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'La vida se me puso patas arriba: mi hermano había matado a una niña'

Los hermanos Uribe Noguera rindieron testimonio en proceso por supuesto encubrimiento.

Francisco y Catalina Uribe Noguera en audiencia.
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Este viernes la audiencia contra los hermanos Francisco y Catalina Uribe Noguera por el supuesto encubrimiento en los hechos que rodearon el crimen de la menor Yuliana Samboní arrancó con el testimonio de ellos mismos.
Dentro del proceso, la defensa decidió presentar a los hermanos como testigos.
De acuerdo con Francisco, ese 4 de diciembre de 2016 su familia se despertó sobre las 10:30 de la mañana con el plan de ir a un bazar organizado en el Gimnasio Moderno.
Estando en el evento, cuenta, su esposa recibió una llamada. “Ahora sé porque ella devolvió la llamada, pensó que era un familiar de la señora que cuidaba a las niñas”, dijo.
Añadió que cuando su esposa cogió el teléfono “hizo una cara” como de asombro “y dijo: 'No entiendo que está pasando'”. Aseguró que se comunicó con un agente del Gaula que le dice que “una camioneta de placas (tal) está involucrada en la desaparición de una menor. Hablé con Laura porque mi memoria no es buena en ciertos detalles y le dije cuál era la camioneta gris y sus placas que teníamos antes”.
La placa correspondía con el carro que tenía a nombre de su esposa.
Francisco dijo que al principio las llamadas le parecían raras y el agente le dijo que se vieran en una estación o CAI de la Policía. Aseguró que tenía paranoia. Ante de ir a encontrarse con los agentes le dijo a su esposa que se fuera con las niñas porque aún tenía un poco de desconfianza sobre la llamada.
Luego, cuenta, le dieron datos más concretos sobre su vida, lo que le empezó a dar confianza. “Le dije (a Laura Arboleda, su esposa) ¿Por qué no llamas a Catalina a ver si ha visto a Rafael?", agregó. 
Francisco y Catalina Uribe Noguera en audiencia.

Foto:Citytv

Luego, dice, se encontró en una estación con los agentes del Gaula. “Me dijeron que se había presentando un rapto en una camioneta con un conductor que tenía el pelo largo”.
“Les dije (a los del Gaula): 'Entiéndame que lo que usted me está diciendo es absolutamente extraño”, dijo Francisco. Luego le mostraron un video de una camioneta Nissan andando por una calle. “Yo dije que no se le veía la placa ni quien estaba conduciendo” y que Rafael no tenía el pelo largo.
“Yo llamo a Rafael y le digo dónde está contésteme, contésteme es urgente”, contó Francisco y añadió que su hermano nunca le contestó. “A los 30 minutos me llama Catalina y dice que Rafael está donde una amiga y que el carro está en el parqueadero”, agrega Francisco.
Luego, dice, junto a los agentes del Gaula hablaron con el vigilante, quien les contó que en la mañana Rafael hizo movimientos extraños con el carro y hora y media después llego caminando.
Francisco dice que le suministró el teléfono de Rafael a los del Gaula y que cuando estaban todos hablando en círculo con el vigilante, los del Gaula y su esposa, Laura contó que fue al Equus 66 y no estaba parqueada la camioneta.
Luego recibió una llamada de su hermana, “muy ofuscada”, que le dice que el portero no la dejaba entrar, por lo que él le respondió "dígale que su hermano es abogado". “A los treinta minutos Catalina vuelve y me llama y me dice: 'Estoy al frente de la puerta del apartamento y no puedo entrar y huele a cigarrillo'”, agrega.
Inmediatamente, dice Francisco, se fue hasta el edificio Equus 66 y le pregunta al portero por la camioneta. Este le dice que su hermano la parqueó en un piso distinto. Francisco relata que se fue hasta el parqueadero y buscó la camioneta a ver si estaba abierta.
“En el interior del carro había un zapatico blanco (...) Ahí digamos el mundo empieza a cambiar, yo venía tranquilo buscando a mi hermano que no aparecía y era normal que no apareciera, tenía problemas de alcohol y drogas hace quince años”, relató Francisco.
Pero, dice, tras ver ese zapato de niña sabía que se trataba de algo más. Dice que ahí supo que debía subir a preguntarle a Rafael “¿qué pasó?”.
Al llegar a la puerta del apartamento y ver que no le abrían, cuenta, subió, por la terraza.
“Mi angustia era dónde está Rafael. Los del Gaula me dicen que el carro lo manejaba una persona de pelo largo”, contó, y añadió que el afán era saber qué paso con Rafael y por qué en el carro que estaba en el parqueadero dos había “un zapatico de una niña”.
Cuenta que al interior del apartamento, que hace semanas estaba vacío, se veía una botella de aguardiente y colillas de cigarrillo.
Desde arriba llamaba a su hermano Rafael. “Le digo: 'Rafael lo están buscando, dónde está, si me hace bajarme por este muro me mato'”, narra.
Aseguró que desde la puerta del apartamento, Catalina le preguntaba qué estaba pasando y él le decía que esperara que estaba llamando a Rafael.
“Lo que hice fue subirme al escalón (que estaba en el jacuzzi)”, y luego, describe, hizo algunas pericias para bajar hasta el apartamento.
“Lo que miro es que en este cuarto hay mucho aceite y muchas colillas de cigarro. Pero no se escucha a nadie”, contó. Dijo que su primera impresión era que el apartamento estaba vacío.
“Rafael se embadurnaba de aceite cuando se emborrachaba mucho o cuando se drogaba. Lo que dije fue 'este huevón se volvió a embadurnar de aceite'”.
"Empiezo a hacer una inspección y no veo nada, pero después veo una sombra y esa sombra es Rafael. Lo agarro y... yo ahí sentí ira absoluta… sobre todo porque la niña que estaban buscando tiene la edad de mi hija mayor”, dice Francisco.
Afirma que empieza a insultar a Rafael, diciéndole que había visto un zapatico de una niña, que qué había hecho.
“El tipo que yo insultaba no era mi hermano, era un tipo sudoroso, sin dormir. Él me dice: '¿Cuál niña, usted de qué me está hablando, por favor no me pegue?'”, cuenta.
Luego escucha a su hermana discutiendo con el portero y le abre la puerta. Estando ya con su hermana, según Francisco, Rafael les dice que la niña se bajó del carro en la Circunvalar.
Dice que empieza a darles la versión de cómo se bajó la menor. Primero dijo que la niña se había tirado, luego que se había bajado.
“Uno estaba hablando con un ente, era súper estresante porque eran los ojos de un tipo que se había metido cualquier cantidad de cocaína”, dijo Francisco.
Por esta razón él empezó a localizar a un abogado penalista.
Agarro a Rafael y… me da una ira absoluta… Sobre todo porque la niña a la que estaban buscando tenía la edad de mi hija mayor

Lo que hablan Francisco y Rafael en el taxi, rumbo a la clínica

Francisco dice que le cuenta todo al abogado David Riveros y le pregunta si su esposa tendría implicaciones legales por estar la camioneta a su nombre, a lo que Riveros responde que no, pero que lo de su hermano es muy grave.
Luego lo vuelve a llamar a preguntarle si podía llevar a su hermano a la clínica. Dijo que su hermano Rafael estaba inquieto, decía que se quería morir. Con su hermana Catalina, cuenta, conducen a Rafael a una clínica. “En ese momento hablo con Laura y me dice que por qué no lo llevo a la Inmaculada”, cuenta.
“Vuelvo a llamar a Riveros y le digo que dónde se puede llevar a una persona completamente llena de alcohol y de droga”, dice, y agrega que el abogado le recomendó la Monserrat.
“Yo en el taxi no hablo mayor cosa con Rafael, lo único que se me pasa por la cabeza es decir por qué está pasando esto”, dice.
Estando en el taxi, relata, lo llamó la teniente Carolina Rivera. En ese momento él le cuelga. “Le dije ahora la llamo”, cuenta. Luego lo llamó el capitán Niño, quien le dijo que iban para la clínica Monserrat.
Estando en el taxi “(Rafael) pasitico me dice: 'Le voy a contar la verdad. Yo maté a la niña'. Y si la vida se me puso al revés, ahí se me acabó la vida”, relata.
En ese momento, cuenta Francisco, su hermano le dijo que “fue un accidente” que la niña gritaba mucho y que él le tapo la boca y que murió. Francisco cuenta que le preguntó a su hermano si le había hecho algo más y este le respondió que no, que murió por accidente y que “luego le quitó la ropa”.
Francisco afirma que les dijo a los del Gaula que Rafael había dicho que mató a la niña y que la había metido bajo el jacuzzi.
Estando en el taxi (Rafael) pasitico me dice: 'Le voy a contar la verdad. Yo maté a la niña'. Y si la vida se me puso al revés, ahí se me acabó la vida

Cuando los agentes del Gaula encuentran el cuerpo de Yuliana

Francisco dice que llevó a los del Gaula al apartamento donde podría estar la niña. "Les dije: 'Mi hermano me dice que la niña está ahí (en el Jacuzzi)", relata, y agrega que los guió y los acompañó hasta tarde.
“Dijeron (los del Gaula): ‘Ahí veo un cuerpo pero aparentemente no tiene vida’. Ahí les digo: 'Ustedes tienen algún problema con que yo me vaya de acá’, y dicen que no hay problema”, cuenta. En ese momento, según cuenta, bajó y habló con Riveros.
Luego, dice Francisco, les preguntó a los del Gaula si podía quedarse con las cosas de su hermano, entre ellas el celular, a lo que le respondieron que no había problema.
“Yo ya sabía, sin haber visto las noticias, porque me empezó a escribir un montón de gente, porque era un tema mediático”, dice. Luego señala que empezó a buscarle un abogado a su hermano.
Dice Francisco que después de lo sucedido iba en un taxi cuando escuchó en la radio al fiscal general Néstor Humberto Martínez diciendo que sabía que unas personas habían estado en el apartamento y manipularon la evidencia. “A mí me da una angustia, porque los únicos que estuvimos fuimos Catalina y yo”, dijo.
Añade que se fue para los juzgados de Paloquemao a “contar qué fue lo qué paso”. Asegura que fue hasta el despacho de la Fiscalía y que dijo que iba a contar lo que pasó, y la Fiscal le dijo que no lo iba a recibir sin abogado.
Luego, narra, empezó a recibir amenazas de que iban a matar y a violar a sus hijas. “Cerré todas las cuentas (de redes sociales), lo que salía era absolutamente fantasioso y amarillista”, afirma Francisco.
“La vida se me puso patas arriba: mi hermano había matado a una niña, me tuve que cambiar de casa, mi socio me dice que debía irme de la oficina en la que estuve por 18 años”, agrega. A las afueras de su oficina, también recuerda, había manifestaciones.
Francisco añadió que como el celular de Rafael estaba en un anuncio de arriendo del apartamento Equus 66, comenzó a recibir un montón de amenazas. Añade que luego ellos entregaron voluntariamente el teléfono de Rafael Uribe Noguera, el de él y el de su hermana Catalina. Asevera que nunca se los pidieron.
Al preguntarle que por qué no llamó a los agentes del Gaula cuando encontraron a Rafael dijo que lleva tres años preguntándose eso. Dice que cuando vio el zapato de la niña “mi mente en ese momento me llamó a ir a buscar a mi hermano y preguntar qué está pasando”, cuenta.
Cuando su hermano le cuenta que mató a la niña pensó en llamar al Gaula. “Ahí les digo vénganse para la clínica Monserrat”, dice, y agregó que ahí se sabría todo.
"Hoy salgo tranquilo a la calle porque no tengo nada que ocultar", dice Francisco, luego de relatar los problemas de amenazas y de seguridad que lo llevaron a transportarse por un tiempo en una camioneta blindada que le prestaron. 

'A las 11 de la noche por el Gaula me entero que la niña está muerta': Catalina

El día de los hechos, el 4 de diciembre de 2016, Catalina Uribe Noguera dice que estaba “emocionada” por ir al bazar realizado en el Gimnasio Moderno. Dice que recogió a su mamá y que a la 1:15 p. m. salieron porque debían ir a un almuerzo familiar en la casa de su esposo Jorge Luis Helo.
Catalina cuenta que el día anterior su hija había cumplido años y que ella quería llevar a la reunión de la familia de su padre, que era ese domingo, un juguete que le habían dado por su cumpleaños. “Rafael era muy especial con ella (con su hija)”, dice visiblemente afectada al narrar que estuvo el día anterior, el 3 de diciembre de 2016, en el cumpleaños de su hija pequeña.
Antes de ir a la reunión de la casa de los familiares de su esposo, él pasó y la dejó para que recogiera el juguete de su hija. En ese momento, dice, la llamó su cuñada Laura Arboleda y le preguntó por Rafael, y le dijo que estaban buscando la camioneta. “Yo le dije que podía ser una llamada millonaria, que tuviera cuidado”, le dijo Catalina a Laura, tras decirle que no prestara atención.
Luego su hermano Francisco la llamó y le dijo que fuera al Equus 64 a ver si estaba la camioneta y, como vivía cerca, fue y allí ya estaba Laura Arboleda. Cuenta que en ese momento y luego de hablar con el portero, Catalina le dijo a Laura que fuera y mirara si de pronto Rafael estaba en el apartamento de Equus 66 y pasó y la dejó.
En ese momento y tras varias llamadas, dice Catalina, Rafael le contestó. En la llamada le preguntó dónde estaba, a lo que Rafael le dijo que por qué necesitaba saberlo, a lo que ella le dijo que estaban buscando la camioneta porque estaba implicada en un rapto.
“Ay Catalina deje de ser loca, nada que ver, yo estoy donde una amiga”, contó que fue lo que le respondió su hermano, lo que le dio tranquilidad. Ella le dijo que llamara urgente a Francisco que lo estaba buscando.
Según el relato de Catalina, primero Rafael le dijo que la camioneta estaba parqueada en el Equus 64 y al decirle que era “un mentiroso”,  dijo que estaba en el Equus 66.
Catalina narró que luego insistentemente lo llamó y no le contestó. Luego llamó a Francisco y le preguntó que si Rafael lo llamó y su hermano le dijo que no y que no le contestaba.
“Ya entro al almuerzo con la familia y ahí empieza la espinita de dónde esta Rafael. Me dijo que estaba con una amiga, pero ya no me contesta ¿Dónde está Rafael?”, dice Catalina. 
Luego de eso salió a donde sus papás con el carro de su esposo, a buscar las llaves del apartamento Equus 66 que tenía su madre, que era la encargada de mostrar el apartamento, que estaba en arrendamiento. En ese momento dice que no las encontraron.
Catalina dice que llegó hasta el edificio Equus 66 y el portero le dijo que no estaba y que “tenía órdenes de no dejarme entrar”.
Tras mostrar la cédula, el vigilante la dejó entrar y dice que trató de abrir con unas llaves pero que esas no eran. Afirma que llamaba a la puerta. “Timbro y timbro enloquecida”, asegura.
“Empecé a oler que había cigarrillo, empecé a oler las esquinas de la puerta y me eché al piso a ver qué había”, cuenta. Llamó a Francisco y le dijo que le olía a cigarrillo. Entonces agrega: "Me huele que este man (Rafael) está adentro”.
Luego ve que su hermano Francisco ya estaba entrando desde la terraza comunal por un muro. Entonces dice que cuando lo escuchó adentro le pidió que le abriera.
“Nunca en mi vida oí a Francisco gritar de esa manera, fue tan angustioso que yo me puse a llorar y llamé a mi esposo y le dije que Francisco va a matar a Rafael”, relata.
En ese momento, Catalina cuenta que subió el portero y dijo que si no se callaba llamaba a la Policía. “A mí me dio una ira y yo le dije, ‘llámela ya, porque aquí está pasando algo y usted está tapando a mi hermano’, llámela ya”, dice. 
Asegura que cuando entró al apartamento fue muy “difícil”, que todo estaba lleno de aceite y colillas de cigarrillo.
“Yo escuchaba que Francisco lo interrogaba y le decía que qué pasó con la niña, y yo decía qué pasó”, añade. Francisco le contó que Rafael se había llevado a una niña.
En ese momento, cuenta Catalina, Rafael solo decía “yo la bajé, yo la bajé”. Luego Catalina empezó a hacer una inspección por todo el apartamento, inclusive abrió los cajones de los armarios.
Cuando encontró todo lleno de aceite dijo que pensó "de nuevo en el tema del aceite", pues su hermano se embadurnaba cuando estaba borracho. “Era hiperincómodo, cada vez que él hacía eso en la casa, le preguntábamos y lo llevábamos a centros de rehabilitación”, dice.
“El jacuzzi está elevado, por esa razón tenía que poner una especie de escalerita para subir”, cuanta Catalina. Al revisar todo el apartamento y luego de que, según ella, no encontrara nada dice que pensó en ese momento: “Él (Rafael) está diciendo la verdad”.
Luego, dice, le “tocó” perseguir a su hermano para que no se fuera a matar. “Tengo que salir, tengo que salir, no puedo respirar”, recuerda Catalina eso era lo que le decía Rafael. Ahí fue cuando subió al balcón y ella lo convenció de bajarse. “Yo me cogí las llaves de este balcón, para que Rafael no se fuera a tirar”, dice.
“Francisco dice: 'No toquen nada. Dejen todo así'. Ni siquiera tocamos la botella de aceite, de aguardiente, nada”, dice Catalina.
“Ya finalizando” el momento en el apartamento, Catalina cuenta que Francisco le preguntó a Rafael por el zapato que había en el carro, a lo que Rafael les dijo que se le cayó cuando bajó a la menor Yuliana Samboní del carro.
“Muchas veces yo bajando a mis hijas se le cae uno o dos zapatos y no se me hizo extraño que se le cayera el zapato”, dice Catalina.
Saliendo del edificio para ir a llevar a su hermano a la clínica, recuerda que el vigilante le dijo que el carro estaba abierto y que le recomendaba que lo cerrara. Ella bajó al sótano a hacerlo y luego alcanzó a sus hermanos.
Luego, dice ella, se fue para la casa de sus papás y Francisco le dijo que fuera a la clínica sola, sin sus papás por lo que se quedaron cuidando a sus hijas.
Ya en la clínica, dice que la abordan unos agentes del Gaula y luego trasladan a su hermano a la Clínica Vascular Navarra. Estando en la clínica “Rafael solo lloraba. No me hablaba mucho, solo me pedía perdón”, dice Catalina.
En ese momento, cuenta que un agente del Gaula "me dice que si sabía de la ubicación de la niña y yo le dije que no". “Más bien usted me puede dar informes de dónde está la niña”, le dijo Catalina al agente del Gaula, recuerda ella, tras preguntar insistentemente.
“En ese momento me dijo: 'Sí señora, encontramos a la niña”, dice Catalina, a lo que ella preguntó que si estaba bien, y el agente le dijo que al parecer la habían encontrado sin vida. “Le dije a Rafael, la niña está muerta y él solo llora y me pide perdón (…) yo le pregunto ‘usted qué hizo’. Llega un momento en el que él me dice ‘me quiero morir, me quiero morir’”, relata Catalina que eso sucedió al rededor de las 11 p. m.
En ese momento dice que Rafael no se quería tomar unas pastillas y que le hicieron firmar un papel para no suministrarle la droga, bajo su responsabilidad. Luego, dice Catalina, no la dejan entrar más a ver a su hermano porque cada vez que entraba le subía la tensión.
Sobre la una de la mañana tiene una conversación telefónica con su hermano Francisco, quien le cuenta que su hermano Rafael había matado la niña. Luego sus papás la relevaron en el turno de la clínica y no pudo salir por las protestas que había afuera del centro médico. 
Dice que fue hasta el lunes que se enteró que el cuerpo de la menor estaba en el jacuzzi y que fue por los medios. “¿En el jacuzzi? uno se acuerda haber paseado por ahí y haber buscado”, dice.
Primero, relató cómo fue amenazada y que sintió “paranoia” de que las fotos de sus hijas o sus sobrinas circularan en las redes sociales. “En el Messenger de mi Facebook, amenazando a mis hijas. Diciéndome que por qué no les hacían lo mismo, que las deberían violar…”
Es por eso que, según ella, le pidió a su mamá que le preguntara a Rafael sus claves de las cuentas para inhabilitarlas y evitar amenazas. Al preguntarle sobre si antes de desinstalar el WhatsApp de Rafael conoció sobre el contenido de la aplicación, Catalina respondió que sí, que tuvo a algunos mensajes, sobre todo que contenían amenazas.
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