A pesar del largo proceso que se debe recorrer, la istración
Donald Trump la emprendió este martes contra otro de los “legados” del expresidente
Barack Obama, al anunciar que derogará una regulación del 2015 que buscaba reducir la emisión de gases causantes del efecto invernadero.
La regulación, bautizada Plan de Energía Limpia, obligaba a los estados a tomar medidas para reducir las emisiones en las plantas proveedoras de energía, sobre todo las basadas en la utilización de carbón.
La idea de la estrategia era eliminar hasta un 30 por ciento las emisiones para el 2030 y forzar la restitución de las plantas de carbón con energía solar, hídrica y recolectada con viento.
Trump, por medio del director de la Agencia para la Protección del Medio Ambiente, Scott Pruitt, alega que el expresidente se extralimitó en sus funciones al imponer restricciones a los estados. Así mismo, que implementar la regulación costaría más de 30.000 millones de dólares a la industria y acabaría con cientos de miles de empleos.
Con el anuncio, Trump está cumpliendo con una de las promesas de campaña que más influyó en su triunfo, pues tal medida afectaba más a votantes de raza blanca que se identificaban con el partido demócrata y terminaron cambiando de partido en los comicios del 2016.
Pero se trata de un asunto delicado, pues sin este plan es improbable que EE. UU. pueda cumplir los compromisos de los acuerdos de París sobre cambio climático. De hecho, Trump sostiene pretender retirarse del acuerdo en el 2018.
“La guerra contra el carbón se acabó”, dijo Pruitt, quien encabeza una agencia que debe proteger el medioambiente, pero que no cree en el cambio climático ni en los estudios que relacionan las plantas de carbón con incontables casos de cáncer y asma entre niños.
El anuncio, por supuesto, cayó muy mal entre los demócratas. Uno de ellos, el gobernador John Hickenlooper, de Colorado, un estado que ya venía implementando las medidas. “Hemos reducido nuestras emisiones y estamos ahorrando dinero. Mi pregunta para Pruitt es: ¿Qué parte de eso no le gusta?”, dijo Hickenlooper.
El anuncio de Trump no tendrá efectos inmediatos. La propuesta de derogación pasará primero a un periodo de escrutinio público que podría tardar meses.
Así mismo, los representantes de la industria que se oponen a la regla de Obama no quieren que las medidas se deroguen por completo sino que sean reemplazadas por otras que apunten en esa misma dirección, pero con márgenes más amplios para cumplir con la reducción de emisiones y permitan modernizar las plantas de carbón en lugar de eliminarlas.
Una vez transcurra el periodo de escrutinio, se espera que varios estados, entre estos Nueva York, demanden la derogación ante las cortes.
Dado este cronograma, la mayoría de expertos creen que, de prosperar, la derogación no sucedería antes del año 2020, cuando Trump aspire a ser reelecto. Y falta también por resolverse una demanda que interpusieron 27 estados y decenas compañías contra la regulación de Obama.
El año pasado, la Corte Suprema, en un veredicto inusual, congeló los efectos de este plan mientras las cortes inferiores daban trámite a la demanda.
En otras palabras, el futuro de los controles a las emisiones que producen las plantas de energía está por ahora en manos de las cortes. Trump, con su decisión de este martes, solo ha elevado las apuestas.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO