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'Periódicos de ayer': el arte POP-ular de América Latina
La muestra, en el Museo Miguel Urrutia, explora la relación que artistas han creado con los diarios.
Édgar Álvarez. Sin título (Un mundo de ideas nuevas). Collage. 1968. Foto: Cortesía Banco de la República
Alexis Fabry y María Wills podrían ser parte de una novela de Roberto Bolaño. Los dos tienen la pasión y la locura de Los detectives salvajes y podrían perseguir sin freno a Cesárea Tinajero –la misteriosa poeta de la novela–, o llegar hasta las entrañas de un barrio perdido en la Ciudad de México para dar con un artista olvidado, abrir sus cajones o esculcar debajo de su cama para dar con una obra excepcional.
Fabry es curador, escritor y director creativo de los objetos de hogar de la casa Hermès. María Wills es la curadora y directora de la unidad de artes del Banco de la República y, entre otras cosas, autora de un libro excepcional: Los cuatro evangelistas. Ambos son los curadores de la muestra Periódicos de ayer, que se inaugura el 17 de septiembre en el Museo de Arte Miguel Urrutia y, para ser honesto, su aventura alrededor de esta muestra merece una novela.
Fabry es francés y tiene una intensa relación con México y con Colombia desde su primer vuelo al país de los muralistas. En lugar de hacer servicio militar hizo una especie de servicio civil y lo destinaron a la Embajada de Francia en México; en el vuelo, por cosas del destino, terminó sentado al lado de una pareja mayor. Consumieron sus horas de vuelo en una conversación sin freno que los hizo amigos para siempre: el escritor colombiano Álvaro Mutis y su esposa, Carmen Miracle, fueron sus anfitriones durante varios años y pudo entrar en o con los grandes escritores y artistas que pasaban por su casa en la Ciudad de México.
En París, muchos años después, en un mercado de las pulgas, Fabry encontró un libro de Fernell Franco con prólogo de Santiago Mutis, el hijo mayor del autor de La nieve del almirante. Fabry se enamoró de la obra del fotógrafo caleño, que, en ese momento, todavía no era una estrella internacional. Indagó, preguntó, miró con lupa cada foto e inició una pesquisa sin freno: “¿Quién sabe todo lo que hay que saber de Fernell Franco?”. Y le dieron el nombre de una investigadora bogotana: María Wills. Fabry y Wills fueron curadores de la muestra que hizo la Fundación Cartier en París de Fernell Franco en 2016; pero más allá de la muestra forjaron una relación que los ha llevado por dos pasiones: la fotografía y los márgenes ocultos del arte.
Herbert Rodríguez. Mao. 1985. Collage. Foto:Cortesía del Banco de la República
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Periódicos de ayer explora la relación entreel arte y el periódico como arte, como vehículo o como elemento esencial de una obra. En el texto del catálogo se marcan los inicios de esta intensa relación entre el arte y los linotipos con los collages de Picasso y los del uruguayo Joaquín Torres García a comienzos del siglo XX; las noticias falsas que publicaba sobre sí mismo Salvador Dalí o las fotos de prensa que usaba Warhol para convertirlas en obras maestras del pop.
Pero Periódicos de ayer no es –precisamente– una suma de obras pop. No tienen el brillo de Roy Lichtenstein y sus tiras cómicas –las que justamente aparecían en los periódicos de la época– convertidas en grandes lienzos y a precios con los que se podría comprar un tiquete a Marte. No tiene el tamaño descomunal de Raushenberg y sus vallas publicitarias ni el glamour de Warhol en Studio 54. Tienen algo más. Tienen rabia. Tienen poder. Tienen el sabor de lo marginal y una delicadeza que solo entrega la fragilidad del papel periódico. Los artistas latinoamericanos, o por lo menos buena parte de los que están en esta muestra, no son pop: son pulp.
Tienen el poder de las novelas en las que se inspiró Quentin Tarantino en Pulp Fiction. Su origen es el papel barato, pero tienen el swing y el poder de John Travolta y Uma Thurman en la pista de baile, la presencia de Samuel L. Jackson en su letanía de Ezequiel 25-17 o el furor justiciero de Bruce Willis. Porque para todos –al final– hay un Marsellus Wallace al que hay que castigar.
En un su intensa investigación sobre fotografía latinoamericana (además de la exposición de Fernell han tenido otras grandes exposiciones juntos o en solitario), María Wills y Alexis Fabry fueron encontrando que la prensa era un vehículo esencial para los artistas latinoamericanos. En Periódicos de ayer –para no ir más lejos– están las fotos que hizo Viki Ospina de la toma del Palacio de Justicia para la agencia Reuters y las imágenes históricas de Sady González del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán. Y –en un nivel mucho más complejo– tienen el trabajo de Andrés Orjuela, que rescató de las manos de un reciclador el archivo del diario sensacionalista El Espacio y trabaja sus fotos con óleos Marshall, la técnica con que coloreaban e iluminaban las fotografías a finales del siglo XIX.
Santiago Rebolledo. Sin título. Electrostática. 1978. Foto:Cortesía del Banco de la República
Warhol usó la foto de una silla eléctrica en una de sus obras más famosas; los latinoamericanos –o al menos una buena parte de estos artistas– no usan objetos ni se van por los lados: las patadas, los cuchillos y la violencia aparecen en toda su crudeza.
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“Alexis es un detective de los artistas olvidados. Está atento a todo; busca en anticuarios, en catálogos, periódicos y revistas. Siempre encuentra algo”, dice María Wills. Y uno de sus hallazgos, hace unos años, fue la obra del peruano Herbert Rodríguez. Estaba en una exposición en Lima, en el Mali, el Museo de Arte de Lima, y vio un catálogo de una exposición de los años 80. Le llamó la atención la obra del fotógrafo Anselmo Carrera. Preguntó por él y un investigador le dio el nombre de Herbert Rodríguez, “creo que se conocían”, le dijo.
Alexis lo ó y pasó horas en su casa: había descubierto una veta inesperada. “Tenía un archivo bastante organizado”, dice. “Era claro que tenía una alta idea de su obra”. Hoy, la obra de Rodríguez está en la colección de la Tate Modern y en el Reina Sofía de Madrid. Y, sin duda, representa en buena parte el espíritu de Periódicos de ayer.
Rodríguez tomaba fotos de prensa, las recortaba y hacía montajes que luego convertía en una sola imagen gracias a las fotocopias. Sus mensajes eran golpes de opinión sobre la realidad social de su país: niños abandonados, drogadicción infantil, miseria, ancianos desamparados, delincuencia y desaparecidos. “Las xeroserigrafías de la serie Violencia estructural rechinan como música punk”. Y –en esa misma línea– también hace un montaje de Mao Tse-Tung, el ídolo de Sendero Luminoso, y le pone un barquito de papel en la cabeza para burlarse de su figura.
Ernesto Molina. Sin título. 1975. Collage. Foto:Cortesía del Banco de la República
El caleño Édgar Álvarez es otro de los grandes descubrimientos de la muestra. “Desapareció en los años ochenta”, me dijo Miguel González, uno de los grandes curadores colombianos y, prácticamente, el guardián de la memoria del grueso de la producción artística en Cali. “En los años 70 ganó una Bienal de Artes Gráficas y en la entrada del diario El País hay una obra suya; pero no volvió a exponer”, dice.
Wills y Alexis llegaron hasta él, se encontraron con un artista que, por desgracia, se quedó ciego y en su archivo encontraron una obra fascinante. “Lo impresionantes de estos collages es que son absolutamente pop en el momento justo: los años 60”, dice Alexis. Y en el catálogo incluyen un nuevo término que funciona de maravilla: es POP-ular. Su obra se nutre de los primeros atisbos de globalización –con una publicidad hipersofisticada sacada de periódicos y revistas– y la realidad de la provincia, la salsa y los barrios populares. Es erótica, divertida y atrevida.
El trabajo detectivesco de Wills y Fabry también los llevó a Ciudad de México para ‘desenterrar’ a otro artista colombiano: Santiago Rebolledo.
Rebolledo era reconocido en los círculos del arte mexicano como uno de los fundadores del grupo Suma que entre 1976 y 1982 se encargaron de tronar y sonar como el lado B del muralismo mexicano. En lugar de continuar la tradición de Rivera, Siqueiros y Orozco y de exaltar la identidad mexicana en grandes murales con técnicas de los frescos italianos, Suma era pulp o POP-ular en su expresión más ‘baja’. Usaron carteles, trozos de periódico, mensajes antigobiernistas y lograron piezas abstractas que se armaban en la cabeza de los que se las topaban. Su obra –en buena parte efímera– llenó las paredes de Ciudad de México. Las piezas individuales de Rebolledo, ajenas a Suma, tienen la influencia y la potencia de Tapies, como señalan en el catálogo. María y Alexis estuvieron con él; escogieron las piezas para la muestra y, en una voltereta infame del destino, Rebolledo murió en los primeros días de la pandemia y no pudo ver nuevamente su obra en Colombia.
Carlos Amorales. La lengua de los muertos. Foto:Cortesía del Banco de la República
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No todo es denuncia; hay espacio para el humor y para mostrar cómo los artistas también tienen la capacidad para infiltrarse en las páginas de los periódicos. Y lo hacen de dos maneras delirantes: en Perú y México, los diarios se vieron invadidos por la mano invisible de sus artistas. En las noticias y a través de un modelo que todavía sobrevive con bastante éxito: los clasificados. Se vende, se compra o…
“El Perú de fines de los años setenta había perdido sus esperanzas luego del fracaso del régimen del general Juan Velasco, que solo alcanzó a esbozar una reforma agraria”, escriben en el catálogo María y Fabry. “El Grupo Paréntesis se formó en torno a Fernando ‘Coco’ Bedoya, a quien se debe la idea de publicar en el periódico El Comercio un extraño anuncio – ‘Artistas plásticos buscan mecenas’–, junto con jóvenes pintores, entre otros, Lucy Angulo, José Antonio Morales, Juan Javier Salazar y Charo Noriega. Todos tienen entre veinte y treinta años, y exponen desde hace poco tiempo. Acerca del arte tienen puntos de vista distintos, pero todos pretenden sacarlo de las galerías y llevarlo a la vida de las calles. El anuncio no tuvo ninguna respuesta consecuente”.
Ver el anuncio en la muestra solo provoca sonrisas. Y ganas de publicar uno nuevo, ¡quién no quiere un mecenas!
Por su lado, el mexicano Carlos Amorales rompe todos los moldes con una agencia de noticias falsa. Retomó varias ideas de Estrella distante, de Roberto Bolaño, e imaginó un mundo paralelo de fascistas enamorados de la poesía y la literatura. Creó seudónimos. Escribió con el estilo de los diarios y comenzó a enviar noticias falsas que, en un descuido de los editores, asumieron como reales. El resultado es impactante.
En un periódico publicaron la noticia de la biblioteca personal de Pinochet. Hablaban de 55.000 libros, entre ellos, títulos que el dictador chileno había quemado y censurado, pero de los que guardaba copias para su uso y gozo personal.
Álvaro Barrios. Sin título (grabado popular para la edición 7.000 del Diario del Caribe). Foto:Cortesía del Banco de la República
Otra noticia habla de un grupo de poetas fascistas. Y una más –de una página entera– anuncia ‘Aún circulan libros que reunió Pinochet’. Entre otras cosas, las noticias falsas de Amorales muestran a Pinochet como un apasionado lector de García Márquez y entre sus piezas de colección, seguramente de las rescatadas de la hoguera, resaltan La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile. Lo más delirante es la foto con la que publicaron la noticia: un Pinochet feliz con un libro en la mano y un pie de foto que habla de su pasión por la literatura.
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La muestra, por supuesto, tiene a dos artistas colombianos –dos maestros colombianos– con una historia visual que –de alguna manera– siempre ha estado ligada a los periódicos: Beatriz González y Álvaro Barrios. Incluso la primera obra maestra de González nació de una foto publicada en EL TIEMPO: Los suicidas del Sisga.
En 1965, la noticia de una pareja de campesinos que se suicidó por amor en la represa del Sisga fue noticia nacional. Antes de matarse por motivos religiosos –se amaban demasiado y se negaban a tener relaciones sexuales–, se tomaron una foto como pareja en el parque. La imagen salió en diferentes diarios; González la recortó y se quedó con su historia y los colores planos de la rotativa. Hay tres versiones pictóricas de la foto y, sin duda, es una pieza esencial del arte colombiano. González ha explorado la realidad nacional con las imágenes que salen en el periódico en las últimas décadas: desde sus cortinas con Turbay Ayala hasta las imágenes terribles de los cargadores de muertos en medio del conflicto que convirtió en una eterna cinta amarilla como señal de peligro.
Hace poco, en la retrospectiva del Banco de la República, como complemento a la muestra se presentó una selección de su archivo de recortes de prensa y, en pocas palabras, era un recorrido por la historia del país de los últimos 50 años. Wills y Fabry escogieron una pieza poco conocida para Periódicos de ayer: Catalino Díaz Izquierdo, una tela decorativa en la que, en un ejercicio de abstracción, queda registrada la imagen de un hombre asesinado en 1969. La noticia salió publicada en el diario Vanguardia Liberal con un título de página entera: ‘Asesinado un anciano en Barranca’.
Alicia Barney. El Ecológico, 1980-1982. Foto:Cortesía del Banco de la República
Álvaro Barrios, por su parte, logró convertir las páginas de periódico en obras de arte. Sus grabados populares son una de sus marcas registradas. “En 1972 –me dijo en una entrevista con la revista Bocas–, yo trabajaba en una agencia de publicidad, Sonovista, de Fernando Dávila López. Me habían encargado una campaña de tres dibujos para Café Puro Almendra Tropical. Tenía que mostrar tres generaciones tomando café. Yo era un artista reconocido y había representado a Colombia en la Bienal de París. El director le dijo al cliente que los dibujos, con firma, tenían un precio y sin mi firma otro precio. Café Puro decidió ir por el precio más bajo y los dibujos salieron publicados como un aviso clásico; eso me hizo reflexionar sobre el valor de una obra y de la firma; tenía dos amigos en el Diario del Caribe, su director, Álvaro Cepeda Samudio, y Julio Roca Baena. Hablamos sobre el tema y el fin de semana siguiente Julio Roca me hizo un reportaje en el que contaba que los avisos eran en realidad obras de arte y que las personas que los recuperaran podían acercarse para que yo pusiera mi firma. Fue una locura; la gente se puso a buscar periódicos viejos para que se los firmara. No he parado de hacerlos desde esa época. El MoMa compró 76 y tiene la colección más grande; envejecen con una belleza única”.
Los grabados populares de Barrios generan filas y cierta histeria de groupies entre los fans del arte. Barrios los numera con un juicio de santo y sabe cuántos ha firmado de cada uno. El último que hizo fue, justamente, para la serie De voz a voz que publicó EL TIEMPO en compañía del Mambo con la obra de setenta artistas colombianos sobre la pandemia. El día de la firma en la tienda ya iba en el 137 y, por supuesto, siempre termina con el brazo agotado de tanto firmar. Su creación le dio un halo de democracia al arte único y enaltece su pasión por la obra de Marcel Duchamp: su firma es la que hace que un trozo de papel –un periódico de ayer– se convierta en una obra de arte que merece ser enmarcada y conservada en un museo.
Hay mucho más en Periódicos de ayer, que reúne colección internacional con obras que forman parte de la colección del Banco de la República. Está la luminosa obra de Óscar Muñoz, la sutileza de Johanna Calle, el conceptualismo del mexicano Carlos Aguirre, los cuadernos de Éver Astudillo o la obra de la artista argentina Liliana Maresca y su genial confrontación femenina contra el machismo y los machos de la política.
No hay que dejar de ver esta exposición y tararear la canción de Héctor Lavoe para celebrarla y celebrar el arte POP-ular latinoamericano.