ESTAMBUL — El Presidente Joseph R. Biden Jr. prometió durante su campaña por la Casa Blanca convertir a Mohammed bin Salman, el Príncipe heredero saudita, en un “paria” por el asesinato y descuartizamiento de un disidente. Lindsey Graham, un Senador republicano de EE. UU., llamó al Príncipe Mohammed, el gobernante de facto de Arabia Saudita, una “bola demoledora” que “nunca podría ser un líder en el escenario mundial”. Y Jay Monahan, director de la gira PGA de golf, sugirió que los jugadores que se unieron a una liga rival respaldada por Arabia Saudita traicionaron a las víctimas de los ataques terroristas del 11 de septiembre del 2001 —perpetrados en su mayoría por ciudadanos sauditas.
Ahora, sus palabras suenan huecas. Biden, que visitó Arabia Saudita el año pasado, intercambió golpes de puño con el Príncipe Mohammed y envía funcionarios regularmente a verlo. Graham sonrió junto al Príncipe —conocido como MBS— durante una visita a Arabia Saudita en abril. Y Monahan anunció una asociación planeada entre la PGA y la liga de golf LIV respaldada por Arabia Saudita, dando a MBS y al reino una tremenda influencia global sobre el deporte.
“Simplemente te dice cómo con dinero baila el perro, porque este tipo está sentado sobre este pozo de petróleo y todo este dinero, así que básicamente puede comprar su salida avante de todo”, dijo Abdullah Alaoudh, director saudita de Freedom Initiative, un grupo de derechos en Washington y un opositor vocal de la monarquía.
A lo largo de sus ocho años de ascenso al poder, el Príncipe Mohammed, de 37 años, desafió las expectativas de que su gobierno estaba en peligro mientras aprovechaba la riqueza del reino, su dominio sobre los mercados petroleros y su importancia en los mundos árabe e islámico para evadir las repetidas amenazas de castigarlo con aislamiento internacional.
Ese año, el Príncipe lanzó una intervención militar en Yemen que causó grandes bajas de civiles y se hundió en un atolladero. Más tarde conmocionó a la comunidad diplomática con el secuestro del Primer Ministro del Líbano y sorprendió a la comunidad empresarial al encerrar a cientos de sauditas ricos durante semanas en un hotel de lujo como parte de una presunta campaña anticorrupción.
Su posición internacional se desplomó bruscamente en el 2018 después de que un escuadrón de la muerte saudí matara y descuartizara al periodista saudita disidente Jamal Khashoggi dentro del consulado del reino en Estambul. El Príncipe Mohammed negó tener conocimiento previo del complot, pero la CIA concluyó que probablemente había ordenado la operación.
Sin embargo, en los años transcurridos desde entonces el Príncipe heredero ha recuperado gran parte de su influencia, ayudado por la considerable riqueza y poder de su País.
En los últimos años, cabezas de Estado desde Turquía hasta Estados Unidos, que alguna vez despreciaron al Príncipe Mohammed, lo han aceptado como el futuro de Arabia Saudita. Y ha profundizado la relación del reino con China, lo que ayudó a negociar un avance diplomático entre Arabia Saudita e Irán, rivales regionales desde hace mucho tiempo.
El Presidente Recep Tayyip Erdogan de Turquía, cuyo Gobierno filtró detalles del asesinato de Khashoggi para dañar al Príncipe Mohammed, terminó por dejar de lado sus objeciones. El año pasado, un tribunal turco transfirió el caso contra los asesinos de Khashoggi a Arabia Saudita, poniendo fin al último caso que buscaba asegurar una rendición de cuentas por el crimen. No mucho después, el reino reservó 5 mil millones de dólares en depósitos para el banco central de Turquía para ayudar a apuntalar sus finanzas.
La recuperación del príncipe Mohammed del asunto Khashoggi demostró que el dinero del reino podía redituar mucho y que no importaba cuánto hablaran los gobiernos occidentales sobre los derechos humanos, en última instancia, otros intereses tenían prioridad.
Vivian Nereim contribuyó con reportes a este artículo.
Por: Ben Hubbard
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