El río Naya es el eje vital que conecta indígenas Eperara Siapidara con indígenas Nasa y comunidades negras con poblaciones campesinas. Todos ellos, sin distinción, han visto sus vidas atravesadas por las acciones de los actores armados que han transitado libremente por sus territorios durante años. Y sin embargo, a pesar del peso histórico y actual de esa presencia incómoda, todavía siguen resistiendo.
Hace pocos días se conmemoraron los 21 años de la masacre del Naya y El Firme, cometida en el 2001 por los hombres del Bloque Calima. Aunque el Estado habla de condenas ejemplares en este caso, los pobladores siguen reclamando una verdad completa y una reparación integral.
Por eso la Comisión de la Verdad decidió reunir a los líderes y a las víctimas de las diferentes comunidades en un encuentro interétnico que se realizó el jueves pasado en Buenaventura. Querían escucharlos, recordarles que sus verdades quedarían reflejadas en el Informe Final, pero también hacerles un homenaje por su capacidad de resiliencia.
Hasta allí llegaron todos: el Consejo Comunitario del Río Naya, la Asociación de Cabildos Indígenas del Norte del Cauca, La Asociación de Mujeres del Naya ‘AINI’ y la Autoridad del resguardo Joaquincito.
Ezequiel Viscué, líder del territorio ancestral Sinaí, ubicado en el Alto Naya, tuvo que montar en mula, luego tomar una chiva y finalmente bajar por carretera en un trayecto de casi 13 horas para poder llegar a Buenaventura. Si bien el proceso de diálogo que tienen con la Comisión ya lleva más de un año andando, Ezequiel no quería perderse la oportunidad de compartir con las otras comunidades sus reclamos históricos.
“Nos hemos sentido invisibilizados y este Informe Final, en el que por primera vez se van a recoger todas las afectaciones que sufrimos, va a ser reconocido por la comunidad internacional. Esto que nos pasó y nos pasa no puede seguir en la impunidad”, dijo, sosteniendo el bastón icónico de la Guardia Indígena.
Todos ellos están cansados de cargar con el estigma del narcotráfico, pues en varias ocasiones se ha dicho públicamente que el río es un corredor importante y sus habitantes colaboradores de las mafias. Pero el memorial de agravios no para ahí, como lo recuerda Isabelino Valencia, líder histórico del Consejo Comunitario del río Naya.
Éramos mujeres en gestación a las que por causa del desplazamiento se nos desagarró el vientre
"Cuando estábamos luchando por la titulación de nuestros territorios, llegó la masacre. Cuando avanzábamos en nuestros proyectos de soberanía alimentaria, todo fue arrasado por una fumigación indiscriminada”.
También hay una parte sensible que tiene que ver con los efectos colaterales de la guerra, pues la violencia impactó de manera “desproporcionada el proyecto de vida de mujeres y niñas, quienes han debido sufrir distintas formas de violencias basadas en el género”, en palabras Juliette Riveros, representante en Colombia de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Tal es el caso de Diana Carolina Caviche, del cabildo El Playón Nasa Naya, que narró cómo en esos días de incertidumbre, mientras huían de la violencia, varias mujeres perdieron a sus hijos.
"Éramos mujeres en gestación a las que por causa del desplazamiento se nos desagarró el vientre, ese ser anhelado que ya hacía parte de una familia. No nos dieron un golpe directo ni fuimos toruradas, pero debido al miedo y al cansancio nuestra madre tierra sangró y nos dejó unos daños morales y psicológicos que nunca nuestros corazones lograrán olvidar. Y el Estado fue cómplice al no reconocer el derecho a la vida, pues ellos dicen: si no es nacido, no es reconocido. Si no recibió un golpe, no es víctima. Esos niños no nacidos pudieron haber sido mayoras y mayores, dinamizadores, líderes comunitarios".
Sin embargo, no todo fue memoria y dolor. Durante el encuentro cada una de las comunidades aportó una muestra viva de sus costumbres. A pesar de la variedad de sus manifestaciones, todas ellas conversan directamente con la naturaleza. Esas formas culturales han sido sus maneras pacíficas de resistir. Sus poemas y sus danzas recogen el dolor de la tierra, a la que reconocen también como víctima del conflicto. La tierra llora y sangra y por eso para ellos la palabra es un instrumento de verdad y sanación.
"Les quiero hace un recuento, si la mente no me falla, por el pánico vivido, a lo largo del río Naya. La tragedia comenzó por allá en el alto Naya y ese susto se bajó y llegó a las tres bocanas. La Concha fue la primera, que vivió la situación. Y por eso fue de allí que empezó la emigración. De San Francisco hacia abajo, hasta las piedras lloraban, de ver a toda la gente de la forma en que migraban", recitó durante el encuentro el poeta afrodescendiente Óscar García.
Finalmente, el comisionado Leyner Palacios les aseguró que todo el dolor que han tenido que pasar será honrado en el Informe Final que prepara la Comisión de la Verdad, en el que habrá un capítulo étnico dedicado exclusivamente a visibilizar las afectaciones.
"Tengan confianza de que nos pronunciaremos sobre ese olvido y esa invisibilización y haremos una mención de ese sufrimiento. Vamos a decirle al país que ustedes existen y que hacen parte de los 108 pueblos indígenas y afrodescendientes que hay en Colombia, de los cuales el 60 por ciento está en vía de extinción. Qué vergüenza que un país como el nuestro no sea capaz de proteger a su gente. Como Comisión reconocemos que la injusta violencia no solo los ha estigmatizado, sino que les ha arrancado a sus seres queridos y les ha arrebatado su nivel de dignidad".
*Este es un proyecto de Contenidos Editoriales Especiales de EL TIEMPO, en alianza con la Comisión de la Verdad.