El exrepresentante a la Cámara Óscar Gómez Agudelo, periodista de la emisora Rumba del Café, en Armenia, Quindío, fue asesinado el viernes pasado en la puerta del edificio desde el que transmitía su escuchado programa. Fue en ese espacio, La comunidad por la comunidad, en el que denunció la corrupción que empañaba el día a día de su región. Temía por su vida. Como ha contado la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip), no solo estaba amenazado, sino que alguna vez le habían exigido, "con pistola mano", que se callara de una vez, pero había preferido no pedir la protección de las autoridades porque desconfiaba de ellas.
Gómez Agudelo sobrevivió a las duras rivalidades y a las investigaciones que le hicieron durante su paso por la política. Perdió las elecciones de 2023 a la alcaldía de Armenia, pero siguió participando en el debate público desde su programa. El viernes 24 de enero, antes de que le dispararan repetidas veces cuando llegaba a la emisora, les había dicho a personas cercanas que en un rato iría a visitar la tumba de su madre porque se estaban cumpliendo cinco años de su muerte.
El presidente Petro reaccionó a la noticia con la frase "cuando silencian a un periodista silencian a un pueblo". El gobernador del Quindío, Juan Miguel Galvis, y el alcalde de Armenia, James Padilla, ofrecieron 100 millones de pesos de recompensa por información sobre los asesinos. Pero la sociedad entera tendría que lamentar que Gómez Agudelo, que había estado denunciando irregularidades en el manejo de dineros públicos y repetía al aire que iban a matarlo, haya sido callado por sicarios, y, de acuerdo con los registros de la Flip, sea ahora el séptimo periodista asesinado en los últimos dos años.
EL TIEMPO se suma a los mensajes de solidaridad con las personas cercanas a Gómez Agudelo. Y al llamado urgente a las autoridades competentes: hay que proteger a los comunicadores colombianos.