En este portal utilizamos datos de navegación / cookies propias y de terceros para gestionar el portal, elaborar información estadística, optimizar la funcionalidad del sitio y mostrar publicidad relacionada con sus preferencias a través del análisis de la navegación. Si continúa navegando, usted estará aceptando esta utilización. Puede conocer cómo deshabilitarlas u obtener más información
aquí
Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí. Iniciar sesión
¡Hola! Parece que has alcanzado tu límite diario de 3 búsquedas en nuestro chat bot como registrado.
¿Quieres seguir disfrutando de este y otros beneficios exclusivos?
Adquiere el plan de suscripción que se adapte a tus preferencias y accede a ¡contenido ilimitado! No te
pierdas la oportunidad de disfrutar todas las funcionalidades que ofrecemos. 🌟
¡Hola! Haz excedido el máximo de peticiones mensuales.
Para más información continua navegando en eltiempo.com
Error 505
Estamos resolviendo el problema, inténtalo nuevamente más tarde.
Procesando tu pregunta... ¡Un momento, por favor!
¿Sabías que registrándote en nuestro portal podrás acceder al chatbot de El Tiempo y obtener información
precisa en tus búsquedas?
Con el envío de tus consultas, aceptas los Términos y Condiciones del Chat disponibles en la parte superior. Recuerda que las respuestas generadas pueden presentar inexactitudes o bloqueos, de acuerdo con las políticas de filtros de contenido o el estado del modelo. Este Chat tiene finalidades únicamente informativas.
De acuerdo con las políticas de la IA que usa EL TIEMPO, no es posible responder a las preguntas relacionadas con los siguientes temas: odio, sexual, violencia y autolesiones
'Otoño', de Ali Smith: la lenta ceremonia de un aprendizaje
Esta novela demuestra de nuevo el talento de Smith para crear historias con humor y elegancia.
Con esta novela, la británica Ali Smith abre su Cuarteto estacional. Foto: Getty Images
Estamos en 2016 y el Reino Unido ha votado sí al referéndum (brexit) que decidía su permanencia o no en la Unión Europea. La votación fue reñida (el sí ganó con el 51,9 por ciento de los votos) y dejó a los británicos divididos, nerviosos y con el sinsabor de haber ejercido la democracia, quizá, con una distintiva y seria estupidez.
Ali Smith (1962), escocesa y una de sus mejores novelistas, hizo lo que cualquier escritora inteligente y arriesgada hubiera hecho: escribir una novela extraordinaria con el brexit como telón de fondo, pero decantándose a trabajar no con los hechos más urgentes y su gris facticidad, sino a partir de sus mejores rumores, apoyándose en el avivamiento de viejas disputas familiares o en el fantasma de las tensiones sociales que empezaría a sobrevolarlos con insistencia.
Otoño, la novela de Smith con la que abre su Cuarteto estacional (lo completan Invierno, Primavera y Verano, todas publicadas en español por Nórdica Libros), fue el resultado de ese riesgo, y en ella nos presenta a Elisabeth, una profesora treintañera e historiadora del arte que regresa al pueblo de su infancia para visitar a Daniel, un viejo amigo y vecino de 101 años que se encuentra hospitalizado en una residencia de ancianos.
Elisabeth aprovecha y se queda donde su madre, una sexagenaria vital, agudísima y ambigua (“Es la clase de tienda con la clase de cosas que parecen bonitas, cuestan más de lo que valen y te convencen de que si las compras vivirás la clase de vida adecuada, dijo su madre”.) que tendrá un romance inesperado con Zoe, antigua estrella de la BBC e ídolo de su infancia, en lo que será uno de los momentos más divertidos y singulares de la novela.
Portada de la novela, editada por Nórdica. Foto:Archivo particular
Los capítulos de Otoño, breves en su mayoría pero ambiciosos en sus intenciones y alcances, se leen como estampas de la convulsa vida interior de algunos de sus personajes. A través de recuerdos, sueños, lecturas, de apasionados e hilarantes encuentros burocráticos (la escena en la que Elisabeth intenta renovar su pasaporte es extraordinaria), la autora nos mueve de una época a otra y nos muestra la extraña madera de la que está hecho el pasado, la distancia entre lo que recordamos, vivimos o inventamos, la relación nerviosa con el presente y su molesta solidez, y todo esto sin descender ni un ápice de la pendiente de diversión y extrañeza, de electricidad y entendimiento que nos procura su escritura.
Así es como asistimos al primer encuentro entre la Elisabeth de ocho años y su nuevo vecino, Daniel, que ya rondaba los 80 (elegante, joven eterno, misterioso coleccionista de arte pretencioso). En este capítulo, Elisabeth le pide a su madre que le ayude a hacer un trabajo escolar sobre lo que significa ser vecino. El vecino más inmediato es Daniel. Su madre hace todo lo posible para no ayudarle y le propone, en uno de los momentos más memorables de la novela, una alternativa:
“Tengo una idea, dijo su madre. ¿Por qué no te lo inventas? Finges que le haces esas preguntas. Y te imaginas las respuestas.
Se supone que tiene que ser auténtico. Es para las noticias de la escuela.
Nunca lo sabrán, dijo su madre. Invéntatelo. También se inventan las noticias de verdad. Las noticias de verdad no se inventan, dijo Elisabeth. Son las noticias”.
Los encuentros entre Daniel y Elisabeth se hacen más frecuentes e intensos, de una madurez acelerada y riquísima en sobreinterpretaciones, con esa intensidad del primer asombro y la temperatura ambiente de la amistad y las lentas ceremonias del aprendizaje. Smith salta del pasado al presente e intercala esos episodios con la ininterrumpida duermevela del Daniel centenario, con sus sueños en los que mezcla deseos, recuerdos familiares y anhelos descartados, mientras que Elisabeth, con la paciencia de la culpa y la resignación, se sienta a su lado y lee en voz alta Un mundo feliz o Historia de dos ciudades.
En 'Otoño', Smith nos abre las puertas auxiliares de esos sucesos, nos da un paseo breve y al llegar al final del trayecto nos sentimos distintos.
La tersura y naturalidad de los diálogos de Smith emanan de años y años de labores interiores y desdoblamientos eficaces. Las voces de sus personajes nunca suenan impostadas, tienen la espontaneidad de un artificio bien logrado: “No tengo ningún complejo paterno, dijo Elisabeth. Y Daniel no es homosexual, es europeo”. La autora escocesa ensaya y se desliza a una velocidad propia. No es completamente contemporánea porque sus destrezas se sienten antiguas, con esa clase de luminosidad que otorga un sentido del humor peculiar y una tendencia a absorber todo como posible material literario para el futuro.
Los buenos observadores, como en el caso de Smith, se notan en el valor y el énfasis que dan a ciertas mercancías emocionales, a las conversaciones de rutina o a esos esporádicos e incómodos encuentros entre amigos que no se veían desde hace años y fingen cordialidad. Todo eso podría pasar por anécdotas o detalles sin importancia, de ese material poco excepcional del que se supone que está hecha la vida. Pero en Otoño, Smith nos abre las puertas auxiliares de esos sucesos, nos da un paseo breve y al llegar al final del trayecto nos sentimos distintos, más ligeros y despejados, más sabios y menos procaces, más intensos y con nuevas inquietudes.
Al avanzar la lectura uno percibe que Smith no trabaja con eso que llamamos realidad, sino con su pariente lejano, la apariencia. Así es como nos llega lentamente el humo de sus intenciones, los contornos de las sombras que permiten trazar una silueta (pero que no deja de ser una silueta, una aproximación). Con ese material es suficiente para escribir una extraordinaria novela de 600 páginas si se tiene la sensibilidad necesaria y una casa propia con servicio privado. O una muy mala de 150 (con casa o sin casa propia). Este no es el caso de Ali Smith, quien escribió una excelente de un poco más de 200 páginas llenas de saltos temporales, búsquedas infructuosas de entendimiento y un humor abonado por la fértil tradición inglesa de sentirse graciosos hasta en los momentos en que no deberían.