que no me veía para la carrera militar, pero insistí. Hice el examen y no pasé.
¿Cómo llegó, entonces, a trabajar con Armando Benedetti, que fue su primer empleo?
Una persona que iba a la misma iglesia cristiana a la que yo asistía estaba haciendo un voluntariado en el partido de 'la U'. Me dijo que si me interesaba podía recomendarme. Como yo no estaba haciendo nada, y mentalmente ya había empezado a desesperarme, dije: bueno, puede que allá no me paguen, pero quizás conozco a alguien y de pronto consigo empleo. Empecé a trabajar en el centro de pensamiento del partido, hacía análisis de los proyectos de ley, ayudaba con conceptos a los congresistas. A lo último llegó el senador Armando Benedetti a ser presidente de 'la U'. Y me contrataron. Benedetti estaba buscando una persona para que lo apoyara y empecé a trabajar con él directamente.
Cuentan que en ese equipo ascendió rápido y que también se volvió pieza fundamental para él...
Eso tiene que ver con mi personalidad. Cuando me comprometo con algo, me juego por eso. Así me volví el bastón de respaldo del senador. Además, no me gusta conformarme. Eso de "tú manejas el Congreso y ya, nada más", no. Yo sabía del Congreso, me interesaban las comunicaciones, incluso sus procesos jurídicos. Estaba pendiente de todo. Me tomo las cosas de forma personal y busco que funcionen. Eso me pasó con el senador y en campaña, cuando conocí al Presidente.
Usted le recomendaba a Benedetti tener mesura con lo que ponía en Twitter…
Sí, yo a él le decía: desmovilícese del Twitter.
¿Y no se lo ha aconsejado al presidente Petro?
Es mi pelea también. Todavía no la doy por perdida. El argumento del Presidente es que si no lo hace él no hay nadie más que lo haga. Hemos tratado con la figura de vocero, de portavoz, pero no funciona. Nadie lo reconoce. Yo te pregunto: ¿cuál es el portavoz del Gobierno? Es Luis Fernando Velasco, pero nadie sabe que es él, ni se reconoce.
Usted ha tenido que vérselas con pesos pesados de la política. ¿Cómo ha sentido ese mano a mano?
Es un aprendizaje constante. No voy a decir que ya me las sé todas. Creo que a la clase política le ha dado duro: una niña que salió de la nada, que es una peladita y que ahora viene a mandar. Mucha gente no lo entiende. Obviamente, que nombres como Roy Barreras, Benedetti, Velasco, Mauricio Lizcano —que llevan toda una vida en la política— vean que de la nada aparezca una persona a asumir un liderazgo mucho mayor que el de ellos… Es natural que genere resistencia. Se preguntarán: ¿por qué?, ¿por qué ella y no X, Y o Z? Incluso personas que han estado toda la vida con el Presidente. ¿Por qué ella, que acabó de llegar, y no una persona que lo ha acompañado toda la vida? Son preguntas que se plantean de todos los lados.
¿Eso le molesta o no le preocupa?
Me cuesta más que digan que soy "cuota de". Aunque al final me he puesto a pensar que también es natural porque quién se va a imaginar que una niña en su segundo trabajo se va a convertir en la mujer más cercana a un Presidente. Nadie le encuentra una razón lógica. Pero yo creo que los que conocen a Gustavo Petro saben que él no transaría —por así decirlo— un puesto tan importante con nadie, ni con una persona que le haya ayudado en campaña, ni un partido político o lo que sea. En las dinámicas del poder habrá puestos que puedan ser derivados de acuerdos políticos, pero entregar el más cercano, no. Y el Presidente está tranquilo porque Benedetti nunca le tuvo que decir: contrate a Laura. Y yo estoy tranquila porque llegué aquí por mi trabajo y sigo aquí por mi trabajo. Gracias a Dios, nunca he tenido que hacer nada adicional a eso. Ni como mujer, ni como nada. El trabajo habla de mí.
No me dejo intimidar y tal vez la gente tiende a subestimarme. Yo puedo ser querida, no soy de ir a casar peleas, pero cuando toca, toca. Y puede ser el ministro, puede llevar sesenta años en la vida política, pero mi función es cumplir las cosas que el Presidente ordena. Y si el Presidente dice X, hay que hacer X. De eso me encargo. Me vuelvo un muro de contención.
Laura Sarabia acompañando al presidente Petro en una reunión en Francia. Foto:Presidencia
Algunos dicen que el Presidente está gobernando muy solo y que la única en su círculo cercano es usted.
El Presidente no está solo. Lo legitiman millones de colombianos. Basta ir a un territorio con él para darse cuenta de que no está solo y que gobierna con su gente.
¿Suele coincidir en todo con su forma de pensar?
Uno empieza a tener sinergias. Yo conozco a un Gustavo Petro muy diferente al que la gente ve afuera. Prácticamente me la paso 24/7 con él y eso hace que uno lo vea en otras esferas. No puedo decir que pensamos igual en todo, ni tampoco le digo que sí a todo. Tengo reparos en muchas cosas y el Presidente es muy abierto a escuchar. Aunque haya algunas posiciones contrarias, ayudo a que las cosas que él quiere se vuelvan realidad. Porque creo realmente en su programa.
¿Ideológicamente no le generaba ningún contraste?
Yo no he sido de derechas o de izquierdas. Nunca he tenido una afinidad política ni he sido de tal partido. Obviamente, por mi educación, hay cosas que han estado para mí más arraigadas que otras. Pero —y esto también lo he hablado con el Presidente— creo que mi ideología y lo que realmente quiero es ver a Colombia bien, sin tener en cuenta si es una forma o la otra.
¿Es verdad que su hijo se llama Alejandro porque el Presidente le dijo que le pusiera ese nombre?
Sí. Yo había pensado ponerle Federico. Me gustaba. Pero en ese momento Benedetti peleó con Fico. Pasó de todo. Y recuerdo que una vez estábamos sentados y el Presidente me dijo: no le puedes poner a tu hijo Federico, es imposible. Le pregunté: ¿entonces, cómo le pongo? Me dijo: a mí me gusta Alejandro. Me fui con esa idea y le conté a mi esposo. Alejandro había estado en la lista de opciones que habíamos hecho. Y así quedó.
Eso demuestra un nivel de cercanía grande...
Esa cercanía no la puedo negar. Pero los que me conocen ven lo que yo hago y saben quién soy. La gente dice: ella está construyendo su carrera política. No. Yo estoy jugada con este proyecto y eso lo demuestro con hechos como el dejar a mi familia a un lado, a mi hijo en sus primeros años, en soportar la exposición y que me digan que soy una guerrillera y hasta que soy la moza del Presidente. Todo ese tipo de cosas uno no las aguantaría si no es porque está jugado por algo.
Se ve con un carácter tranquilo. ¿Qué hace cuando se estresa?
Lloro cuando estoy de muy mal genio. Me da rabia que las cosas no funcionen como quiero. Eso me complica la existencia. Yo soy adicta al trabajo. Los que más sufren son los de mi esquema de seguridad porque, claro, tienen unas jornadas muy largas. Llegó el momento en que dije: toca que se dividan para que compartan con su familia, porque yo puedo pasar todo el día trabajando. Puedo no comer. Casi no como, en general. También soy muy vanidosa, entonces me gusta también la dieta.
¿Cuál fue la última vez que lloró?
De sentimiento, cuando salió Alfonso Prada. Nos volvimos muy amigos y para mí fue un apoyo muy importante. Entre los ministros, era con uno de los que más hablaba. Entendí la razón del Presidente, pero me dolió. Me dio duro.
Dice que es muy vanidosa... Se le ha visto con un outfit nuevo.
Eso dicen. Yo no lo he sentido tan abrupto. O por lo menos no creo que haya hecho algo puntual. No he tenido el primer contrato con un diseñador. Mi ropa la compro en Zara, como cualquier persona. Si tengo dos cosas de diseñador, es mucho. Ahora ya no puedo ir a las tiendas. Porque me reconocen y y me da un poco de jartera. Entonces busco por internet, le mando a mi esposo y él va y me compra.
Otro efecto de la exposición...
Me pasó en la peluquería a donde voy, la de siempre, en mi barrio, por la Colina Campestre. Me estaba arreglando el pelo y había una persona que no me dijo nada directamente, pero creo que sabía quién era yo porque empezó a hablar mal del Presidente. En voz alta. A ver si yo reaccionaba.
Para terminar, usted dice no está construyendo su carrera política, pero en su Instagram hay una imagen con esta frase: “No quiero ser bailarina, quiero ser presidente”. ¿Ha pensado en ser presidente de Colombia?
Eso lo puse hace mucho tiempo, sí. No voy a decir que nunca quisiera ser Presidente. Pero no tengo esa expectativa de llegar allá ni trabajo para eso. Lo que te decía: a mí la exposición me cuesta.Sin embargo, no lo descarto. Yo soy una enamorada de mi país.