Un abuelo que decidió cobrar en dólares por cuidar a su nieto armó tremendo bololó en las redes. A raíz de su decisión, las opiniones, como los traseros, están divididas, según decía el publicista José Raventós.
“No soy una guardería, tengo mi propia vida, trabajo para mí, no puedo trabajar y cuidar al pequeño”, se lamentó el anónimo abuelo en una plataforma digital.
Nadie sabe con la sed que otro bebe, pero abuelos como Elon Musk, Jeff Bezos, Bernard Arnault, Bill Gates y yo, para citar cinco privilegiados, tenemos el almuerzo asegurado. Podemos ejercer gratis el “abuelazgo”.
Si el afligido abuelo de esta historia me consulta sobre los privilegios del oficio, con gusto le tiraría línea.
Empezaría por decirle una verdad como un puño: que eso de ser abuelo es una delicia. En el solo nombre está el salario. Le recordaría que los nietos son la sal, el azúcar, el pan, la leche, los huevos, mejor dicho, son la canasta familiar de la vida. Un nieto es una gota de inmortalidad.
Gracias a esas audacias menores en pañales no envejecemos, nos volvemos abuelos. Ennietecer es un verbo que está capando diccionario de la Real Academia. “Todo nos llega tarde…”.
Sin los nietos, los abuelos somos vecinos de ninguna parte. Cuando están lejos de nosotros, perecemos. Díganmelo a mí que me ha tocado ver crecer a los cuatro nietos por Zoom y por wasap.
En el abuelo, un nieto tiene bobo propio para toda la vida. ¿No es este todo un programa de vida? Te dicen “abu” o algo por el estilo, te sonríen desde su boca sin dientes, y en ese momento nace una galaxia. O se apaga.
Es posible oírles desgranar metáforas como estas: Las teclas negras del piano solo las tocan en los entierros; mami, estoy aprendiendo a quedarme solo: por ejemplo, cuando estoy dormido; el pediatra es el médico de los pies; ¿quién saca las estrellas de noche?; abuelito, ¿usted fue el que le dio la manzana a Eva?; ¿a qué horas abren el mar?; si ustedes no me dicen lo que significa orgasmo, lo busco en Google; señor agente, ¿usted no ha visto a una señora sin un niño como yo?
Mi nieta Ilona, de ocho años, le dijo hace poco a su mami: Eres una estrella fugaz que llegó a la Tierra. Pago por ser abuelo.
ÓSCAR DOMÍNGUEZ GIRALDO