Pocas cosas en la ciencia parecen ser tan precarias como los espejos gigantes de los telescopios modernos. Estos espejos —de metros de diámetro, toneladas de peso y con un costo de millones de dólares— son pulidos a una precisión de fracción de longitud de onda de luz visible a la concavidad requerida para captar la luz de las estrellas.
Cuando no están trabajando, están resguardados en cúpulas que los protegen de las distorsiones de la humedad, el viento y los cambios de temperatura.
Pero esto no puede protegerlos de todas las vicisitudes de la naturaleza y la humanidad, como pude constatar en una visita al Observatorio Las Campanas, en Chile.
Al mirar uno de los espejos del telescopio —6 metros de vidrio brillante e inmaculadamente curvo— noté una pequeña mancha sospechosa. Parecía el tipo de mancha que podrías encontrar en el parabrisas de tu auto.
“Pájaros”, dijo quejumbroso un astrónomo cuando le pregunté al respecto.
Sucede con frecuencia, dijeron otros. Pero no son sólo los pájaros los que pueden mancillar un espejo. Mike Brotherton, director del Observatorio Infrarrojo de Wyoming, subió una foto en Facebook de la escarcha que se había acumulado en su espejo mientras la cúpula estaba abierta. “Es difícil mantener impecable un espejo”, dijo. “Es un equilibrio entre abrir para recabar datos y proteger el espejo”.
El otoño pasado, el espejo principal de 8 metros de diámetro del telescopio Gemini North en Hawai sufrió una mella en su borde exterior mientras era movido para limpieza y recubrimiento. Fue reparado con éxito.
Algunas cosas son menos fáciles de arreglar. En 1970, un trabajador del Observatorio McDonald en el oeste de Texas llevó un arma al trabajo y abrió fuego, primero contra su jefe y luego contra el espejo principal de un nuevo telescopio reflector de 2.70 metros. Luego usó un martillo.
Nadie resultó herido durante el ataque. Y aparte de siete pequeños agujeros de bala, que afectaron sólo alrededor del 1 por ciento del área de la superficie del espejo, el telescopio resultó prácticamente ileso.
El ejemplo más famoso de lo que puede salir mal con un espejo ocurrió en 1990, cuando se lanzó el telescopio espacial Hubble con un espejo deforme que no podía enfocar. Los astronautas pudieron arreglarlo, y el Hubble sigue con su labor. Pero el episodio llevó a la NASA a ser más cautelosa con el sucesor del Hubble, el Telescopio Espacial James Webb.
El Webb fue lanzado con éxito el 25 de diciembre del 2021, pero el espacio también es un campo de tiro. El telescopio pronto fue golpeado por un micrometeorito, que dejó un diminuto cráter en uno de los segmentos del espejo del telescopio. Desde entonces, la NASA ha minimizado la cantidad de tiempo que el telescopio apunta a corrientes de meteoritos.
El cosmos tiene sus formas para resguardar sus secretos.
Por: DENNIS OVERBYE
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