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Editorial

¡Encarrilado!

El avance significativo que muestra la primera línea del metro de Bogotá es señal de buena gerencia y de propósito común de ciudad.

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Sí se puede. Sí se puede pensar en grande. Sí es posible tener un propósito común de ciudad. Sí es posible cumplir con los cronogramas. Sí es viable que grandes proyectos de infraestructura sirvan de ejemplo de buena gerencia y respeto por la palabra y los compromisos contractuales que se adquieren. Eso es lo que, hasta el momento, muestra la construcción de la primera línea del metro de Bogotá, cuya estructura elevada ya va por el 44,5 %.
A estas alturas, y pese a todas las sombras que se le quisieron crear, la obra, diseñada y contratada por el exalcalde Enrique Peñalosa, con inicio de construcción en la era de Claudia López y un impulso decidido de la istración de Carlos Fernando Galán, ya muestra un primer kilómetro del viaducto construido y varias obras secundarias. El ritmo de los trabajos es tal que se están construyendo 200 metros de viaducto por semana. Hay 1.039 metros ya ejecutados. De mantenerse esta tendencia y si, como lo anticipó la firma china que ejecuta los trabajos, entran en operación otras cuatro vigas de lanzamiento, ese ritmo incluirá trabajo las 24 horas.
Así las cosas, el alcalde Galán confía en que para mayo del 2026 ya estén listos alrededor de 6 kilómetros de línea férrea sobre los cuales se probarán los primeros trenes del metro. De hecho, esta semana llegaron más de 6.000 toneladas de rieles a la ciudad de Cartagena que están siendo trasladados a Bogotá.
El metro tendrá una extensión de 24,7 kilómetros, 16 estaciones, trenes eléctricos, irá de Bosa a la calle 72 y podrá movilizar más de 70.000 pasajeros por hora-sentido. Amén de los beneficios urbanísticos que todo esto conlleva. Una obra colosal que avanza gracias a que sus tres componentes, esto es, la concesión, el traslado de redes y la gestión predial, se desarrollan sin contratiempos importantes. Eso es, precisamente, lo que permite afirmar que probablemente el avance total de este año llegue al 46 por ciento.
Además de la construcción en sí y del monitoreo permanente que ejerce la istración, es clave señalar que la obra ha conseguido la aceptación ciudadana. De acuerdo con la más reciente encuesta de percepción ciudadana de Bogotá Cómo Vamos, el 56 % de la gente está optimista con el metro y eso mismo ha incidido en el buen clima que los bogotanos advierten sobre el devenir de la ciudad.
Esa cresta de optimismo bien podría ser aprovechada por el Gobierno para incentivar la participación de la gente en proyectos como el metro. Generar una conversación alrededor de la obra, propiciar desde ya una nueva era de cultura ciudadana en torno al sistema e incentivar a que la gente proponga y sugiera cómo debería lucir la que sin duda es la obra más importante del último siglo en Bogotá bien podría llegar a ser una causa ciudadana que se traduzca en un propósito de ciudad a largo plazo.
Vale la pena insistir en que buena parte de lo logrado hasta el momento obedece a decisiones oportunas que se tomaron en las últimas tres istraciones. Sobre ese ejemplo se debe cimentar el futuro de las líneas 2 y 3 del metro, que serán un motor de la economía local y nacional en las próximas istraciones. En tiempos en que las emociones políticas apuntan a anular la labor del otro, lo que demuestra este proyecto es que ser coherente sí es posible y que las buenas políticas públicas trascienden los gobiernos. Para la muestra, el metro de Bogotá.

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