La manera empática de ver el poder y el talante liberal para el buen gobierno consideran que el Estado no es de nadie en particular. Que la política se hace para servir, no más. Sus funcionarios, elegidos o nombrados, respetan los límites y las austeras reglas republicanas, en democracia. Consideran pasajero su rol. Continúan y modernizan de sus antecesores los programas convenientes, reforman los deficientes, cambian los nocivos y adoptan nuevos, sin pretender dar inicio a la historia nacional con su llegada. Se saben parte de un proceso histórico concatenado. La libertad de prensa y de opinión hace parte del día a día. El respeto por el sector privado, las instituciones y ramas estatales es pleno, aun en momentos de manipulación malosa que amenace la paz.
Su política exterior se adapta a cambios globales y regionales, con la velocidad que imponga la defensa de los intereses nacionales, y prioriza lo multilateral. Mantiene buenas relaciones ecuménicas y refuerza el rol del país como potencia regional.
Vela por la estabilidad económica. Cuida con los mejores tecnócratas inflación, salud fiscal, inversión, empleo y crecimiento con equidad. Reduce la pobreza, permite medirla con métodos ácidos y evita subsidios generalizados, privilegiando solo a los vulnerables. Promociona el comercio y la inversión exteriores. Cree en la necesidad de usar los recursos naturales con sostenibilidad y los energéticos con sentido de transición, pero asignando sus réditos y maximizándolos en favor de regiones y ciudadanos rezagados. Crea con el sector privado programas de vivienda y de infraestructura de última generación, para conectar las regiones. Consolida las coberturas universales en salud y educación iniciadas en otros gobiernos.
Exitosamente, sabe cuándo hacer la guerra y cuándo negociar la paz. Diferencia entre delitos políticos y del crimen organizado, para orientar la negociación o la acción de las Fuerzas Armadas y de la justicia. A las FF. AA. las energiza con presupuesto, moral y órdenes. Soluciona los líos judiciales a miles de soldados y policías con la justicia transicional. Depura, cuando se hace necesario; defiende, cuando los ataques a sus son indebidos. Bajo su égida se produce la menor cantidad anual, en décadas, de homicidios de civiles y de muertos o heridos en los cuerpos armados del Estado.
Continúan y modernizan de sus antecesores los programas convenientes, reforman los deficientes, cambian los nocivos y adoptan nuevos, sin pretender dar inicio a la historia nacional con su llegada. Se saben parte de un proceso histórico concatenado
Es capaz de usar a Chávez y a Cuba para la desmovilización de la guerrilla más poderosa, y le para el macho a Maduro cuando invade territorio colombiano en el río Arauca, sin temer a la confrontación bélica.
Esa manera de ver el poder es centrada, sin excesos ni odios propios o heredados. Cuando comete errores, está abierta a corregirlos, a reconciliar, dialogar y construir con autoridad un país moderno, sin prejuicios, que tenga en cada gobierno una oportunidad de progreso y de acercarse al desarrollo, seguro, respetado y occidental. Que disfrute de una paz esquiva, a la que contribuyó eficazmente.
Esa visión se opone al petrismo, donde reinan inseguridad, caos, ausencia de método, exceso personal y político, desprecio institucional, corrupción, desorientación e irresponsabilidad, disfrazados de progresismo o victimización, llevándose de banda los pilares democráticos. Muchos han aprovechado el caos para enriquecerse ilegalmente. El amor con el ‘Tren’, el clan y demás mafias y el amacice con el Eln no cambiaron nada. Empeoró todo. Nadie le impidió hacer el cambio: no sabía cómo hacerlo ni cómo gobernar. No ayudaron ni los que se unieron al Gobierno con origen en otras istraciones.
Hay un espacio propio en el centrosantismo, el centro eficaz, que puede ayudar a crear un futuro de más consenso, menos polarización entre quienes no creen en los extremos, dudan de los que no saben y rechazan el abuso del erario. Ayudaría a inspirar, en el 26, la elección de un gobierno que dé el viraje urgente hacia la seguridad y la paz. Que haga a Colombia feliz otra vez. No que continúe su demolición.
LUIS CARLOS VILLEGAS