Existe el mundo, y luego está Appleby.
Es decir, la Feria del Caballo de Appleby, donde cada año miles de gitanos y nómadas irlandeses se reúnen en el noroeste de Inglaterra para el placer inusual de no ser repudiados por comunidades, sino acogidos.
“Cuando venimos a un lugar como la Feria de Appleby y nos sentamos alrededor de la fogata, nos da un sentido de lugar, un sentido de pertenencia y un sentido de abolengo”, comentó Billy Welch, uno de los organizadores. “Sentimos que, durante una semana, realmente estamos en casa”.
La vida nunca ha sido fácil en Inglaterra para los nómadas irlandeses o para los gitanos, como muchos aún se refieren a sí mismos (en otros lugares, muchos ven el término como peyorativo y prefieren ser llamados romaníes).
Ambos se originaron como grupos nómadas hace siglos, con los romaníes migrando de India a Europa y los nómadas surgiendo lo que hoy es Irlanda.
En Inglaterra, Appleby ha unido a la comunidad año tras año.
Las raíces de la feria se remontan al siglo 18, cuando comerciantes de todo Reino Unido empezaron a acampar cada junio en el pueblo rural cámbrico de Appleby-in-Westmorland. Y los caballos siguen siendo las estrellas.
Son bañados en el Río Edén. Participan en carreras por las calles y desfilan con bombo y platillo. Aún son comprados y vendidos.
Las familias de muchos asistentes a la feria tienen siglos de vivir en Inglaterra. Pero la vida a menudo es dura. La pobreza y los problemas de salud son generalizados, y muchos lugares son abiertamente hostiles a sus campamentos.
“La gente nos dice que nos regresemos al lugar de donde venimos”, declaró Welch. “Mi familia tiene décadas de vivir en Darlington, y aún nos dicen eso”.
Durante el festival, Appleby, un pueblo de 3 mil 228 habitantes, recibe hasta 30 mil visitantes. Y puede ser una multitud parrandera. “Puedes sentir un cambio en la atmósfera si va a haber problemas”, dijo Ruth Harper, una oficial de Policía.
Algunos negocios cierran durante la feria de cinco días, y algunos residentes están abiertamente inconformes por ello. Pero Harper afirmó que esperaba con ansias la feria.
Para algunos que pasan gran parte del año resignados a los convencionalismos del mundo moderno, la feria de Appleby es una oportunidad de vivir sus tradiciones.
Quienes tienen carretas pintadas tradicionalmente de verde las desempolvan para hacer el viaje, que puede tomar varias semanas. Es una decisión tanto sentimental como estratégica.
“Con una carreta, no recibes el mismo abuso que en una casa rodante”, dijo Becky Lumb, de 35 años, quien se trasladó a la feria desde Bradford, en el norte de Inglaterra. “La gente ve que eso tiene algo de tradición y romanticismo”.
Por: Eric Nagourney
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