Una de las expresiones artísticas más antiguas de la humanidad es el teatro. Pero cada vez con mayores recursos técnicos, más moderno y con temáticas de asuntos cotidianos o que rescatan e interpretan los dramas y vivencias de la historia reciente. Sin olvidar el teatro clásico.
Bogotá es catalogada la ‘Capital mundial del teatro’. Nada menos que aquí se escenifica el Festival Iberoamericano. En este sentido, qué bueno que se mantenga la tea encendida sobre los tablados.
Por ello hay que alegrarse y respaldar la temporada de teatro nacional que se está llevando a cabo en el teatro Colón, también parte de nuestra historia, que arrancó el 27 de febrero, Día Internacional del Teatro, e irá hasta el 31 de marzo. Allí, los amantes de este género tienen la oportunidad de ver a los nuevos talentos. El director del Colón, Manuel José Álvarez, dijo: “Queremos asociarnos a esa celebración y hacer no un día, sino un mes de teatro colombiano, de jóvenes directores y grupos que no tienen sala”. Muy bien.
Pero tienen arte, sueños y coraje. Por eso, en ese lapso programaron siete montajes, comenzando con Las mujeres de Lorca, del grupo Exilia2, escrita y dirigida por Víctor Quesada, quien también dirige El perro del hortelano; así mismo, estarán Revolución pacífica, bajo la dirección de Rafael Palacios; Laurita y las tetas, orientada por Juan Luna. Y habrá dos obras del dramaturgo Johan Velandia: Camargo y El libro de Job. Y se bajará el telón con Macbeth, una adaptación de la tragedia de Shakespeare.
No vamos a describir las obras. Porque de lo que se trata es precisamente de verlas, de juzgarlas, de disfrutarlas. Y de apoyar a quienes le apuestan a este exigente y, muchas veces, sacrificado género, que se paga con una boleta, sí, pero cuyos autores, directores y artistas esperan que se pague con aplausos. Es justo apoyar estos esfuerzos, que son una mirada distinta de muchos dramas y nos sacan del estrés, que sí tiene actuaciones todos los días.
EDITORIAL