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Análisis

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¿Se salió con la suya el presidente de Francia, Emmanuel Macron? El nuevo primer ministro parece calmar las aguas: así afrontará el déficit fiscal y la inmigración ilegal / análisis de Mauricio Vargas

A pesar de perder tres elecciones seguidas, el mandatario francés bloqueó el ascenso de la derecha dura, desgastó a la izquierda y nombró un primer ministro más bien centrista.

El presidente Emmanuel Macron y el exnegociador europeo del Brexit Michel Barnier.

El presidente Emmanuel Macron y el nuevo primer ministro francés, Michel Barnier. Foto: AFP

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ANALISTA SÉNIORActualizado:

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Aunque parezca apenas una anécdota, el reemplazo de Gabriel Attal, de 35 años, el primer ministro más joven en casi siete décadas de vida de la V República, por Michel Barnier, 72 años, el de más edad en ese mismo período, es una muestra de lo cambiante que ha sido este año la política de Francia, sumida en el mayor período de inestabilidad en décadas y con un gobierno interino que duró casi dos meses.
El presidente Emmanuel Macron ha sufrido el desgaste de siete años de gobierno, cinco del primer mandato y dos del segundo, que termina en 2027. Pero a pesar del palo que le dan desde casi todo el espectro político, incluidos los partidos centristas cercanos a él, puede decir a estas alturas que ha logrado sobrevivir y nombrar un primer ministro que, si bien no es macronista, al menos no proviene de las dos grandes fuerzas opositoras, el Nuevo Frente Popular (NFP) de izquierda, y el Reagrupamiento Nacional (RN) de la derecha populista.
Tras gobernar cinco años con mayorías de su campo en la Asamblea Nacional, Macron fue reelecto en 2022, pero en las legislativas semanas más tarde, no consiguió revalidar esas mayorías y tuvo que soportar dos años de duras negociaciones para sacar adelante sus proyectos de ley. En no pocas ocasiones debió acudir al recurso constitucional del artículo 49.3 que le permite, en el caso de leyes que involucren financiamiento público, sacarlas adelante por decreto.
Cuando disolvió la Asamblea hace tres meses, nadie imaginaba que Macron sobreviviría a su apuesta.

Para trancarlas, los bloques opositores estaban obligados a votar una moción de censura y tumbar al primer ministro y a su gabinete, algo que nunca lograron pues cuando la moción la proponía la izquierda de Jean-Luc Mélenchon, la derecha populista de Marine le Pen no la votaba, y viceversa.
Todo se complicó el 9 de junio: en las elecciones para el parlamento europeo, los candidatos macronistas apenas consiguieron 14,6 % de los votos, contra 30 % del RN y 23 % de las dos listas en que se dividió la izquierda. Ante semejante derrota, Macron anunció esa noche la disolución de la asamblea y la convocatoria de elecciones legislativas anticipadas para tres semanas después.
Gabriel Attal y Emmanuel Macron.

Gabriel Attal y Emmanuel Macron. Foto:AFP

Opositores y macronistas lo acusaron de lanzar el país al abismo, pero como explicaba el domingo, en El País, de Madrid, el analista Daniel Innerarity, Macron hizo esta dura apuesta “cuando era previsible una moción de censura contra el gobierno”. En la primera vuelta del 30 de junio, el RN, liderado por Jordan Bardella (28 años y gran protegido de Le Pen), sacó el 37 % de los votos y la derecha populista quedó a un pasó de hacerse con la mayoría absoluta en la Asamblea.
Pero faltaba la segunda vuelta, donde se jugaba la suerte de siete de cada diez escaños. Por iniciativa de Macron, los partidos centristas retiraron sus candidatos en aquellos distritos donde la izquierda estaba en mejor posición para ganarle al aspirante del RN y, en respuesta, la izquierda retiró los suyos allí donde el aspirante macronista tenía mayores opciones. La operación de ‘barrage’ (dique) contra el RN, dio resultado: la izquierda consiguió 182 curules, el macronismo, 168 y el RN apenas 143, mientras el centro-derecha de Los Republicanos (LR) se quedó con 60.
Aunque ningún bloque se acercó siquiera a los 289 escaños que marcan la mayoría absoluta, los partidos de izquierda -fuerza más votada- reclamó el derecho a proponer el nombre del primer ministro. Macron les dio tiempo mientras se abría la tregua por los Juegos Olímpicos. Pero las divisiones desgastaron al bloque izquierdista y demoraron la nominación. Cuando finalmente el NFP propuso a Lucie Castets, ya era claro que la coalición de izquierda estaba pegada con babas, lo que quedó confirmado tras una contra-oferta del presidente de nombrar al exprimer ministro socialista Bernard Cazeneuve, algo que buena parte de los líderes del NFP rechazó.
Michel Barnier.

Michel Barnier. Foto:EFE

La trepada al Everest

En los tres meses que siguieron a las elecciones europeas que llevaron a Macron a disolver la Asamblea, el presidente logró frenar el avance electoral del RN, y desgastar y dividir a la izquierda. Se sintió entonces en libertad para buscar un centrista. No podía sacarlo de su movimiento porque eso hubiese invitado a las dos oposiciones a unirse en una moción de censura. Y por eso fue a pescarlo en la centro-derecha republicana.
Buscó con ello sumar a los 163 escaños macronistas, los 60 de LR. Y aunque esos 223 no alcanzan a ser mayoría absoluta, por provenir del centro-derecha, el candidato al cargo podía contar con que el RN no lo vetaría. Como escribió el analista Innenarity, “la política es el arte de hacer lo que se puede con lo que se tiene”. Y eso hizo Macron, con un resultado que parecía inimaginable el 9 de junio cuando lanzó la riesgosa apuesta de disolver la asamblea.
Tras barajar varios nombres, el presidente se decidió por el experimentado Michel Barnier, quien en medio siglo de carrera ha sido alto funcionario de la Unión Europea y, en Francia, ministro de Agricultura y ministro de Relaciones Exteriores. Entre 2016 y 2018, fue jefe negociador de la UE ante las autoridades británicas, para pactar los términos del brexit. “Más que ser de derecha, Barnier es un centrista con buena acogida en la derecha”, le dijo a EL TIEMPO una fuente cercana al Palacio del Elíseo.
Macron logró frenar a la derecha populista de Le Pen, y luego desgastó y dividió a la izquierda de Melenchon.
Conocido por su temperamento calmado, su paciencia y su ponderación, parece el hombre adecuado para el gigantesco desafío que tiene por delante y que, en su editorial de este lunes, el diario parisino Le Figaro comparó con “trepar al Everest”. Se trata, ni más ni menos, de resolver el gravísimo problema del déficit fiscal, que amenaza con alcanzar el 6 % del PIB, y de la deuda pública que ya supera el 110 % del PIB.
Como explicó este lunes el analista Nicolas Bavarez, en su columna de Le Figaro, “tras los Olímpicos, quedan las deudas”. El déficit público, que en el horizonte planteado por el Gobierno debería bajar a 3% del PIB en 2027, va en la dirección contraria, hacia arriba, dice Bavarez y enumera: “…5,6 % en 2024, 6,2% en 2025, 6,7 % en 2026…”. Entretanto, la deuda pública que ya supera el 110 % del PIB, estaría en 2027 en el aterrador nivel de 124%.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. Foto:AFP

En otros tiempos, el Gobierno habría podido subir los impuestos. Pero una razón política y una proveniente de la dura realidad, hacen inviable avanzar por ese camino. La razón política es que un alza de impuestos era la propuesta central del bloque de izquierda, que centro y derecha rechazaron por considerar que los contribuyentes ses no aguantan más cargas. Y esta última es, justamente, la razón proveniente de la realidad.
Coger el toro del déficit fiscal por los cuernos requiere, primero que todo, que el primer ministro hable del asunto con toda la crudeza que la situación amerita. Como el propio Barnier lo dijo minutos después de su nominación, “la gente espera de un primer ministro que diga la verdad sobre la deuda financiera”. Y como el margen para subir impuestos es muy estrecho, lo único que queda es hacer recortes, una operación siempre dolorosa.
52 % se declara satisfecho con Barnier, 62 % lo considera competente y 61 % abierto al diálogo
Y además de dolorosa, muy difícil de realizar. En Francia, donde amplios sectores de opinión han vidido por décadas orgullosos de los logros del Estado del Bienestar, los gobiernos que han querido aplicar la tijera en ese frente, han sido arrinconados por gigantescas movilizaciones populares. Y algunos incluso, han caído por ello.
Otros recortes son posibles, en especial en dos áreas: la que los expertos llaman “los gastos estériles”, que son aquellos que no producen ningún beneficio social ni económico de largo plazo, y la que tiene que ver con la mala gestión, una llaga en la que puso el dedo este fin de semana el expresidente del Banco de Francia, Jacques de Larosiére, convencido de la posibilidad de ahorrar hasta 200.000 millones de euros, de aquí a diez años, con una profunda y extensa revisión de las ineficiencias del gasto público.

Las semanas que vienen en Francia

Un segundo frente muy delicado para Barnier es la lucha contra la inmigración ilegal. Hace tres años, cuando se postuló -sin éxito- para ser el candidato LR a la Presidencia, planteó “frenar de manera inmediata la regularización de inmigrantes, limitar de modo riguroso el reagrupamiento familiar (que permite a quien legaliza su estadía, traer a su pareja e hijos) y reducir la acogida de estudiantes extranjeros”.
Estos asuntos son clave, no sólo porque inquietan a buena parte de los ses, sino porque, en cierto modo, endurecer los controles a la inmigración es el precio que el primer ministro y su gabinete deben pagar para evitar que el RN de Le Pen apoye una moción de censura.
El gran desafío de Barnier es un déficit que se acerca al 6 % del PIB, y una deuda pública por encima de 110 %
Mientras mantenga calmados a los diputados del RN, Barnier podrá sostenerse pues la izquierda luce débil: a las divisiones evidenciadas durante estas semanas, se sumó la pobre movilización alcanzada por el NFP el sábado, cuando convocaron a una manifestación para rechazar la designación de Barnier y apenas unos cuantos miles asistieron.
Aunque no tendrá luna de miel, el nuevo primer ministro consiguió de entrada un apoyo ligeramente mayoritario en la opinión pública. Según un sondeo de Ifop, publicado por ‘Le Journal du dimanche’, 52 % de los encuestados se declara satisfecho con la llegada de Barnier al cargo. El 62 % lo considera competente, el 61 % lo percibe abierto al diálogo y el 60 % dice que es simpático.
El presidente francés, Emmanuel Macron, durante la coordinación de los Juegos Olímpicos.

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante la coordinación de los Juegos Olímpicos. Foto:AFP

El sábado, a la salida del hospital infantil de Necker, en Paris, donde realizó la primera visita en su nuevo cargo, una señora asomada al balcón en un edificio vecino, le gritó: “Mucha suerte y ánimo”. Le harán falta, casi tanto como la paciencia y la capacidad negociadora por las que es tan reconocido, para salirse con la suya como, al parecer, lo ha logrado Macron.
MAURICIO VARGAS
ANALISTA SENIOR
[email protected] / IG: @mvargaslinares

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