En medio del ruido político, la incertidumbre y el desasosiego que atraviesa Colombia, hay momentos que nos permiten respirar. No lo digo porque crea que debamos ignorar la realidad, sino porque estos eventos de los que voy a hablar nos recuerdan que aún somos capaces de sentir, de pensar y de conmovernos.
Frente a la violencia, los atentados, el asesinato de policías y soldados y la corrupción, la cultura tiene un efecto reparador. Eso es lo que veo recientemente con eventos como Artbo Fin de Semana y la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo).
En las calles de Bogotá, Artbo se tomó los espacios con más de 150 actividades gratuitas, permitiendo a los ciudadanos reconectar con la creatividad y la belleza.
Simultáneamente, la Filbo abrió sus puertas en Corferias, y ofrece más de 2.300 actividades en torno de la lectura. España es el país invitado de honor: la cultura rompe fronteras y extiende lazos de fraternidad.
En la inauguración de la Filbo, la escritora colombiana Piedad Bonnett recordó que el ejercicio creador debe abordar todo lo que nos violenta hoy: la soledad, la exclusión y el sufrimiento de los seres humanos. Ella, una mujer valiente y creativa, nos recordó que la literatura puede dar voz al dolor y ofrecer consuelo.
Estos espacios culturales no solucionan los problemas estructurales del país, pero ofrecen un refugio emocional. Aún mejor: la cultura es el verdadero muro de contención de la violencia, porque la ciudadanía encuentra en toda actividad artística una ventana al mundo de la imaginación, que nos ayuda no solo a suspender los términos de la dura realidad sino, inclusive, a transformarla en una mejor. El arte nos ofrece momentos de sosiego, una pausa imprescindible para enfrentar la complejidad del día a día.
Frente a la violencia, los atentados, el asesinato de policías y soldados y la corrupción, la cultura tiene un efecto reparador
La cultura es una actividad absolutamente necesaria, es un antídoto en un país como el nuestro: que la gente tenga la oportunidad de ver obras de artistas magníficos y leer libros de autores maravillosos es, como lo he dicho en esta columna, un salto cualitativo para cualquier ser humano. El arte y todas las expresiones humanas están pensados para fijar posición, para mostrar satisfacción e insatisfacción y para ser mejores seres humanos. La cultura es todo lo contrario de lo que vemos hoy en las noticias y las redes sociales sobre lo que pasa en Colombia. El arte ofrece un escape temporal de la realidad que nos rodea. Son tiempos realmente calamitosos.
Tal vez eso explique el gran interés de los ciudadanos por asistir a experiencias, que les muestran otra faceta de su país y del mundo. Tal vez por eso la cultura sea uno de los sectores que más crecen hoy en la economía colombiana. La mayoría de la población está cansada de la polarización, de la violencia, del desorden que nos quieren imponer para mantenernos divididos. En cambio, queremos ver pinturas, danzas, esculturas, música o ‘performances’ que nos muevan, que nos inquieten internamente para ser mejores.
Lo que se puede respirar en este tipo de eventos es civilidad, interés por temas trascendentes y buen gusto; no esa cosa llena de odio, violencia y bajeza que uno ve en todo lado de nuestra realidad.
Hago un llamado para que, unidos, resolvamos y superemos los difíciles momentos que estamos viviendo. No es hora de mirar hacia otro lado. Debemos plantearnos qué camino va a tomar Colombia en el futuro próximo: ¿realmente queremos seguir por donde vamos, o creemos inaplazable un cambio de rumbo?
Es esencial que la cultura siga creciendo en el país, no solo para que nos ayude a paliar el dolor de ser colombianos por estos días, sino para marcar la verdadera senda de cambio, hacia una mejor nación.
Que el arte y la cultura se multipliquen porque en tiempos de crisis ellos son más que entretenimiento: son herramientas de resistencia, de sanación y de esperanza.
CLAUDIA HAKIM