Son los nuevos y mortíferos protagonistas de las guerras en diversos lugares del mundo. Aviones no tripulados que, a una velocidad y altura determinadas, alguien, a gran distancia, los dirige y aprieta el botón de bombardeo, cuando considera que están sobre su objetivo. Lógicamente, no distingue civiles o militares, combatientes o gente pacífica. Según la prestigiosa Amnistía Internacional, al menos el 20 % de las víctimas de estos aparatos son civiles inocentes. En los próximos días, los drones van a tener un gran papel en la guerra de Ucrania.
La última acción conocida de estos artefactos fue hace pocos días, al norte de Siria, para acabar con la vida del líder el Estado Islámico (Isis) Maherai Agal, sin que se haya dado a conocer el número de víctimas civiles de esta acción.
En los últimos tiempos, las organizaciones internacionales de derechos humanos no han dejado de alertar sobre el riesgo que entrañan estas nuevas armas robotizadas. La empleada en esta ocasión ha sido uno de los costosos MQ Reaper, que valen más de 100 millones de dólares y pueden lanzar 4 misiles en cualquier lugar y que Estados Unidos ha empleado ya en Somalia, Pakistán o Afganistán. En este último país, en 2019, un misil arrojado desde un dron en Kabul mató a 10 civiles, entre ellos 7 niños.
“Errores” parecidos se cometieron en Pakistán, donde Amnistía Internacional documentó más de 1.000 muertes de civiles inocentes, solo en 2010.
Según investigaciones del diario The New York Times, que incluyeron más de un centenar de visitas a lugares bombardeados y que han manejado más de 1.300 informes del Pentágono sobre “incidentes” que causaron víctimas entre la población civil, “la guerra aérea estadounidense ha estado marcada por fallos de inteligencia, disparos de misiles precipitados y la muerte de miles de civiles, incluidos muchos niños”.
A pesar de todo, la fabricación de estos artefactos de guerra está experimentando un incremento, no solo en Estados Unidos. Ya hay grandes exportadores en China, Israel y Turquía, que empleó drones Bayrak TBZ en sus ataques a los armenios de Nagorno Karabaj, en 2020, con un número incalculable de víctimas civiles. No obstante esta proliferación, los expertos de la campaña internacional Stop Killing Robots denuncian que “al día de hoy, ningún país ha regulado sobre el diseño, la investigación, la producción o la tenencia de estas armas”.
La guerra va a entrar en una nueva fase más letal y sofisticada: nadie parece interesado en el alto el fuego y la negociación, salvo la población civil.
Se avecina una nueva fase de la guerra en Ucrania. El presidente Putin estará en los próximos días en Irán para recibir personalmente cientos de drones que acrecentarán su escasa capacidad aérea sobre territorio ucraniano. Mientras tanto, el presidente Biden ya ha anunciado el envío de un número no determinado de los drones estadounidenses a Ucrania, donde la guerra va a entrar en una nueva fase más letal y sofisticada: nadie parece interesado en el alto el fuego y la negociación, salvo la población civil, la víctima con la que nadie parece contar seriamente.
P. S. Aniversario agridulce. Se conmemoran los 20 años de la fundación del Tribunal Penal Internacional, que, tras el Tratado de Roma, inició sus trabajos en Holanda con unos pocos funcionarios y 18 jueces para “perseguir los crímenes de guerra y contra la humanidad y genocidios”. Los resultados hasta ahora no invitan al triunfalismo: 46 procesamientos y 9 sentencias dictadas. Sobre todo, hay que considerar que potencias como Estados Unidos, China, India o Israel no se han adherido al TPI. Incluso, el presidente estadounidense Trump se permitió sanciones y amenazas contra sus , como retirar la visa a la fiscal Bensouda, cuando se proponía investigar crímenes del ejército y la CIA en Afganistán. Biden ha levantado estas medidas, aunque Estados Unidos sigue sin adherirse a la TPI. El gran reto de esta corte hoy es juzgar los crímenes de guerra de Rusia en Ucrania. Claro que nadie piensa que se apresará al presidente ruso para conducirlo a La Haya. Pero Putin tendrá complicado viajar fuera de Rusia una vez sea condenado, como es previsible.
ANTONIO ALBIÑANA