El amor en la poesía de Basilio Rodríguez Cañada

Basilio Rodríguez Cañada es un poeta español que tiene grandes vínculos afectivos con Colombia. Nacido en 1961 en la población de Navalvillar de Pela, en la provincia de Badajoz, en función de su labor como editor y presidente del Grupo Editorial Sial Pigmalión, de Madrid, visita con frecuencia nuestro país. Lo hace no solo para establecer vínculos con escritores colombianos, sino para promocionar a los autores que la editorial tiene en su catálogo. De nuestro país le encantan sus paisajes, su gastronomía y, sobre todo, su gente. Bogotá, Buenaventura y Cartagena son algunas de las ciudades de nuestro país que le han encantado. Tanto, que a esta última le ha escrito varios poemas. En uno de ellos, titulado Noches de Cartagena, dice que allí “La luna se zambulle en un mar de estrellas”.

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Viajero incansable por todos los caminos del mundo, Basilio Rodríguez Cañada lleva a su poesía esos paisajes que descubre en los países que visita, los sonidos del viento en sus playas, los sitios donde toma whisky en buena compañía, las ciudades que lo marcan con su encanto nocturno y las calles que recorre para respirar su aire fresco. El continente africano tiene para él un atractivo especial. En el poema De Douz a Cheriba, escrito en uno de sus viajes a esas tierras, recuerda que se tomó un café en el tenderete de su amigo Ahmed, y que al salir de Tombar vio “El palmeral que se quiebra / al borde de las colinas cercanas”. También que estuvo en Jadida y Rafta, poblaciones donde “se refleja en el blanco impoluto de un minarete” el rayo de luz de un sol espléndido.

En la poesía de Basilio Rodríguez Cañada hay una referencia constante a ese sentimiento que se anida en el corazón cuando unos ojos de nácar nos dejan ver las profundidades del alma: el amor. A eso que Charles Baudelaire describió como “un anhelo de salir de uno mismo”, este poeta que fue presidente del PEN club español dedica versos de lenguaje limpio, donde expresa su iración por la mujer. Desde los epílogos presentes en De revelaciones y naufragios, su último libro publicado, el lector advierte que se va a encontrar con la expresión sentida de un hombre que todo lo mira con los ojos del amor. El fragmento de la rima 39 de Gustavo Adolfo Bécquer, que abre este poemario, nos indica que lo que vamos a encontrar en sus páginas son expresivas frases de amor.

El libro antes citado es una antología personal donde prima el interés de Basilio Rodríguez Cañada por acercarse a esa poesía que nutre con sus versos el alma silente de los enamorados. Hay aquí poemas cortos, de fácil lectura, escritos con la sangre, que expresan las angustias del corazón y, al mismo tiempo, las alegrías interiores. Hay poesía sutil, pero también versos plenos de erotismo, donde se revela un hombre que siente correr por sus venas la sangre de la pasión cuando descubre aromas escondidos en el cuerpo de una mujer, y “lagunas navegables que me conducen al naufragio”. En el poema El nido del león está la voz de un hombre a quien el perfume de un cuerpo le invade los sentidos. De allí que le diga a la destinataria del verso: “Gozo la calidez de tu piel”.

Por el lenguaje que caracteriza sus versos, Basilio Rodríguez Cañada tiene influencias literarias de dos autores que han construido con sus voces corrientes poéticas modernas. Me refiero a Fernando Pessoa y a Mario Benedetti. Del primero tiene el tono narrativo que identifica algunos de sus versos, ese estilo conversacional donde cuenta cosas, ese lenguaje despojado de metáforas. Del segundo, el aleteo de las palabras para contar historias, esa fuerza huracanada para expresar sus preocupaciones, ese sentido de la belleza que lo lleva a mirar un paisaje con ojos alegres. Sin embargo, cuando escribe “Su mirada destilaba la dulzura de la miel de eucalipto”, o “la miel de tu boca se diluye y endulza mi boca”, lo hace con otra resonancia estética, más cercana a su irado Bécquer.

Cada poeta tiene su propia manera de interpretar el amor. Si Pablo Neruda fue torrencial cuando de exaltar la belleza se trataba, si Francisco Luis Bernárdez fue exquisito en el manejo del lenguaje poético, si Eduardo Carranza fue majestuoso en la descripción de unos labios, los poetas modernos son más atrevidos en el uso de la palabra para describir un cuerpo de mujer. En el caso de Basilio Rodríguez Cañada, su poesía tiene otras resonancias líricas. Oigámoslo: “Pasaste de las páginas de un libro / a la delgada piel de la realidad. / Y dejaste de ser imaginada / para formar parte de mi locura”. Aquí no describe un cuerpo, ni habla del color de unos ojos. Simplemente, le dice a la amada que ya es parte de su realidad. Que si un día le escribió un poema, hoy forma parte de su vida.

En el poema Casba de Argel, Basilio Rodríguez le dice a la mujer soñada: “Echo en falta la calidez de tu mirada / y el sabor afrutado de tus labios”. Nótese que, en relación con el poema antes citado, aquí el lenguaje adquiere un brillo distinto, hay una poesía más expresiva, la voz tiene un tono más romántico. Comparado con estos versos del poema Fruto de nuestra imaginación: “Te he borrado de todos mis registros / para que de tu paso por mi vida / no quede la más mínima constancia”, vemos que en el primero el tono es más íntimo, más aferrado a la poesía clásica, mientras en el último el estilo está más cercano a la poética de Fernando Pessoa o Mario Benedetti. Lo que quiere decir que el autor se mueve con facilidad entre diferentes ritmos para escribir poesía.

Francisco Gutiérrez Carbajo dice en un profundo estudio sobre Basilio Rodríguez Cañada que “su poesía participa de las preocupaciones y de los procedimientos expresivos de los más significativos movimientos poéticos de las últimas décadas”. Este autor, que ha presentado sus libros en Italia, Marruecos, Egipto, Túnez, Argelia y Estados Unidos, y que descubrió su vocación literaria cuando estudiaba en la Universidad Complutense, de Madrid, es un ejecutivo de la industria editorial que anda en la búsqueda de voces nuevas para descubrir sus valores estéticos. El escritor Fabio Martínez, profesor de la Universidad del Valle, dice que como poeta Rodríguez Cañada “despliega su pluma para cantarle al amor”. Y que como hijo del Quijote demanda siempre “la compañía de una Dulcinea del Toboso”.

JOSÉ MIGUEL ALZATE