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Opinión

El jefe del Estado

¿Es la posibilidad de que Petro sea realmente un drogadicto un asunto de su vida privada o de su vida pública?

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Un punto de vista es que una figura pública y más aún tratándose, ni más ni menos, que del jefe del Estado, no puede pública ni privadamente cometer conductas ilegales. Consumir drogas lo es, a no ser que se trate de dosis mínimas de algunas sustancias y usos medicinales. Así que si un presidente se quiere meter “su cachito” en su rato libre –en realidad, un presidente no lo tiene nunca en estricto sentido, ni cuando está dormido–, pues que lo haga. Pero, y empiezan los peros, más tratándose de consumo de drogas más fuertes como por ejemplo la cocaína, al jefe de Estado hay que exigirle que esa ‘diversión’ o vicio no afecte su desempeño en el poder.
A título de discusión, digamos que el excanciller Álvaro Leyva sabe a ciencia cierta que tanto Petro como su ministro del Interior son drogadictos. Periodistas como Federico Gómez y Daniel Coronell se lo han preguntado en la cara. La periodista María Jimena Duzán, “furipetrista” a comienzos de su gobierno, hasta escribió una carátula en ‘Cambio’ sobre el tema. De eso, además, se habla a lo largo y ancho del país ‘sotto voce’. Pero seamos justos. A esta conclusión se llegó no por la vía por donde la recibió Leyva (inteligencia sa), sino que fue fruto del comportamiento errático e incomprensible de Petro; de sus lunáticos y frenéticos trinos del día o de la noche; de sus desapariciones, como la de París (y me dicen que hay por lo menos otras dos en viajes internacionales); y de sus inexplicables inasistencias o ausencias en ceremonias o citas importantes, como la reunión con 600 alcaldes en el hotel Tequendama, a los que dejó literalmente metidos, o su llegada dos horas tarde a una de las ceremonias más importantes de las Fuerzas Militares, como es el ascenso de oficiales de Ejército, Fuerza Aérea y Armada, por solo poner un par de ejemplos. Porque desplantes de esos los ha habido en abundancia en estos dos años y medio de gobierno.
Si por ejemplo Boric, el presidente chileno, gozara del tipo de placeres presuntos que en secreto practica Petro, la respuesta sería no. A Boric no le impiden el ejercicio correcto de sus funciones, así como no hay duda de que a Petro sí.
Volviendo al incidente en París, su respuesta a su excanciller es inverosímil. Que París ofrece librerías, museos y parques mucho más interesantes que Leyva. Y que su familia, parte de la cual vive en París, merecía su compañía. Pero asumamos nuevamente que algo de ello es verdad. Que retrasar dos días el regreso del avión presidencial y someter a 10 periodistas que iban en la comitiva a dormir en el piso justificaba una visita “secreta” a hijas y nietos para pasear, con viáticos, por el Jardín de Luxemburgo, cogidito de manos, escabulléndose de la vigilancia que debe recibir por su seguridad como jefe del Estado. Como prueba de que él no se le perdió, Petro alega eso: que si estaba vigilado era porque no se había escapado. No, Presidente. Es que las visitas ilustres tienen una vigilancia muy especial y es difícil, por no decir imposible, zafarse de ella.
En algún momento, Petro habría abierto la puerta y se habría montado en el metro, solo. Y que su destino final fue un “hueco” en el barrio 19. Y que supuestamente la rumba fue tan pesada que no lo pudieron despertar sino hasta el domingo
Leyva anuncia nueva carta y es posible que aborde el siguiente cuento. Y advierto que nada de esto me consta, sino que me lo contaron personas que leyeron el informe de inteligencia francés. Que supuestamente la noche del día en el que estaba cuadrado el regreso, Petro le dijo a Leyva: vámonos de librerías. Le habrían enviado el BMW negro que les asignan a los visitantes ilustres. Adelante iban el conductor y un delegado de la seguridad sa. En algún momento, Petro habría abierto la puerta y se habría montado en el metro, solo. Y que su destino final fue un “hueco” en el barrio 19. Y que supuestamente la rumba fue tan pesada que no lo pudieron despertar sino hasta el domingo. Hasta aquí llega mi fuente. Ojalá Leyva, que sí fue testigo de la primera parte, cuente en su próxima carta toda la verdad.
Pero para ser justos, Leyva sí fue maltratado por Petro. Lo obligó a meterse en la ilegal acción de desconocer el resultado de una licitación para elaborar pasaportes, que habría dejado al Estado absolutamente expuesto a una muy factible millonaria demanda en su contra. Eso lo advirtió la entonces directora de la Agencia de Defensa Jurídica del Estado, Martha Lucía Zamora, y por eso la botaron. Y todo porque Petro no quería que el contrato quedara en manos de Thomas Greg & Sons. Luego, la Procuraduría suspendió a Leyva, lo reemplazó Luis Gilberto Murillo, quien se quedó en el cargo. Y todo porque Leyva intentó darle gusto a su jefe.
Y la última respuesta de Petro a su excanciller indicaría que sabe que la versión de su escapada al barrio 19 podría venirse: “Somos adictos al amor a propósito”. Algo de eso hubo aquí.
MARÍA ISABEL RUEDA

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