El presidente de Colombia gusta de crear símbolos. Aparece en sus discursos y acciones un impulso irresistible a exhibir públicamente algunos de sus idearios, escenificados con algún tipo de signos con los cuales pretende hacer creer que aquello que hace es más de lo que dice. El arsenal semiótico presidencial es enorme. Solo propongo algunos escenarios en las derivaciones en su hacer sentido.
En su comunicación Twitter, la contraparte es el balcón. En el primero les habla a los similares, al presidente de El Salvador, las Cortes o la Fiscalía y al “mundo”; el balcón está reservado para el pueblo.
Pero ¿qué es pueblo? Estratos bajos, pero cabrían todos sus seguidores para reconocer, en clara enunciación manipulativa, que quien lo sigue gana el derecho de ser pueblo. En el otro lado están los burgueses “de Chapinero o la Clínica Santa Fe”. En sus últimas intervenciones parece desinflarse el balcón para convocar a otro pueblo, más bravo, que lo acompañará para hacer justicia contra los que no lo dejan hacer las reformas. El símbolo del balcón cede ante lo real de la calle.
Miremos otra cadena de sentidos en su viaje a España, con profundos vínculos históricos. Luego de expresar en medios su disgusto por el pasado colonial y hacer acusaciones contra el poder de la realeza, informa a sus ilustres oferentes de su rebeldía democrática: “No usará frac”. Al otro día fue muy fácil para la oposición sacrificarlo: “No usa frac por no ser democrático, pero el calzado de su señora bailarina cuesta más de mil euros”... además de haber pasado la noche en la antigua residencia del dictador Franco. Le desbarataron su relato de no frac.
Los símbolos que no logran eficacia se exponen a los contra-símbolos. Quizá el más sobresaliente sea el de su retórica vacía: “Presidente que habla por hablar”, sin realidad. En el discurso en la Universidad de Stanford para explicar por qué la “humanidad está al borde del cataclismo climático”, mezcló tantas fuentes e ideas ajenas sin sentido que al final se ganó por las redes un desalentador remoquete: Cantinflas.
Se habla de que Petro es Petro, por su terquedad; es otro asunto. En la noticia falsa desde su Twitter del hallazgo de los cuatro niños perdidos, rectificó que la autoría no era de él; que su hijo, a quien acusan de corrupto, no fue criado por él y lo máximo de su desconocimiento de sí: la etiqueta de la “paz total” no es suya, sino de los medios”. Entonces Petro no es Petro: y eso quizá sea lo más aterrador.
ARMANDO SILVA