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‘Mi envenenamiento fue un proyecto personal de Putin’

Entrevista con Alexei Navalny, el líder opositor ruso envenenado con una potente arma química.

El abogado y líder político Alexei Navalny (44 años) es considerado el mayor opositor del presidente Vladimir Putin. Su fundación a denunciado decenas de tramas de corrupción en Rusia que involucran a varios ‘pesos pesados’.

El abogado y líder político Alexei Navalny (44 años) es considerado el mayor opositor del presidente Vladimir Putin. Su fundación a denunciado decenas de tramas de corrupción en Rusia que involucran a varios ‘pesos pesados’. Foto: Getty

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El líder opositor ruso Alexei Navalny encabeza la combativa Fundación Anticorrupción en Moscú. En agosto, los fuertes dolores que sufrió por una súbita y grave enfermedad obligaron a que el avión comercial que lo trasladaba de Siberia a la capital rusa tuviera que aterrizar de emergencia para que pudiera recibir atención médica de urgencia, y luego fue trasladado a Berlín, para impedir que falleciera. Días después, los médicos y la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas confirmaron que la causa de todo esto había sido el agente nervioso Novichok, un arma química desarrollada en tiempos de la Unión Soviética.
En proceso de recuperación, Navalny dialogó con Tikhon Dzyadko, jefe de edición de Dozhd TV (TV Lluvia), la única red de teledifusión independiente que queda en Rusia.

La Unión Europea aprobó sanciones contra seis personas y una entidad rusas, en conexión con el envenenamiento que usted sufrió en agosto. ¿Cree que estas sanciones son suficientes?

Lo que más me interesa es lo que suceda en Rusia; la respuesta europea no me preocupa tanto en este caso. Entiendo que la indignación en muchos países no está vinculada directamente conmigo, más bien les preocupa el uso de armas químicas, algo que todos rechazan. Mi deseo es que haya una investigación en territorio ruso, o al menos algo parecido a una investigación. Porque lo que está sucediendo ahora mismo parece ser otra señal de que en nuestro país no se puede confiar en la justicia. En cuanto a sanciones o listas negras, mi posición siempre ha sido que si los países desarrollados quieren ayudar a Rusia y a los ciudadanos rusos, y ayudarse a sí mismos, deben cortar los canales por los que sale el dinero sucio desde Rusia (…), cortar el flujo de dinero robado a nuestros ciudadanos. Los asesinos y los que dieron la orden deben ser juzgados como criminales. Pero lo que realmente se necesita es expulsar de Europa a todos los oligarcas: los Usmanov, los Abramovich, los Shuvalov, los Peskov y todos esos propagandistas que se enriquecen y transfieren dinero a Europa mientras se tiene a los rusos en la pobreza y la degradación. Contra esa gente hay que luchar.
Si los países desarrollados quieren ayudar a Rusia, deben cortar los canales por los que sale el dinero sucio desde Rusia (…), cortar el flujo de dinero robado a nuestros ciudadanos”.

Se cree que algunos funcionarios europeos lo habrían consultado acerca de a quiénes sancionar. ¿Ayudó usted a elaborar alguna lista de esas personas?

No, y no hace falta. Basta consultar cualquiera de las investigaciones de la Fundación Anticorrupción, que en su mayoría hablan exactamente de eso: de cómo algunas personas, que se dicen patriotas, roban sumas enormes con las que se compran propiedades lujosas en Manhattan o Mayfair. Mi lista es mi canal en YouTube. Cualquiera puede entrar ahí, tomar los nombres y añadirlos a cualquier lista anticorrupción. Insisto, no imponen las sanciones por mí, sino porque el uso de armas químicas es una violación de leyes y tratados internacionales. Por eso, la investigación formal y las declaraciones sobre el uso de Novichok en mi caso no las hicieron los países europeos, sino la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, en cuya creación Rusia participó. Las sanciones de la UE no tienen que ver con mi persona, sino con el hecho de que en Rusia hay un programa activo para el desarrollo de armas químicas y su uso en la eliminación de opositores políticos.
Mientras estaba en el hospital, algunos medios publicaron que funcionarios rusos solicitaron consular para verlo. ¿Hubo algún encuentro con esos funcionarios?
Es gracioso. Hasta donde sé, es probable que hayan pedido mientras estaba en coma, o cuando apenas empezaba a salir. Fue una discusión absurda. Yo no necesito asistencia consular, lo único que necesito es que en Rusia haya una correcta investigación del intento de asesinarme. Si no van a iniciar un proceso penal, porque la posición oficial en todos los niveles es que no hubo intento de asesinato, entonces quiero que me den la ropa que tenía puesta cuando me envenenaron. Todo indica que el Novichok se aplicó sobre la ropa, que quedó en el hospital de Omsk. También quiero mis registros médicos. Y me gustaría mucho ver las grabaciones de video que los funcionarios del Ministerio del Interior confiscaron en el hotel de Tomsk, donde es probable que haya sido el envenenamiento. Lo que está haciendo el Ministerio de Asuntos Exteriores ruso es una maniobra de distracción. Ahora resulta que le exige elementos de prueba a Alemania. ¿Para qué? Rusia tiene mi ropa, que es lo que hay que examinar. Rusia tiene mis muestras de sangre, mis registros médicos y todo lo que se necesita para llevar adelante una investigación; pero en cambio tenemos esta especie de altercado entre Rusia y Alemania.

¿Cree que habrá alguna forma de investigación?

Yo daba por sentado que al menos iban a fingir que se hacía una investigación. Pero hasta ahora no hubo ni siquiera una investigación de mentira. Eso, para mí, es otra confirmación de que la orden la dio el presidente ruso, Vladimir Putin. Si no, se habría visto algo parecido a la investigación por el asesinato de Boris Nemtsov. En aquel caso no se detuvo a la persona que organizó el asesinato ni se supo el nombre de quien lo ordenó. Solo se detuvo a los que jalaron el gatillo. Pero al menos hubo una investigación. En mi caso, hay desinterés total.

Le Monde publicó un artículo en el que cita una conversación de Putin con el presidente francés, Emmanuel Macron. Allí, Putin dijo que es posible que usted haya ingerido el Novichok por voluntad propia. ¿Qué pensó al leer esto?

Pensé que no me equivoqué al suponer que fue orden de Putin. La forma en que lo niega lo pone en ridículo. Estoy seguro de que los ses lo filtraron a la prensa por la indignación que sintieron ante unas mentiras tan flagrantes. Putin miente en beneficio propio, está tratando de justificarse. Es decir, esto no fue un hecho ‘inesperado’. No fue un general loco que les ordenó a unos asesinos misteriosos que eliminaran a alguien. Fue un proyecto personal de Putin, fracasó, y ahora está tratando de protegerse. Al tipo lo pescan con una pistola humeante apuntada a mi cabeza, erró el disparo y dice que no fue él, que fue un intento de suicidio.

Usted tiene una de las mejores estructuras de investigación en Rusia. Si no hay una investigación oficial por parte de las autoridades rusas, ¿la hará su fundación?

Me gustaría saber quién lo hizo. Sin duda tenemos el mejor grupo de investigación en Rusia, y uno de los mejores del mundo. Pero hablando con franqueza, nuestras posibilidades están limitadas ahora que los videos de seguridad del hotel no están más. No podemos entrar al Servicio Federal de Seguridad (FSB) para sacarlos por la fuerza. Todo lo que había fue confiscado y enviado allí. Resolver el caso tendría que haber sido muy fácil. Las grabaciones de video mostrarían todo muy claro. Además, en mi caso, habría que ver mi expediente de seguimiento, porque me tenían vigilado. Por lo que entiendo, hubo un registro extrañamente detallado de los movimientos que hice antes de irme de Tomsk que al parecer lo armó una sección del FSB a la que le encargaron vigilarme. Me observaban en forma constante y sistemática. Todo el hotel estaba cubierto por cámaras de video. Pero lo confiscaron todo. Así es como opera el poder. Estamos hablando de de los servicios secretos. Todo ese aparato ahora está ocupado en ocultar y destruir pruebas. Por eso no hay videos, no hay ropa, no hay nada.

Todos estos años le han preguntado muchas veces si tenía miedo de que lo mataran. Ahora que realmente trataron de matarlo, ¿cómo se siente? ¿Siente algún deseo de venganza?

Por raro que parezca, no siento amargura. Ver a la muerte de cerca es una experiencia valiosa. Por supuesto, no pienso nada bueno de los que trataron de hacerlo. Pero no ando pensando en estrangularlos con mis propias manos. Ansío justicia para mí y para todos los que me rodean, pero eso es porque un país no se puede considerar normal si un intento tan descarado de asesinato no se investiga. Seamos francos, yo soy una persona bastante conocida, me piden entrevistas. Pero ¿qué hubiera pasado si yo fuera un activista común y corriente contra un oligarca local o un gobernador en alguna región de Rusia? ¿Qué hubiera pasado si fuera un activista por los derechos humanos en algún lugar del Cáucaso? Cuando un delito de alto perfil con una víctima más o menos famosa, como yo, queda impune, ¿qué puede esperar esa gente? Si ni siquiera yo puedo obtener justicia, o al menos una investigación, no hay esperanzas para ningún ciudadano ruso. ¡Por eso exijo justicia!

¿Cambiará usted su estrategia y la de su fundación? Hasta el 20 de agosto, el día en que lo envenenaron, usted llevaba adelante investigaciones, hacía campaña por el ‘voto inteligente’ (votar por cualquier candidato que se oponga al partido gobernante Rusia Unida) y participaba en mítines...

Hay más en juego en el sentido de que estamos viendo la decadencia del régimen. Ya sabíamos que nos enfrentábamos a rufianes que están obsesionados con el poder y el dinero, y que aparentemente no tienen escrúpulos. Pero ahora sabemos más que nunca que su instrumental incluye el asesinato político y la intimidación por métodos extraordinariamente peligrosos. Un arma química es un arma química. La única pregunta es hasta dónde estarán dispuestos a aplicar esos métodos. Pero la estrategia básica sigue siendo la misma. Tenemos que buscar el apoyo de la gente. Tenemos que exigir el derecho a participar en elecciones libres como candidatos. Vamos a seguir organizando mítines (…). Ajustaremos la estrategia según sea necesario. Pero el modo exacto en que cambiaremos es difícil de decir mientras no haya vuelto a Rusia.

A la luz de lo que ve en Rusia, ¿piensa cambiar algo en relación con su seguridad personal? ¿Está considerando la posibilidad de que su familia se quede en el extranjero?

No, no estamos analizando la cuestión. Julia (su esposa) apoya mi trabajo, y es seguro que volveremos. No se puede competir con el Estado en materia de seguridad. Soy realista. Sé que aunque me rodeara de 30 guardias, mañana podrían detenerlos por participar en una marcha no autorizada mientras me escoltan. Después las autoridades pueden detenerme y echarme siete frascos de Novichok encima. Trato de actuar del modo más razonable y responsable, pero me doy cuenta de que es sencillamente imposible competir con todo el aparato estatal. Solo hago lo que considero correcto, y pido el apoyo de la gente. Trato de ser tan cuidadoso como sea posible, pero esto no debe interferir con mi actividad principal.

¿Se ha imaginado ya cómo será su regreso? Hay toda clase de expectativas. Algunos esperan que celebre un gran mitin, otros dudan de que le permitan volver a Rusia...

¿Cómo podrían impedirme entrar a Rusia? Soy ciudadano de Rusia. No me pueden negar la entrada. Por supuesto que imagino que las autoridades buscarán impedir mi regreso, sobre todo van a tratar de intimidarme con alguna clase de proceso penal. Pero ya hace mucho que esas amenazas dejaron de preocuparme. No me asustaban antes, y ahora me asustan todavía menos. Y respecto de cómo me imagino mi regreso, para empezar, no pienso en ello. ¿Acaso debería hacer como Aleksander Solzhenitsyn, ir a Vladivostok, en el Extremo Oriente ruso, y después atravesar Rusia en tren y recibir una acogida triunfal en cada estación? Prefiero evitar cualquier pathos innecesario. Solo soy un político ruso que ahora se encuentra temporalmente en Berlín para recibir tratamiento médico. Me recuperaré y cuando esté bien volveré a Rusia en clase económica, tomaré un taxi, iré a casa, y a la mañana siguiente iré al trabajo. Eso es todo.

Durante su ausencia pasaron muchas cosas. Una de las peores fue el suicidio a lo bonzo de la periodista Irina Slavina en Nizhny Novgorod. ¿Leyó algo al respecto?

Por supuesto. Es una historia totalmente monstruosa. Cuando me enteré, comenté de inmediato en internet que había sido un suicidio inducido. Fue resultado de una campaña de destrucción personal por parte de las autoridades. Se ensañaron con una periodista que no había hecho nada malo. Le ponían multas todo el tiempo (la ayudamos a reunir algo de dinero para eso), la dejaron sin medios de vida, la castigaron por ejercer su profesión. Hay que entender el grado de desesperación que siente una persona a la que le quitan su única fuente de ingresos y tiene dos hijos que alimentar. Le allanaron la casa y le confiscaron los teléfonos. Es evidente que las autoridades hicieron todo lo posible para llevarla a la desesperación. No es solo una tragedia, es un crimen, por el que tienen que rendir cuentas personas concretas.
(*) Tikhon Dzyadko es Jefe de edición de Dozhd TV, cadena rusa independiente.

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