Cuando el 16 de octubre de 1945, en Quebec (Canadá), 42 países impulsaron la creación de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Italia salía de un periodo infame en el que el hambre subvirtió todos los valores, hasta los más sagrados de la familia. Mi ciudad, Nápoles, sufrió en carne viva los mordiscos del hambre causada por una guerra inútil que llevó a todo un pueblo maravilloso a vender hasta su cuerpo para sobrevivir.
Un dificilísimo libro de Curzio Malaparte, La piel, describe detalladamente la tragedia de una ciudad que fue un campo de batalla de dos ejércitos enfrentados en las calles de Nápoles: “Una terrible peste, una peste que corrompe no el cuerpo, sino el alma, empujando a las mujeres a venderse y a los hombres a pisotear el respeto de sí mismos”. Esta es la tragedia del hambre. Por hambre, las madres venden a sus hijas; por hambre se atraca, se mata, se pierde cualquier valor; el hambre es culpable de los grandes males de nuestra tierra.
Por eso, la Asociación de Bancos de Alimentos de Colombia, para celebrar el Día Mundial de la Alimentación –que se recuerda el mismo 16 de octubre–, ha lanzado una Alimentatón nacional que va hasta el 20 de octubre. A todos los colombianos se les pide una colaboración: alimentos, dinero, servicios, voluntariado. Todos debemos ser soldados de esta guerra contra el hambre. Y es una guerra que no se logra ganar sino con la colaboración de todos y cada uno de nosotros. Un mundo con hambre cero 2030 es posible. Todo depende de nuestras acciones de hoy.
En 2017, el hambre aumentó por tercer año consecutivo, afectando a 821 millones de personas, que se suman a los 1.300 millones que tienen sobrepeso, 672 millones de obesos y 1.500 millones con carencias de micronutrientes, la llamada hambre oculta. El hambre oculta, o las deficiencias de micronutrientes, se produce cuando la calidad de los alimentos no está proporcionando las vitaminas y minerales esenciales necesarios para un crecimiento y desarrollo adecuados. Afecta a 2.000 millones de personas en todo el mundo.
El papa Francisco lamentó que siga aumentando la cantidad de personas que “no tienen nada, o casi nada, que llevarse a la boca” y “que la solidaridad internacional parece enfriarse”, al tiempo que pidió a los países, organismos, sociedad civil que redoblen sus esfuerzos “para que a nadie falte el alimento necesario, ni en cantidad ni en calidad”.
SALVO BASILE