ALBU JUMAA, Irak – Todo niño en edad escolar aprende el nombre: Mesopotamia, el Creciente Fértil, la cuna de la civilización.
Hoy, gran parte de esa tierra se está convirtiendo en polvo.
La palabra Mesopotamia significa la tierra entre ríos. Es donde se inventó la rueda, floreció el riego y surgió el primer sistema de escritura conocido. Algunos expertos dicen que los ríos aquí alimentaron los legendarios jardines colgantes de Babilonia y convergían en el Jardín Bíblico del Edén.
Ahora, en algunas aldeas cercanas al río Éufrates queda tan poca agua que las familias están desmantelando sus casas, ladrillo por ladrillo, apilándolos en camiones y alejándose.
“No lo creerían si lo digo ahora, pero este era un lugar de agua”, dijo el jeque Adnan al Sahlani, profesor de ciencias en el sur de Irak, cerca de Naseriyah.
Hoy “en ninguna parte hay agua”, afirmó. Todos los que quedan están “sufriendo una muerte lenta”.
Hasta bien entrado el siglo 20, la ciudad sureña de Basora, Irak, era conocida como la Venecia del Este por sus canales, surcados por barcos tipo góndolas que recorrían los barrios.
Y durante gran parte de su historia, al Creciente Fértil —a menudo definido como una zona que incluye franjas del actual Irak, Israel, Líbano, Siria, Turquía, Irán, Cisjordania y Gaza— no le faltó agua, inspirando a siglos de artistas y escritores que retrataron a la región como una tierra antigua y exuberante. Las inundaciones de primavera eran comunes y el arroz, uno de los cultivos que consume más agua, se cultivó durante más de 2 mil años.
Pero ahora, casi el 40 por ciento de Irak ha sido invadido por las arenas del desierto que reclaman miles y miles de hectáreas de tierra cultivable cada año.
Los científicos dicen que el cambio climático y la desertificación son los culpables. También lo son la débil gobernanza y la dependencia de técnicas de riego derrochadoras que se remontan a milenios, a la época sumeria.
Otro culpable es común a nivel mundial: una población en crecimiento cuyas demandas de agua siguen aumentando, tanto por su simple número como, en muchos lugares, por los mayores estándares de vida.
En Irak, las consecuencias están mermando a la sociedad, provocando enfrentamientos mortales entre aldeas, desplazando a miles de personas cada año, envalentonando a los extremistas y dejando cada vez más tierras que parecen un paisaje lunar árido.
Los ríos y aguas subterráneas agotados y sucios están provocando brotes de cólera, tifoidea y hepatitis A. Los ríos y canales han bajado tanto que los milicianos del Estado Islámico los cruzan fácilmente para atacar aldeas y puestos de seguridad, y los piscicultores han amenazado a los reguladores gubernamentales que han tratado de cerrarlos por violar las restricciones de agua.
En muchas zonas, el agua bombeada desde debajo de la superficie es demasiado salada para beber, resultado de la escasez de agua, la escorrentía agrícola y los desechos no tratados. “Ni siquiera mis vacas la beben”, dijo un granjero.
Irak y sus vecinos ofrecen una advertencia para el resto del Medio Oriente y otras zonas del mundo.
“Es uno de los primeros lugares que mostrará algún tipo de fenecimiento extremo, literalmente, por el cambio climático”, dijo Charles Islandia, director de seguridad hídrica del Instituto de Recursos Mundiales.
El agua de los iraquíes proviene del Gobierno en barriles de plástico rojo, unos 600 litros al mes por familia. Incluso cuando se usa con moderación, apenas dura una semana en el calor, dijo Sahlani, que vive en el pueblo de Albu Jumaa.
Todavía en los años 1970 y 1980, Irak construyó presas y lagos artificiales para contener el inmenso desbordamiento de las lluvias invernales y la nieve derretida de las Montañas Tauro, las cabeceras de los ríos Tigris y Éufrates.
Su agua aún alimenta los árboles junto a los estrechos márgenes, con franjas de campos verdes a ambos lados. Pero incluso esas franjas se han reducido en las últimas décadas.
Desde 1974, Turquía ha construido 22 presas, plantas hidroeléctricas y proyectos de riego en el Tigris y el Éufrates.
A principios de la década del 2000, Irán comenzó a construir más de una docena de presas y túneles más pequeños en los afluentes del Tigris, devastando provincias iraquíes como Diyala, conocida hace apenas 10 años por sus duraznos, chabacanos, naranjas y dátiles. Los afluentes de Irán son la única fuente de agua en la provincia, aparte de las precipitaciones cada vez menores.
El agua que fluye hacia Irak ha disminuido casi 50 por ciento en el Éufrates y alrededor de un tercio en el Tigris desde que comenzó la construcción de grandes presas en la década de 1970, afirma el Ministerio del Agua de Irak.
Durante generaciones, Hashem al-Kinani y su familia cultivaron 8 hectáreas al este de Bagdad, en la frontera de Diyala, enfrentando una prueba tras otra.
Primero, la invasión estadounidense y la salida de Saddam Hussein afectaron el apoyo estatal a los agricultores. Luego, en el 2006, Al Qaeda mató a muchos hombres locales. Las lluvias se han vuelto más erráticas y han disminuido, y a medida que se construyeron las presas iraníes, el agua de los ríos se volvió demasiado escasa para cultivar fruta.
Los países del mundo comparten unos 900 ríos, lagos y acuíferos, según la ONU, y aunque existe un tratado para regular su uso, menos de la mitad de los países lo han ratificado.
En el 2021, Irak amenazó con llevar a Irán ante el Tribunal Internacional de Justicia por quitarle el agua. Pero el Gobierno iraquí dominado por chiítas, cercano a los gobernantes de Teherán, abandonó el asunto.
Ahora, el agua que fluye hacia el este de Irak se ha reducido tanto que las llanuras aluviales se han convertido en campos resecos.
El crecimiento de Irak ha agregado a la tensión: su población se ha disparado de 11.6 millones en 1975 a más de 44 millones hoy.
Las súplicas a Turquía para que comparta más agua han sido desatendidas en gran medida. En el verano del 2022, en el punto álgido de la sequía, el Embajador de Turquía en Irak respondió a las solicitudes quejándose de que los iraquíes estaban “desperdiciando” agua y pidiendo al Gobierno iraquí que promulgara “medidas inmediatas para reducir el desperdicio”. Este año, cuando llegó una solicitud similar, Turquía compartió más agua durante un mes antes de recortarla.
Es primordial arreglar las técnicas agrícolas obsoletas de Irak —que desperdician hasta el 70 por ciento del agua utilizada para el riego, arroja un estudio realizado para el Ministerio del Agua de Irak. Pero convencer a los agricultores para que cambien ha sido lento.
Hace 30 años, la aldea de Al Najim tenía 5 mil habitantes. Hoy quedan 80. La temperatura recientemente rondaba los 50 grados centígrados. En el pueblo nació el jeque Muhammad Ajil Falghus, jefe de la tribu najim. “La tierra era buena”, explicó. Hasta principios de la década del 2000, dijo, “cultivamos trigo y cebada, maíz y trébol”. Ahora, lo único que crece son pequeños grupos de tamariscos sembrados como barrera contra la arena llevada por el viento.
“Ahora vivimos al borde de la vida”, dijo el jeque. “Ya no hay agricultura, ya no es posible sembrar. Este es el final del camino, el final de la vida. Esperamos una solución de Dios o de la gente buena”.
BBC-NEWS-SRC: https://www.nytimes.com/2023/07/29/world/middleeast/iraq-water-crisis-desertification.html, IMPORTING DATE: 2023-08-24 22:00:07