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Las estratagemas del señor caído

El uribismo tiene en su puño el monopolio excluyente de la mayor parte de las instituciones.

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Contrario a la atmósfera ética y saludable inspirada por los estadistas demócratas que trazan con pulcritud meridiana los lineamientos de política pública, o a los científicos que cultivan el conocimiento demostrable, o a los intelectuales y periodistas que afirman con honradez el ideal teórico de su profesión, Colombia sufre en esta época de posverdad el oscurecimiento de su proceso institucional en manos de una clase dirigente tradicional, mentalmente decrépita.
Este proceso de decadencia viene siendo jalonado en este siglo por la visión cortoplacista del autodenominado Centro Democrático y su caudillo autoritario. Por tal razón el clima de la vida pública en general es malo, desmoralizador. Los debates de este sector, si así pudieran llamarse, enrarecen el ambiente con referencias mediocres y agresivas, sin relación con la realidad, en los que lo negativo y lo falso es manipulado y amplificado.
El uribismo tiene en su puño el monopolio excluyente de la mayor parte de las instituciones: el Ejecutivo todo (de hinojos), el Congreso en el que sus compañeros como Paola Holguín lo aprecian con ojos enternecidos. También, dentro del carriel paisa —que contra toda lógica heráldica quiere elevar a patrimonio nacional junto con los dados y la barbera— tiene disponibles los órganos de control (empezando por la Fiscalía, FGN), y una alianza mayoritaria en el Consejo Nacional Electoral, al cual está subordinada la Registraduría Nacional del Estado Civil para ‘dejar pasar’ las ‘Ñeñepolíticas’.
En todo caso, son organismos en los cuales —cuando no tiene el control directo— su nómina de servidores y contratistas le es funcional. Solo le faltan las Altas Cortes, hacia cuyo dominio avanza sin pudor una fuerte escalada, mediante el mecanismo del descrédito extrajudicial o con mandobles y triquiñuelas procedimentales, que afectan la majestad de la justicia. Es decir, una concentración de poder inimaginable en una democracia integral y decente.
Como es de dominio público, el que al empresario electoral de marras le estalló en la cara la decisión judicial de la Sala Especial de Instrucción de la Corte Suprema de Justicia en relación con delicadas imputaciones judiciales (nada menos que por soborno y fraude procesal), un fallo ejemplar en derecho, sustentado en un acervo probatorio, minuciosa y juiciosamente compilado, en el cual se protegen todas las garantías del imputado, fue el resultado de un proceso que se inició como una denuncia del propio Álvaro Uribe contra el caballeroso e inteligente senador del Partido Verde Iván Cepeda ante la CSJ, por manipulación de testigos.
El caso fue desestimado en febrero del 2018, cuando el senador Cepeda no fue encontrado culpable, y la investigación fue redirigida a Uribe Vélez, pues para la Corte Uribe “actuó con dolo, vale decir, con conocimiento de los hechos, consciente de la ilicitud y la voluntad de querer su realización”; este movilizó todos sus recursos de psicología colectiva para demeritar los efectos de la resolución y desviar la atención hacia otros hechos ajenos a la propia imputación. Como los describiría el maestro León de Greiff: “Gran tráfico en el marco de la plaza / Chismes. Catolicismo / Y una total inopia en los cerebros... / Cual, si todo se fincara en la riqueza, en menjurjes bursátiles y en un mayor volumen de la panza”.
Tras estas acciones, el Gobierno Nacional ha puesto el aparato del Estado al servicio del senador con el fin de activar solidaridades y, al mismo tiempo, ejercer presiones indebidas sobre organismos y gobiernos extranjeros contra la soberanía de la istración de justicia en Colombia.
Uribe Vélez, que es un hombre listo, por cierto, uno de los más fuertes propietarios rurales del país, hábil negociante de cerdos y chalán en ferias pueblerinas, sabe que en la cultura criolla sobrevive una incapacidad para anular de la conciencia las falsedades establecidas por la vía de la repetición sistemática. Tal como afirmaba Goebbels —asesor de Hitler— y los uribistas se lo apropiaron como doctrina atemorizadora: “Una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”; salieron a difundir especies para inducir a la CSJ a pasar el ‘negocio’ del señor caído a la FGN, donde aspira a un trato cálido y clamoroso, como en su latifundio de El Ubérrimo.
La renuncia a su curul obedece, en esencia, a una estratagema leguleya para lograr sacar el expediente de la CSJ. De hecho, se sabe que el actual Fiscal es un uribista de tomo y lomo, con cuyo trabajo proselitista ayudó a elegirlo, ¿o a subirlo?, a la rama legislativa.
Alpher Rojas Carvajal

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