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La tragedia de EE.UU., el país con más contagiados y muertos por covid

El coronavirus ha dejado más de 537.000 muertos desde el inicio de la pandemia.

4.	Estados Unidos
La situación en las principales ciudades de Estados Unidos es preocupante. En el país existen alrededor 550.00 habitantes de calle, de acuerdo con el medio ‘America Magazine’. Esta población se encuentra concentrada en ciudades como Nueva york donde personas a fuera de los hospitales buscan comida en las canecas y deambulan por la soledad del asfalto. 

Diferentes fundaciones han ayudado a esta población con alimentos y ropa además de llevar a los puntos de concentración, el equipo de pruebas de covid-19 para descartar la presencia del virus en alguno de ellos.

4. Estados Unidos La situación en las principales ciudades de Estados Unidos es preocupante. En el país existen alrededor 550.00 habitantes de calle, de acuerdo con el medio ‘America Magazine’. Esta población se encuentra concentrada en ciudades como Nueva york donde personas a fuera de los hospitales buscan comida en las canecas y deambulan por la soledad del asfalto. Diferentes fundaciones han ayudado a esta población con alimentos y ropa además de llevar a los puntos de concentración, el equipo de pruebas de covid-19 para descartar la presencia del virus en alguno de ellos. Foto: AFP

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Ningún país estaba preparado para los retos que planteó el covid-19 cuando hizo su irrupción en el mundo a comienzos del año pasado. Pero sí había uno, por su poderío económico y avances científicos, en posición para capotear los embates de esta terrible enfermedad, ese era Estados Unidos.
Ahora, cuando se cumple un año de la pandemia, nada es más distante de esa realidad.
EE. UU., de hecho, es una de las naciones a las que peor les ha ido en términos de contagios, muertes y efectos en su economía. De acuerdo con estadísticas de la Universidad de John Hopkins, desde febrero del año pasado se han presentado casi 30 millones de casos, el número más alto del todo el mundo y el triple si se compara con la India -el segundo con más infecciones-, cuya población es casi cuatro veces más grande que la de este país.
Las cifras en cuanto a decesos no son mejores. A la fecha van más de 537.000 muertes, también el número más alto del planeta. Ajustado por el tamaño de su población, solo el Reino Unido, República Checa y el micro-Estado de San Marino tienen una tasa superior a la de EE. UU. por millón de habitantes (1618).
En términos económicos, el desempleo alcanzó a llegar al 15 por ciento durante sus peores momentos. Y, si bien actualmente se ha recuperado, algo de ese terreno oscila en el 6,6 por ciento, lo que es todavía lejos del 3,5 por ciento que existía en febrero del 2020, y más de 10 millones de empleos se han esfumado en relación a los niveles del año pasado.
Esta tragedia estadounidense, que aún continúa, es lamentable porque los mismos expertos -al igual que la istración anterior de Donald Trump- habían hecho cálculos de que en el peor de los casos la mortandad durante el primer año no pasaría de los 250.000. Y terminó siendo el doble.
Trump se tardó más de un mes en bloquear el ingreso de personas que llegaban del Viejo Continente, donde ya la pandemia hacía estragos...
Por qué sucedió es una pregunta compleja y su respuesta depende de a quién se le haga y otros factores que son imposibles de precisar cuando se usa el retrovisor para hacer evaluaciones. Pero no hay duda que los resultados son producto de decisiones que se tomaron, y un contexto político que influyó en ellas y cuyo efecto es innegable.
Y que comenzaron aún antes de que la pandemia tocara tierra en EE. UU. Una de las prioridades de Trump tan pronto llegó a la presidencia en el 2016 fue reducir el gasto en muchas agencias federales -y acabar con otras- para poner en cintura el tamaño de la burocracia estadounidense.
Entre sus víctimas estuvo una oficina de la Casa Blanca que se encargaba, precisamente del monitoreo y la preparación para amenazas a la seguridad nacional como las pandemias. Así mismo, redujo recursos para programas de cooperación internacional que buscaban detectar este tipo de enfermedades antes de que salieran de control.
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se quita la mascarilla cuando llega a la Casa Blanca a su regreso del Centro Médico Walter Reed, donde se sometió a tratamiento para el Covid-19.

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se quita la mascarilla cuando llega a la Casa Blanca a su regreso del Centro Médico Walter Reed, donde se sometió a tratamiento para el Covid-19. Foto:AFP

Sin ojos para anticipar lo que se venía, la reacción de la istración republicana también fue lenta y llena de obstáculos que elevó el mismo presidente. Trump, por ejemplo, se tardó más de un mes en bloquear el ingreso de personas que llegaban del Viejo Continente, donde ya la pandemia hacía estragos en febrero y marzo del año pasado. Y cuando lo hizo incluyó excepciones que permitieron a muchos seguir ingresando. En otras palabras, cuando finalmente se puso el candado, el virus ya estaba regado por medio país y no se contaba con los recursos necesarios para hacer pruebas de detección o rastrear su avance por el país.
Paralelamente, desde el comienzo, Trump intentó minimizar la peligrosidad del virus diciendo en repetidas ocasiones que no era peor que la influenza (y terminó siendo 10 veces más letal) y que ya estaba bajo control. Luego se supo, por una conversación que se filtró entre el presidente y el periodista Bob Woodward de febrero del año pasado, que el mandatario tenía perfectamente claro que el covid era letal y altamente transmisible.
La explicación que dio, con posterioridad, es que quiso evitar el pánico para proteger la actividad económica. Pero también que veía en la pandemia una amenaza directa a sus chances de reelección. De hecho, alcanzó a decir que el covid era una invención de los demócratas para derrotarlo en los comicios de noviembre.
Además, y pese a las recomendaciones de todas las agencias de salud del país, Trump le hizo la guerra al uso de los tapabocas -durante meses dijo que no servían para nada- y se mofó del distanciamiento social como estrategia para prevenir los contagios. Y hasta aplaudió a los habitantes de ciertos estados que optaron por desafiar las recomendaciones de las autoridades sanitarias que supuestamente actuaban bajo su dirección.
Cuando medio país decide ignorar las recomendaciones de las autoridades sanitarias porque las autoridades políticas nos las respaldan, las cosas de tornan más difíciles...
Esa ambivalencia generó una profunda división en el país. Casi la mitad de los estados, donde las autoridades eran republicanas, optaron por estrategias menos restrictivas y obviaron o matizaron los mandatos para el uso de máscaras y distanciamiento. Y sus efectos terminaron siendo devastadores. Muchos de estos estados, donde se relajaron de manera prematura las medias iniciales, tuvieron una enorme segunda ola de la enfermedad durante el verano y luego otra a finales del año pasado, que disparó la cifra de contagios y muertos.
El tema, además, terminó convertido en un caballito de batalla para las campañas políticas del 2020. Los demócratas como el partido que empujaba por más controles frente al covid y los republicanos como los que promulgaban la reapertura e ignoraban las bondades de los tapabocas y el distanciamiento.
Y eso es algo que, al día de hoy, sigue sucediendo pues ya son varios estados los que han anunciado que abrirán del todo sus puertas desde ya y eliminarán todas las restricciones, pese a que las agencias de salud dicen que es prematuro y podría provocar muertes incensarías cuando ya el fin de la pandemia se ve cerca con la llegada de las vacunas.
Por supuesto no todo fue malo. A Trump se le aplaude el gran esfuerzo que hizo para conseguir que los laboratorios farmacéuticos desarrollaran vacunas en tiempo récord. De ellas, ya hay tres en circulación y de acuerdo con el presidente Joe Biden, habrá suficientes de aquí a mayo para inmunizar a toda la población adulta. Si eso se cumple, EE. UU. podría terminar siendo uno de los países a los que peor les fue durante la pandemia, pero quizá de los que más rápido salga.
Pero la pregunta siempre será si eran necesarias todas esas muertes y sufrimiento para llegar al mismo lugar. Y la respuesta, al menos en la comunidad científica, es un probablemente no.
"Nunca existió un mensaje unificado sobre cómo enfrentar el covid. Cuando medio país decide ignorar las recomendaciones de las autoridades sanitarias porque las autoridades políticas nos las respaldan, las cosas de tornan más difíciles. Nadie sabe a ciencia cierta cuántas vidas se hubiesen salvado de haber sucedido esto. Pero no tengo duda de que sí habrían sido muchas", dice Mary Bassett, de Harvard University y coautora de un nuevo reporte de este centro educativo según el cual más del 40 por ciento de todas las muertes en EE. UU. se hubiesen podido evitar de haberse seguido las políticas de salud que fueron recomendadas y se usaron en otros países desarrollados. Es decir, unas 215 mil personas que hoy ya no están.
SERGIO GÓMEZ MASERI
Corresponsal de EL TIEMPO
Washington
En twitter @sergom68

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