El neurotransmisor dopamina está provocando mucho pánico hoy en día. De acuerdo con libros, artículos y publicaciones en las redes sociales, nuestra necesidad de una dosis de dopamina es la razón por la que anhelamos las galletas y pasamos demasiado tiempo en Instagram. Si seguimos cediendo a estos deseos, dice esta lógica, nunca podremos detenernos.
“Hemos transformado el mundo de un lugar de escasez en un lugar de abrumadora abundancia”, escribió Anna Lembke, psiquiatra en la Universidad de Stanford, en California, en su libro de grandes ventas “Generación Dopamina”. Por lo tanto, todos corremos el riesgo del “compulsivo consumo excesivo”.
Una tendencia llamada “ayuno de dopamina” que surgió en el 2019 gira en torno a abstenerse de cualquier cosa que provoque la liberación de la sustancia química. La premisa es que los entretenimientos modernos reconfiguran el cerebro para que los pasatiempos de ritmo más lento ya no sean placenteros.
Los científicos dicen que estas preocupaciones son exageradas.
La idea de que la dopamina produce sensaciones de placer surgió de los primeros experimentos en roedores, y más tarde en humanos, que hallaron que el sistema de la dopamina se activaba cuando los animales encontraban una recompensa. La comida, el sexo, las drogas y las interacciones sociales desencadenaban torrentes de dopamina en el cerebro.
Pero en la década de 1990, los científicos se dieron cuenta de que la dopamina está más estrechamente relacionada con la anticipación de una recompensa que con recibirla. La dopamina provoca el deseo de algo y la motivación para ir a buscarlo.
Los animales desarrollaron sistemas de dopamina para motivarlos a buscar comida y sexo para sobrevivir y procrear.
La dopamina también es esencial para el aprendizaje. El elemento clave que hace que las neuronas de dopamina se activen es la sorpresa, independientemente de si el resultado es gratificante o decepcionante.
“La dopamina no te dice cuándo algo es bueno o malo per se, sino cuándo es mejor o peor de lo que esperabas”, dijo Talia N. Lerner, profesora asistente de neurociencia en la Universidad Northwestern, cerca de Chicago. Esa liberación de dopamina ayuda a actualizar sus expectativas y potencialmente modificar su comportamiento.
La preocupación es que las actividades altamente estimulantes secuestrarán el sistema de neurotransmisores, de modo que ya no funcione para obtener recompensas más pequeñas.
Esta preocupación se basa en parte en la ciencia. El uso prolongado de drogas que provocan grandes liberaciones de dopamina, como la cocaína y las anfetaminas, puede hacer que el cerebro apague algunos de los receptores sobre los que actúa el neuroquímico. Entonces se requiere más droga para lograr la misma euforia. Debido a que los videojuegos y la pornografía pueden crear hábito, algunos investigadores plantearon la hipótesis de que podrían causar señales similares de tolerancia en el cerebro. Sin embargo, Lembke itió que no hay evidencia que respalde esta teoría.
Como resultado, otros investigadores han criticado la idea. Una razón es que la cantidad de dopamina liberada en respuesta a los videojuegos, la pornografía, las redes sociales y la comida chatarra es sustancialmente menor que la liberada por las drogas adictivas.
Y si bien la dopamina está involucrada en la adicción, las compulsiones de consumir drogas o masturbarse son más complicadas que un solo neurotransmisor.
De hecho, los intentos experimentales de tratar la adicción alterando la actividad de la dopamina no han funcionado. Las conductas compulsivas suelen ir acompañadas de otras enfermedades mentales o de estrés extremo durante la infancia.
“A menos que estés usando una droga como la cocaína, que probablemente sea dañina para la salud en general, no existe necesariamente una forma saludable o no saludable de usar la dopamina”, dijo Lerner. “Se trata simplemente de aprender. Y siempre puedes aprender algo bueno, y siempre puedes aprender algo malo”.
Por: DANA G. SMITH
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