Cinco juicios por supuesta corrupción no son suficientes para detener el deseo de
Luiz Inácio Lula da Silva de lanzarse a la presidencia de Brasil en el 2018.
O al menos así lo ratificó esta semana el exmandatario durante un breve discurso pronunciado ante miles de simpatizantes. “Estoy vivo y preparándome para volver a ser candidato a la presidencia de la República”, dijo.
Las declaraciones de Lula se hicieron el miércoles justo después de un interrogatorio de cinco horas, del que el expresidente pareciera haber salido más confiado y victorioso que preocupado o angustiado, por las indagaciones que le hicieron por supuestamente haber recibido un apartamento tríplex en São Paulo como agradecimiento por favores otorgados a la constructora OAS, también implicada en el escándalo de los sobornos de
Petrobras.
“Sin duda, el expresidente fue a declarar esta semana en el proceso más tranquilo para él, porque no existía ninguna prueba de su implicación directa. Gracias a ello, tuvo la oportunidad de politizar sus respuestas y de cuestionar la investigación, supuestamente sin pruebas materiales. Es decir, pudo pasar a la sociedad la idea de que está siendo víctima de persecución política”, aseguró a EL TIEMPO Antonio Augusto de Queiroz, analista del centro de pensamiento Macropolítica en Brasil.
Lula tuvo incluso la oportunidad de denunciar antes y después que el interrogatorio –presidido por el joven pero implacable juez Sergio Moro (conocido por su lucha contra la corrupción)– era una “farsa judicial” que buscaba minar su camino a las presidenciales del 2018.
Acto partidista
Esto se evidenció con las declaraciones del mismo juez Moro, quien denunció que Lula utilizó el escenario para convertirlo en un “acto político partidista”.
Pero no fue lo único que hizo. “Por supuesto que negó todos los cargos, pero lo que más resaltó del juicio y que dejó con un sinsabor a todos los asistentes fue que utilizó como barra de soporte a su difunta esposa Marisa Leticia, a quien terminó echándole la culpa de la compra del tríplex (apartamento) a tan solo dos meses de su muerte”, dijo a este diario David Feischer, doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florida y profesor emérito de la Universidad de Brasilia.
“Este es el más avanzado de los cinco juicios que enfrenta Da Silva, pero no es el que más puede perjudicarlo”, añade De Queiroz.
El juicio se realizó justo un día después de que un tribunal de Brasilia decidió suspender las actividades del Instituto Lula Da Silva (fundado y dirigido por el exmandatario), por sospechas de servir a la perpetración de actos ilícitos.
Según Feischer, “la decisión la tomó el juez Ricardo Augusto Soares Leite, uno de los encargados de los cinco escándalos por los que Lula está enfrentando los tribunales, tras encontrar pruebas contundentes de que el instituto estaba involucrado en lavado de dinero”. Lula rindió declaratoria por esta causa en marzo, cuando itió que la sede del instituto en São Paulo era escenario permanente de reuniones para tratar diversos asuntos.
Pero este es tan solo el segundo de los cinco procesos que enfrenta Lula. En el tercero, el exmandatario es acusado de lavado de dinero y tráfico de influencia en la compra por parte del Estado brasileño de aviones de combate suecos Gripen por 5.000 millones de dólares, que se concretó durante la presidencia de Dilma Rousseff (2011-2016), su protegida política.
Además, en el cuarto lugar está la denuncia del exsenador del Partido de los Trabajadores (PT) Delcidio do Amaral, quien aseguró que Lula participó de un plan para comprar el silencio de un exdirectivo de Petrobras involucrado en el fraude de la petrolera.
En el
quinto caso, Lula es acusado de tráfico de influencia, corrupción pasiva, lavado de dinero y formación de una organización delictiva junto con Marcelo
Odebrecht entre 2008 y 2015.
El futuro de Lula
Para De Queiroz, “es muy probable que Lula no concurra a la presidencia básicamente por dos razones: una, porque sería condenado y se convertiría en inelegible; y dos, aunque no sea condenado, podrá renunciar a lanzarse a la presidencia en función de la crisis fiscal con la que no podría llevar a cabo sus planes de gobierno. Eso pondría en riesgo su legado de gobiernos anteriores”.
En opinión de Feischer, “en realidad sería nocivo para Brasil que Lula siguiera en su camino a la presidencia, pues no solo es acusado de todo tipo de prácticas corruptas con el escándalo de Petrobras, sino que además fue señalado por (el exdirectivo de Petrobras) Renato de Souza Duque de ser el gran líder de todo”.
Para los expertos, en el camino a las elecciones aparecerán candidatos fuertes como João Doria, actual alcalde de São Paulo, quien fue elegido en primera vuelta en las elecciones del 2016, derrotando al candidato del Partido de los Trabajadores, Fernando Haddad.
“Doria es un forastero, un hombre de negocios que nunca se había lanzado antes y que se presenta como un no político. Además, representa el nuevo fenómeno electoral en el mundo, en el que el nuevo presidente nunca se había lanzado a la política. Por otro lado, es un candidato anti-Lula que probablemente dé la pelea porque no tiene ese historial corrupto que lleva el expresidente en este momento”, finaliza Feischer.
MARÍA DEL MAR QUINTANA C.
Redacción Internacional