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Powerpaola y la historia de sus bicicletas
La artista habla del proceso de creación de su nueva novela gráfica, Todas las bicicletas que tuve.
La nueva novela de Powepaola está editada en Colombia por La Silueta. Foto: Pablo Salgado
La escritora argentina Cecilia Pavón escribió una vez sobre todas las carteras que tuvo. Creó un texto que era también un contenedor de historias de tránsito, de amor, de amistades rotas y de pérdidas contadas a través de sus carteras.
“La primera cartera que recuerdo haber tenido es una toda redonda de plástico azul con un dibujo de algún personaje de historieta. Creo que abajo decía Vai Vai, y yo estaba convencida de que mi abuela la había traído de Italia, aunque lo más probable es que la hubiera comprado en San Juan”, escribió.
Paola Gaviria, la historietista colombiana conocida como Powerpaola, leyó este texto mientras tenía una idea en la cabeza: hacer una novela gráfica sobre sus bicicletas. Y entonces hizo lo que Cecilia y creó Todas las bicicletas que tuve, que arranca así: “No sé cómo terminar esta historieta. Podría hablar de la bici que me robaron cuando trabajaba en Le Fumoir. Una amiga me había dicho que necesitaba afecto y que me dejara querer”.
Todas las bicicletas que tuve es un libro donde pedales y ruedas sostienen anécdotas de distintos contextos, distintas personas y distintos momentos que han marcado la vida de Powerpaola. Aunque su deseo de hacer esta narración venía de antes, inició su creación en el 2016 y le tomó más de cinco años terminarla. Un poco porque le costó el tono poético que invade el libro, pero también por sus múltiples ocupaciones: es artista plástica, ilustradora, gestora de colectivos, asidua residente de programas artísticos y guionista y dibujante de películas.
Así como en Todas las bicicletas que tuve, es su propia cotidianidad el paisaje desde el cual crea historias en las que otros puedan leerse. Así sucede en Virus tropical, su obra más reconocida, y también en Por dentro, Diario, qp, Todo va a estar bien y Espero porque dibujo. Tanto sus mudanzas como su trayectoria la ha llevado a habitar Colombia, Buenos Aires, Francia, Australia y a ser reconocida por becas como la Gilberto Alzate Abendaño y residencias como La Cité Internationale des Arts, París y Firstdraft Gallery en Sídney. Su trabajo es constante y distinto en cada entrega y es, sobre todo, íntimo.
El libro trata sobre amistad, amor, despedidas, encuentros. ¿Por qué la bicicleta es el objeto que une todo eso?
La bicicleta es un objeto que me da independencia. Me permite irme cuando no quiero estar en un lugar sin tener que esperar el colectivo o un carro. Tomo la decisión y no tengo que hacer nada más que montarme en la bicicleta. El hecho de que mi madre me lo haya dado como el primer regalo fue para mí una invitación a conocer el mundo, como si me dijera móntate en la bici, ya eres independiente y puedes hacer lo que quieras. Las bicicletas siempre me han acompañado en la vida.
Hay muchas formas de retratar la bicicleta. Usted escoge el inventario de las que ha tenido y contar cada una, ¿por qué?
Mis historias son un poco más fragmentadas. Podría estirar una y hacerla una novela gráfica, podría decidir contar una sola, pero justamente quería contar todas esas bicicletas, todas esas relaciones que tuve.
¿Se ha quedado en algún momento sin bicicleta?
Cuando me robaron una, estuve meses sin bicicleta porque estaban carísimas. Fue rarísimo, muy doloroso. Aunque al montarme en el bus o en el metro vi que podía leer más y dije, ah bueno, tiene lo suyo.
¿La ve como su medio de transporte, como un medio para dar un paseo?
La uso para todo. Ahora me cuido más, pero antes me iba hasta de fiesta en bicicleta y no me importaba devolverme a las cuatro de la mañana. La uso para irme a todas partes, incluso si tengo que recorrer dos horas para llegar a un lugar, me preparo y me lo tomo como si me fuera de viaje y lo hago. Se me vuelve una expedición.
Suele experimentar con muchas técnicas, ¿cómo escogió la de este libro?
Portada del libro, editado en Colombia por La Silueta. Foto:Archivo particular
El mismo libro te lo pide. Los materiales tienen que ver con la historia y yo me imaginaba para este libro algo mucho más suelto, más expresivo. Me imaginaba como si la bicicleta estuviera andando por un charco con brea o suciedad y fuera marcando con esa mugre las líneas por donde pasaba. Era algo que tenía ganas de experimentar en una historieta: trabajarla con lo que siempre se ha trabajado, que es con tinta china. Además, en mis momentos de crisis, cuando mi cuerpo o mi espíritu necesitan más color, vuelvo más a la pintura. Quería unir los mundos del cómic y la pintura.
En el libro solo un color sobresale y es el amarillo. ¿Por qué esta decisión?
Porque la bicicleta que todavía tengo es amarilla y, no sé, desde hace algún tiempo vengo trabajando con el amarillo como símbolo del amor, más que rojo. Lo pienso como un amor más expansivo, menos romántico. En momentos de crisis hay algo que mi espíritu busca para salir, y es el color y la luz. Lo evidencié en mi último tramo más duro, que fue el duelo. El único momento en el que me sentía en calma era acostada en el pasto tomando el sol. El amarillo se volvió importante y vital en mi vida.
Un collar amarillo entra y sale de la narración. ¿Por qué aparece ese símbolo?
Todo tiene un significado en el libro, pero me gusta más que el lector pueda encontrar su propio significado de las cosas. El collar es un objeto que existió y que adquirí justo en un momento de separación y lo acogí como un símbolo de esa separación y de independencia.
Es tal vez su libro más poético. ¿Qué leyó mientras lo hizo? ¿Cómo llegó ese lenguaje?
Cuando empecé con el libro, hice talleres de escritura y leí más mujeres. Un libro importante es el de Chris Kraus, que tiene ese tono autobiográfico que me interesa y que es un poco performático, porque es ponerte en situación para poder contar una historia. Como lo hace Gabriela Wiener con su periodismo gonzo. Me interesan las obras donde explícitamente la persona se mete en ciertas situaciones para contar algo o hacer algo con la vida misma. Siempre he querido que eso esté en mi trabajo.
Tardó varios años en terminarlo. ¿Qué la demoró?
El material que escogí era difícil. Era una libreta muy complicada, muy grande y con un papel hermoso pero malísimo, no servía mucho para la tinta. También me demoré por otros trabajos, y porque intentaba escribir más poético y eso no me salía tan naturalmente, sino que siempre borraba. Tampoco tenía prisa.
¿Guarda todas sus libretas o se han ido yendo con los años?
Cada vez que me muevo se van algunas, les digo adiós. A veces he expuesto o vendido algunas. Otras me gustan mucho y las guardo. Cuando esté muy viejita quiero hacer una gran exposición de todas las libretas.
¿Y son iguales? ¿Experimenta también con el tipo de libreta?
Trato de buscar diferentes porque me hacen pensar qué proyecto nuevo puedo hacer en ellas. Me gusta experimentar y las más lindas suelen ser hechas por alguien, menos comerciales. Hay marcas más comerciales que me gustan mucho, pero a veces son caras y me pone muy nerviosa dibujar sobre algo tan lindo.
¿Cada libreta tiene un tema o hay algunas para temas y técnicas varias?
Paola Gaviria, conocida como Powerpaola, vive en Buenos Aires. Foto:María Luque
Hay unas freestyle donde pongo lo que surja. En esas escribo, anoto direcciones, me acompañan a diario, entonces dejo que pase lo que sea. Hay otras con un objetivo más claro, como con cortes más abstractos o solo de retratos o así. Por ejemplo hay una que estoy haciendo sobre Buenos Aires y hay días que tomo la bicicleta y me voy a lugares que no conozco en la ciudad y dibujo en ella lo que tenga al frente.
Todas las bicicletas que tuve es un trabajo de edición colaborativa entre varias editoriales latinoamericanas, ¿cómo surgió la idea?
Fue una idea entre la editorial bogotana La Silueta y yo, que estábamos pensando lo interesante que era el trabajo colectivo. Suele suceder que el trabajo conjunto permite que pasen muchas más cosas que si uno las hace sola. Entonces pensamos que era bueno buscar editoriales con las que me llevara bien y así distribuir en otros lugares además de Colombia.
Su propia historia está presente en sus libros. ¿Esa pulsión de narrar lo que la rodea la lleva a una cotidianidad más llena para coleccionar más historias?
Sí, con el dibujo y la bicicleta hago eso: perderme a propósito, ir por lugares diferentes, experimentar más. Como narro mi propia vida de muchas maneras, intento llenar mi cabeza de ideas.
Suele estar rodeada de otros historietistas o ilustradores y unirse en proyectos, como Chicks On Comics…
Imagen de su nuevo libro, Todas las bicicletas que tuve. Foto:Archivo particular
Ese proyecto empezó en 2008 con Joris Bas Backer (en ese momento Anna Bas Backer). Ella estaba en Colombia, yo en Argentina, pero amigos de ambos países me decían que tenía que conocerla. Pasó el tiempo y coincidimos en Madrid y en ese momento no conocíamos muchas chicas historietistas, entonces nos inventamos un blog llamado Chicks On Comics donde una subía una viñeta y la otra respondía. Lo mantuvimos muchos años, incluso nos invitaron a exposiciones en Manizales, Buenos Aires, Alemania. Nos dimos cuenta de que estábamos haciendo algo que no había pasado, era nuestra forma de no sentirnos tan solas en ese mundo tan masculino.
Empezó en el 2012 con Marcela Rapallo, que trabajaba en dibujo y se había inventado un software para hacer dibujo en vivo, donde las líneas se movían y se animaban. Y se le ocurrió hacer un laboratorio en su casa. Invitaba a amigos dibujantes, arquitectos, historietistas, artistas plásticos. Nos empezamos a ver cada quince días para probar la máquina y dibujar, y nos llamamos la Casa Telepática. Hacíamos ejercicios de telepatía y los días que no nos veíamos, hacíamos telepatía dibujando. Mucha gente se empezó a interesar y los invitamos a participar telepáticamente.
Al igual que la bicicleta y las libretas, ¿hay otro objeto que sea un pilar en sus historias?
No soy muy apegada a los objetos. Cada vez que me muevo de lugar, regalo casi todo o lo dejo por ahí. Todo desaparece y vuelvo a empezar de nuevo. Aunque hace poco encontré una caja con mis libros favoritos que creía perdidos y me emocioné. Así que tal vez serían libros. De resto no tengo ningún apego.