Jennifer Savage andaba apurada buscando preparar algo para la cena. En el fondo de su refrigerador, encontró un recipiente con chiles rellenos muy viejos. Entonces hizo lo que millones de estadounidenses hacen todos los días: tirar la comida podrida a la basura.
Su hija, Riley, se echó a llorar.
Riley, entonces alumna de cuarto año de primaria, había aprendido en la escuela sobre personas que no tienen suficiente para comer y sobre el impacto del desperdicio de alimentos en el planeta: cuando los alimentos se pudren en los rellenos sanitarios, generan metano, un gas de efecto invernadero mucho más potente que el dióxido de carbono.
La familia se propuso hacer mejor las cosas. Riley comenzó a pedir porciones más pequeñas, sabiendo que siempre podía regresar por más. Su padre comenzó a llevarse sobras para la comida. Savage buscó recetas que todos comerían con gusto.
En Estados Unidos, el desperdicio de alimentos es responsable del doble de emisiones de gases de efecto invernadero que la aviación comercial, llevando a algunos expertos a creer que reducir el desperdicio de alimentos es una de las mejores opciones para combatir el cambio climático.
Un pequeño, pero creciente, número de Estados y ciudades han promulgado regulaciones destinadas a evitar que los alimentos acaben en los basureros. La mayoría requiere que los residentes o las empresas hagan composta, lo que libera mucho menos metano que los alimentos que se tiran en los rellenos sanitarios. California ordenó recientemente que algunas empresas donen alimentos que de otro modo habrían tirado.
En el área de Columbus, Ohio, donde vive la familia Savage, se desechan alrededor de 450 mil kilos de comida todos los días, lo que lo convierte en el artículo más grande en ingresar al relleno sanitario. (Es lo mismo en todo Estados Unidos.) Los hogares representan el 39% del desperdicio de alimentos en Estados Unidos, más que los restaurantes, las tiendas de abarrotes o las granjas.
Como señala Dana Gunders, directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro ReFED, un tercio de los alimentos en EE. UU. no se vende o no se consume —evidencia de una cultura que da por sentada la abundancia.
En el 2021, la Autoridad de Residuos Sólidos del Centro de Ohio, o SWACO por sus siglas en inglés, realizó una campaña de concientización pública para persuadir a las personas a desperdiciar menos alimentos. SWACO cubrió Upper Arlington, un rico suburbio de Columbus, de 36 mil habitantes, con posts dirigidos en las redes sociales, boletines vía correo electrónico y postales.
La producción y el transporte de alimentos que nunca se consumen es una parte importante de la huella de carbono del desperdicio de alimentos, por lo que el mensaje fue más allá del compostaje y exhortó a las personas a comprar menos en primer lugar.
La campaña también enfatizó los costos directos: los mil 500 dólares que la familia promedio en el centro de Ohio gasta cada año en alimentos que no consumen y los 83 millones de litros de gasolina que se usan anualmente para transportar alimentos que se tiran.
Tres meses después, los residentes informaron haber desperdiciado 23 por ciento menos alimentos que inicialmente. En el 2021, el 51 por ciento de los desechos de la región se desviaron de un relleno sanitario a través del reciclaje y el compostaje, mucho mejor que la tasa de desvío del 32 por ciento de EE. UU.
Los pocos estudios disponibles sobre campañas de concientización pública en otros lugares sugieren que pueden marcar la diferencia: en Toronto, el desperdicio de alimentos se redujo en un 30 por ciento y en Gran Bretaña en un 18 por ciento.
En el 2018, SWACO otorgó al distrito escolar de la ciudad de Hilliard una subvención de 25 mil dólares para compostaje. El siguiente año escolar, las 14 escuelas primarias de Hilliard redujeron sus recolecciones de basura en un 30 por ciento y las recolecciones de reciclaje en un 50 por ciento, lo que le ahorró al distrito 22 mil dólares. También desviaron 90 toneladas de alimentos del relleno sanitario.
Pero el mayor logro de las escuelas puede ser lo que los estudiantes se llevan. Más adelante este año, Riley se graduará de Horizon. Como estudiante de sexto año, dijo que seguirá comiendo sus sobras y haciendo composta con sus sobras, porque reducir el desperdicio de alimentos es “lo que se supone que debemos hacer.
“Tomas cáscaras de huevo y lo que sea y los tiras en un recipiente”, dijo. “No debería ser un gran problema”.
Por: SUSAN SHAIN
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