Tras una desgastada guerra, sellada por la toma de Berlín, el 7 de mayo se firmó en Reims (Francia) la rendición de Alemania frente a EE.UU. y el Reino Unido. Días después se firmaría ante los soviéticos en Berlín.
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El Tratado de Versalles selló el fin de la Primera Guerra Mundial, pero dejó una herida abierta en los alemanes que no solo se vieron derrotados sino también humillados. Esto sumado a otros hechos políticos y económicos sirvió como pretexto para iniciar un nuevo enfrentamiento.
Hitler reintroduce el reclutamiento militar y comienza el rearme de Alemania..
El 2 de octubre, Italia, liderada por Benito Mussolini, comienza su invasión a Etiopía, conquistándola y anexándola en medio de una guerra que se extendió por 7 meses.
El 7 de marzo Hitler remilitariza Renania.
Se acerca al dictador italiano Benito Mussolini, el hombre que había inspirado muchas de sus ideas. El 1 de noviembre se anuncia el eje Roma-Berlín: una alianza entre el régimen fascista Italiano y la Alemania nazi.
El 25 de noviembre, Alemania y el Japón imperial firman un pacto dirigido contra la Unión Soviética y el movimiento comunista.
El 7 de julio, Japón invade China, iniciando la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico.
El emperador Hirohito piensa que tanto China como los países de Occidente promueven un pensamiento antijaponés.
El 2 de marzo, Alemania inicia su política expansionista, anexa a Austria y reclama la devolución de la región de Sudetes, que hace parte de Checoslovaquia.
El 29 de septiembre se firma el Pacto de Munich, en el cual Francia, Inglaterra e Italia acceden entregar los Sudetes.
Los alemanes ocupan las tierras checas en violación del acuerdo de Munich e Italia invade Albania. Hitler asegura la neutralidad de la Unión Soviética, por medio del Pacto Alemán-Soviético de no agresión firmado el 23 de agosto con Stalin.
En septiembre, invade la parte de Polonia que le había quitado el Tratado de Versalles, ante lo cual, Francia, Gran Bretaña e Irlanda del Norte le declaran la guerra. Inicia la Segunda Guerra Mundial
Polonia se rinde el 27 de septiembre y el país se divide entre soviéticos y alemanes.
Posteriormente la Unión Soviética ataca a Finlandia y los obliga a cederle territorio.
Hitler invade Dinamarca y Noruega.
Al eje Roma-Berlín se suma Japón.
Alemania ataca a Francia, los Países Bajos neutrales, Luxemburgo y Bélgica.
El 10 de junio, Italia declara formalmente la guerra a los Aliados. A los 12 días, se firma un armisticio de la rendición de Francia. Charles de Gaulle se declara en contra.
La Unión Soviética obliga a Rumania a cederle territorios, y se anexa los Estados bálticos como Repúblicas Soviéticas.
Italia invade Albania y Libia y Egipto.
Entre julio y octubre, los nazis libraron y perdieron la guerra aérea conocida como la Batalla de Gran Bretaña. Churchill dice la famosa frase: “Nunca tantos debieron tanto a tan pocos” como elogio a la estrategia de Hugh Downding, quien estaba al frente del Mando de Caza.
El 27 de septiembre, Alemania, Italia y Japón firman el Pacto Tripartito. Eslovaquia, Hungría y Rumania se unen al Eje.
Japón toma el control de la Indochina sa y Estados Unidos responde con el bloqueo del petróleo, por lo cual Japón se une a la guerra.
A finales de año, Hitler se reúne con el general Franco, pero España permanece como no beligerante. Para ese entonces Alemania había logrado invadir a Hungría, Rumania, y ataca a Francia.
1.° de marzo, Bulgaria se une al Eje y Hitler logra hacerse con Yugoslavia y Grecia.
Se proclama el Estado Independiente de Croacia y se une formalmente al Eje.
Finlandia se une a Hitler y se inicia la Operación Barbarroja, los ejércitos del Eje invaden la Unión Soviética, en una violación directa del Pacto Alemán-Soviético.
En julio Alemania suma a sus conquistas Bielorrusia y las repúblicas Bálticas, Lituania, Letonia y Estonia. Invaden Kiev y Rostov. Durante el verano y el otoño los nazis avanzan, pero el Ejército Rojo evita que entren a Leningrado y Moscú.
El 7 de diciembre, Japón bombardea la base americana Pearl Harbor, ubicada en Hawai. Estados Unidos, con Roosevelt al mando, le declaran la guerra.
Inmediatamente, Japón invade Hong Kong, Indochina, Singapur, Birmania, Tailandia, las Indias Orientales Holandesas y Filipinas.
El 11 de diciembre, Alemania y el Eje le declararon la guerra a Estados Unidos.
Los países aliados logran conservar el control del canal de Suez. En junio, detienen el avance naval japonés en el Pacífico central en Midway.
Durante el verano, el Eje reinicia la ofensiva en la Unión Soviética, con el objetivo de tomar Stalingrado. Stalin ordena a su ejército defender la ciudad y no dar ni un paso atrás. Entre el 23 de agosto y el 2 de febrero de 1943 se da la batalla más sangrienta de la historia, mueren aproximadamente 2 millones de soldados de ambos bandos.
En octubre, las tropas británicas triunfan en Egipto, y obligan a las fuerzas del Eje retirarse.
Los Aliados desembarcan en las playas de Argelia y Marruecos. El fracaso de las tropas sas de Vichy para detener la invasión desencadena que el 11 de noviembre Alemania ocupe el sur de Francia.
Los Aliados expulsan a Japón de las Islas Salomón.
Las tropas soviéticas contraatacan y rompen las líneas húngaras y rumanas al noroeste y suroeste de Stalingrado.
En mayo, las fuerzas del Eje en Túnez se rinden, poniendo fin a la campaña del norte de África.
Los nazis lanzan una ofensiva masiva de tanques cerca de Kursk, en la Unión Soviética. Esta es la batalla de tanques más grande de la historia, los soviéticos rompen el ataque en una semana y comienzan una ofensiva propia.
A mediados de agosto, los aliados controlan Sicilia, en septiembre atacan Roma. Mussolini es derrocado y las fuerzas armadas de Italia negocian la rendición ante los Aliados el 8 de septiembre.
A los cuatro día Mussolini es rescatado por paracaidistas alemanes, y establece bajo supervisión nazi una república neofascista al norte de Italia.
El 6 de noviembre, los soviéticos liberan Kiev.
Los alemanes ocupan Hungría.
El 4 de junio, las tropas aliadas liberan a Roma y el 6 de junio, más de 150.000 soldados aliados desembarcaron en las playas de Normandía, como parte de una enorme operación militar para recuperar el territorio francés.
Los soviéticos lanzan una ofensiva masiva en el este de Bielorrusia, y se dirigen a Polonia.
En este momento Alemania ya ha retrocedido todo el terreno que le habían quitado a Rusia. Se retira de Albania y del sur de Yugoslavia.
Rumania cambia de bando.
El 25 de agosto los aliados recuperan París. Bulgaria se rinde el 8 de septiembre.
El 11 de septiembre, las primeras tropas estadounidenses cruzaron hacia Alemania; un mes después, las tropas soviéticas atraviesan la frontera oriental de ese país.
Finlandia hace un armisticio con la Unión Soviética y se retira del Eje.
En octubre, Alemania se retira de Grecia.
Las tropas estadounidenses desembarcaron en las Filipinas, y Japón pierde terreno.
A mediados de diciembre, en un intento por recuperar Bélgica, los alemanes lanzan un infructuoso contraataque: la Batalla de las Ardenas.
Al finalizar el año, toda Francia, la mayor parte de Bélgica y parte del sur de los Países Bajos habían sido liberados.
El 12 de enero los soviéticos inician una ofensiva en la que liberan el occidente de Polonia y obligan a Hungría a rendirse.
El ejército Rojo libera a Auschwitz, el más grande Campo de Exterminio alemán, allí murieron a más de 1.3 millones de Judíos.
Los Aliados bombardearon la ciudad alemana de Dresden, allí mueren unos 35.000 civiles.
Los soviéticos llegan a Bratislava y consiguen la rendición de Eslovaquia.
El 12 de abril, Franklin Roosevelt muere inesperadamente y Harry S. Truman asume como presidente de Estados Unidos.
El 13 de abril cae Viena.
Una última ofensiva soviética les permite rodear Berlín, el 16 de abril.
Ante el avance de los Aliados en Italia, Mussolini intenta huir hacia Suiza, pero es descubierto. Al día siguiente es fusilado y su cadáver expuesto en la Plaza Loreto de Milán.
El 30 de abril, mientras las tropas soviéticas avanzan peleando hacia la Cancillería del Reich, Hitler se suicida.
El 2 de mayo, las tropas alemanas que ocupaban el norte de Italia se rinden y en Berlín finaliza la última gran batalla en Europa con la derrota nazi ante el Ejército Rojo.
Alemania se rindió incondicionalmente ante los Aliados occidentales, el 7 de mayo, en Reims y el 9 ante los soviéticos en Berlín.
X
A sus 25 años, dejando atrás una infancia y adolescencia difícil en Austria, se enroló en el ejército alemán durante la I Guerra. Nunca superó la derrota y siempre culpó a su gobierno de traición por aceptar el humillante tratado.
Es nombrado Jefe del Partido Obrero, que pronto transforma en el Partido Nacionalsocialista. En 1923, tras un golpe de Estado fallido, Hitler va a prisión. En medio de la crisis económica de 1929 aprovecha el miedo y la incertidumbre de la gente y con su gran oratoria gana la confianza de multitudes. El 30 de enero de 1933 es nombrado canciller y el 2 de agosto de 1934 se declara Führer (“líder”) e instaura el régimen nazi (abreviatura de Partido Nacionalsocialista), así nace el Tercer Reich (Tercer Gran imperio Alemán). Su gobierno tiene la visión de un vasto y nuevo imperio en el oriente de Europa, cree que para lograr el dominio alemán en el continente será necesaria otra guerra.
Hijo de un herrero socialista y una maestra de escuela, de niño ya mostraba visos de violencia. Inicialmente abrazó el socialismo, pero después de pelear en la Primera Guerra su discurso se opuso radicalmente a lo que antes defendía.
Este maestro del histrionismo, con grotescos gestos cargados con deseos de conflicto, creó el Partido Nacional Fascista y ganó el apoyo de las clases más poderosas, en medio de acciones de violencia y crueldad. En 1922, acompañado de miles de Camisas Negras, como se denominaban sus milicias fascistas, marchó a Roma, e hizo que el Rey sucumbiera y lo nombrara Primer Ministro, el Parlamento cayó y el reinado del dictador comenzó. Su alianza con Hitler lo empoderó y su tiranía creció, pero nada de lo que haga de aquí en adelante será suficiente para que el Führer lo vea con respeto. Su terrorismo y salvajismo no le alcanzarán para lograr la victoria.
El emperador número 124 de Japón. De niño es alejado de sus padres para iniciar su preparación en la sucesión imperial, que se da a sus 25 años. Hirohito es una ‘divinidad’, de carácter tranquilo, pero capaz de apoyar medidas extremas como el uso de armas químicas en contra de China. Como jefe supremo del Ejército Imperial, y en contra de los consejos de sus asesores más cercanos, va a despertar a un león dormido que llevará al imperio del Sol Naciente a sufrir una de las tragedias más amargas de la historia. Su pueblo escuchará por primera vez su voz, cuando por radio acepte la derrota frente a los Aliados.
A los 33 años llegó a ser el general más joven de Europa. Participó en el intento de golpe de Estado fallido en 1936, que desencadenó la Guerra Civil española. Su lucha, muy en línea con las ideas de Hitler y Mussolini (quienes le brindaron apoyo militar), lo llevó a alcanzar la victoria y a imponer una dictadura que se caracterizó por un duro régimen económico y un autoritarismo y brutalidad extrema. Durante la Segunda Guerra permanece como no beligerante, pero colaborando con el Eje, en el aprovisionamiento de aviones y submarinos en su territorio y en el envío de la División Azul de artillería a pelear contra la Unión Soviética. Jugará en los dos bandos, seguirá del lado del Eje intentando beneficios para entrar a la Guerra y al mismo tiempo hará acuerdos con Estados Unidos.
Aristócrata, inteligente pero mal estudiante. Durante la guerra fue al campo de batalla, pero en medio del conflicto, el Gobierno lo nombró ministro de Armamento y luego ministro de Guerra y Aire. Terminado el conflicto, fue relegado y se retiró durante casi una década. En Alemania, Hitler gana popularidad. Churchill observa con preocupación y advierte del peligro nazi, pero nadie le presta atención.
Finalmente, la noche del 3 de septiembre (el mismo día en que se declara la guerra), es llamado a ocupar su antiguo puesto en el Almirantazgo. Este hombre criticado y irado, con gran visión para ver el futuro, experto estratega, testarudo, gran orador, carismático, bebedor de brandy y ávido fumador de puros, finalmente es nombrado Primer Ministro el 10 de mayo de 1940. En sus manos recae la responsabilidad de encarar la guerra contra Hitler. Su participación en esta guerra va a ser decisiva.
De una dinastía poderosa e influyente de Nueva York, Roosevelt es el presidente de Estados Unidos desde 1933. Economista y abogado. Un hombre fuerte y carismático que no se dejó vencer por la poliomielitis que le causó parálisis en sus piernas.
Con una carrera política brillante, antes de llegar a la Casa Blanca ya tenía gran poder sobre las Fuerza Armadas de su país, había istrado la Marina durante la Primera Guerra. Al estallar la Segunda Guerra Mundial, se mantiene a un lado y solo brinda apoyo e insumos militares a Gran Bretaña. Los hechos que vendrán lo harán cambiar de opinión y como el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, se unirá a Churchill y a Stalin, y crearán la estratégia que debilitará el poderío alemán.
También participó en la Primera Guerra Mundial, su carrera militar ascendió lentamente. Cuando comenzó la Segunda Guerra estaba al mando de una unidad acorazada sa que nada pudo hacer frente a la ‘Guerra Relámpago’ de Hitler. A pesar de esto, es nombrado general y entra a la política, pero pronto su gobierno firma la paz con Alemania. Ante la ocupación nazi, De Gaulle se refugia en Londres; desde allí, a través de la radio envía mensajes para que los ses mantengan su espíritu y la resistencia. Churchill lo reconoce como líder de la ‘Francia Libre’.
Es el gobernante soviético desde 1929, y bajo una dictadura tiránica y sangrienta ha construido una potencia económica y militar. Su padre era pobre y alcohólico, quedó huérfano muy niño. Fue militante activo y seguidor de Lenin, a quien sucedió como líder en el Partido Comunista. Uno a uno fue condenando a muerte a todos sus contradictores o a quien representara un peligro para su aspiraciones. Stalin es su sobrenombre y significa ‘hombre de acero’. Un contendor peligroso al que Hitler no debería subestimar.
Tras una guerra desgastadora de 6 años que involucró gran parte del territorio europeo y asiático, la toma de Berlín conjuró la rendición del ejército alemán en todos sus frentes.
Corrían gélidos días a mediados de enero del año 1945. Adolf Hitler, tras casi tres años de ausencia, regresaba al centro istrativo del Reich alemán: Berlín. Antes, el Führer se había trasladado ‒de forma no oficial‒ a su enorme refugio privado en los bosques de Prusia oriental, desde donde coordinaba el principal teatro de operaciones bélicas en Europa oriental. El regreso a Berlín fue su último viaje y su último cumpleaños.
El 20 de abril de ese año, en el búnker subterráneo de la antigua Cancillería del Reich, se celebró el cumpleaños del Führer, mientras las fuerzas soviéticas arrasaban la última línea defensiva alemana en las colinas de Seelow, muy cerca de Berlín, mediante ráfagas de artillería sobre las ruinas de la capital alemana. Días atrás, el canciller alemán se había reunido por última vez con sus asesores militares, a quienes habría de confesar su inminente derrota y su intención de suicidio, lo cual, hasta el momento, no había reconocido ni frente a sus más íntimos colaboradores.
Desde la batalla de Stalingrado, la mayor de la historia, la guerra para los alemanes estaba perdida. Esta conflagración inauguró el conjunto de contraataques soviéticos en Europa oriental, organizados por los mariscales Zhúkov y Kónev, quienes protagonizaron la implacable competencia por ocupar primero la capital enemiga. Los berlineses, por otra parte, acostumbrados para entonces a los dolores de la guerra, llegaban a sentirse vacíos si un día no eran víctimas de los bombardeos aliados, según declaró en su diario privado el ministro de Propaganda nazi, Joseph Goebbels. Aferrado a la victoria predestinada de los pueblos germanos, Hitler continuaría aupando los ánimos de civiles y militares para seguir con la desesperada defensa de la ciudad, que finalmente costaría entre 350.000 y 400.000 muertes para ambos bandos.
Como lo aclara el afamado historiador británico ‘sir’ Ian Kershaw en sus libros ‘Hitler: la biografía definitiva’ y ‘El final: Alemania, 1944-1945’, la batalla de Berlín ya no representaba la derrota o victoria para Hitler y su fiel séquito. Esta batalla significó la escenificación teatral de la “heroica inmolación final” que había caracterizado al movimiento nazi desde sus inicios, comparable a aquella protagonizada por los personajes del universo musical de Wagner, compositor favorito del dictador alemán.
La victoria final fue inmortalizada en la fotografía que muestra al sargento soviético de 18 años Alexei Kovalev izando la bandera de la Unión Soviética sobre la estatua de Germania, justo en la cima del edificio del Parlamento alemán. Esta escena, aunque es ampliamente conocida, fue estratégicamente recreada por órdenes de Stalin para propósitos propagandísticos. La representación escénica original tuvo lugar en la oscura noche del 30 de abril de 1945, cuando el soldado Rakhimzhan Qoshqarbaev ‒originario de Kazajistán‒ izó por primera vez la bandera roja sobre el edificio del Reichstag, sellando así este trágico episodio de la historia.
Una semana después, en la madrugada del 7 de mayo, ante los mandos estadounidenses y británicos en Reims (Francia), el general Alfred Jodl firmó el acta de rendición incondicional del ejército alemán ante los aliados. El ejército soviético, al enterarse de este hecho, demandó la capitulación de un acuerdo específico entre ellos y las tropas alemanas para evitar que las beligerancias continuaran en su frente. Esta acta se firmó un día después, el 8 de mayo, en la localidad de Karlshorst, en la ocupada Berlín.
Fuentes periodísticas señalan que entre el 23 de junio de 1942 y el 26 de noviembre de 1943 Colombia entró en guerra con Alemania, a raíz del hundimiento de tres goletas colombianas –Resolute, Roamar y Rubby– en inmediaciones de San Andrés –Otras fuentes hablan hasta de cuatro goletas–. Ofendidos los entonces presidentes Eduardo Santos y López Pumarejo, asumieron la afrenta con dignidad, por lo cual, retuvieron los capitales alemanes para resarcir la ofensa e incluso llegó a circular en la prensa el acto heroico de la poderosa armada colombiana de hundir, con el destroyer Caldas, cerca de las costas de Cartagena, un submarino alemán.
Ciertamente, Colombia participó en la Segunda Guerra Mundial, aunque no de la forma expresada en estas noticias. Los periódicos colombianos dedicaron secciones enteras al ascenso de Hitler y Mussolini; también analizaron las medidas económicas del fascismo y su política hostil para los europeos. Incluso, los diarios conservadores mostraron iración por los regímenes autoritarios europeos, aunque es posible que esto responda a asuntos de financiación interna de los periódicos.
El debate intelectual del conservatismo encontró en Silvio Villegas ‒quien formó parte del grupo radical conservador los Leopardos‒ un defensor del fascismo italiano, menos que del nazismo. Daniel Valois Arce, también conservador, observó en Mussolini “la resurrección gloriosa de una nación juvenil y entusiasta”, en tanto que Laureano Gómez, comenta Germán Arciniegas, demolió a Hitler, mientras que fueron inexistentes las fuentes alemanas al diario ‘El siglo’. El sentimiento antiamericano, por otra parte, encontró mejor recepción en el conservatismo, porque se consolidó la oposición entre el espíritu anglosajón y el grecolatino, del cual pensaban que Latinoamérica era heredera. Así, al conservatismo le sobraron motivos para criticar la declaración de guerra del Gobierno colombiano contra las potencias del eje.
Gabriel Turbay, desde las toldas del liberalismo, iraba la capacidad técnica y humana del Gobierno estadunidense. Sobrecogedor resultaba, en sus propias palabras, que a diferencia de Rusia, Norteamérica hubiese progresado bajo la libertad y no en la dictadura. Aunque la guerra habría de suavizar las opiniones del liberalismo hacia la Unión Soviética, ciertamente el modelo socioeconómico ruso era rechazado por el oficialismo colombiano. De otra parte, los líderes comunistas celebraron las políticas soviéticas y denunciaron actividades de infiltración fascista en Colombia, presuntamente dirigidas por Laureano Gómez y sus copartidarios. ‘Diario Popular’ –comunista– señalaba “falta de mentalidad de guerra” del pueblo colombiano, alienado por el impacto de la prensa conservadora que planteaba la victoria alemana como inevitable.
Desde el inicio del conflicto, la prensa local les explicó a los colombianos las medidas en materia de política económica y diplomática del canciller alemán, analizó la posibilidad de la guerra europea y reprodujo publicaciones inglesas sobre la vida personal de los líderes europeos. Aunque carecen de veracidad las notas de prensa dedicadas a la participación de la marina colombiana en la Segunda Guerra Mundial, son evidentes el impacto político y la toma de posturas de los intelectuales colombianos frente a los modelos políticos en disputa. Sin embargo, la filiación hispánica de los políticos colombianos produjo una mayor concentración en la Guerra Civil española (1936-1939) antes que en los eventos de la Segunda Guerra Mundial. A fin de cuentas, dicen los expertos, el conflicto entre el ‘bando republicano’ y el ‘bando sublevado’ español reproducía a menor escala la guerra europea.
El conflicto militar europeo, que concentraba los intereses políticos de los países continentales, escaló hacia una guerra más amplia en 1939, cuando el ejército nazi invadió Polonia. La acumulación de victorias alemanas en el este y el oeste, además del acuerdo de no agresión firmado entre Hitler y Stalin, avizoraba la inminente dominación europea por los ejércitos alemanes. Sin embargo, el repentino ataque de la Wehrmacht a la Unión soviética en junio de 1941, el recrudecimiento de la ofensiva en el Pacífico y la declaración beligerante de los alemanes contra Estados Unidos habrían de originar la Segunda Guerra Mundial.
Este conflicto militar, desarrollado desde septiembre de 1939 hasta mayo de 1945, progresó al ritmo deseado por sus protagonistas. Incluso respetados cronistas e historiadores insinúan que la guerra se extendió por algo más de un lustro debido a diferencias políticas e ideológicas personalizadas en los líderes alemanes, británicos, norteamericanos y rusos. La expansión de las fuerzas militares alemanas hacia el este europeo se inició como una expedición animada por el rescate de las minorías étnicas alemanas perdidas en la Europa central. De la misma forma, la resistencia rusa y la displicencia a la hora de materializar los acuerdos de cooperación alcanzados con los aliados respondían a la forma como las potencias occidentales habían reorganizado el mapa político tras el Tratado de Versalles.
Durante el tiempo que duró la guerra, los aliados tuvieron en Hitler a un enemigo, pero encontraron en Stalin a un indescifrable compañero de guerra, con inestimables capacidades militares, sumadas a la ambición histórica de reconstruir un imperio soviético que se expandía hasta las llanuras polacas. En tal suerte, la feroz resistencia a la invasión alemana de Rusia en junio de 1941 solo encontraba sentido si los aliados desplegaban los ataques militares sobre el ejército nazi asentado en la Francia de Vichy. Sin embargo, los aliados demoraron la contraofensiva hasta 1943, lo cual provocó en Stalin profundos resquemores, evidenciados en la insaciable carrera desplegada años después por el general Zhukov para tomarse a Berlín antes de que los ejércitos aliados lo hicieran.
En abril de 1945, en el búnker de la capital alemana, Hitler continuaba aferrado a la remota posibilidad, que no llegó a tiempo, de una repentina ruptura en la alianza forjada entre los países aliados. Desde 1943 en adelante, los ejércitos alemanes recibieron duras contraofensivas, que partieron desde la región de Túnez hacia las islas del Mediterráneo que habían acogido a los ejércitos del eje. Sicilia y Córcega abrieron el camino a los aliados para encontrarse y apoyar la embestida promovida por las fuerzas combinadas de los anglo-norteamericanos. Desde Londres se coordinaron los esfuerzos, bajo el comando del general Eisenhower, para atravesar el canal de la Mancha y adelantar la épica batalla de Normandía (junio de 1944), que inauguró la arremetida que desplazó las fuerzas alemanas asentadas en Francia, Bélgica y Holanda. El Ejército Rojo, atento a la información del progreso militar de los aliados en el Mediterráneo, contraatacó con severidad a la Wehrmacht asentada en la Europa balcánica. Después de alejar a las fuerzas invasoras alemanas de Bucarest, Belgrado y Budapest, los ejércitos centrales alcanzaron a Varsovia a mediados de enero de 1945. Berlín estaba a escasos tres meses de ser invadida, y el Ejército Rojo habría de protagonizar la imagen que dio por terminada la Segunda Guerra Mundial.
La producción fílmica y cinematográfica de la Segunda Guerra Mundial provocó diversos relatos incluso mientras esta se llevaba a cabo. El personaje de Charles Chaplin —víctima indirecta de la guerra— fue capaz de retratar satíricamente a Hitler, infantilizando su figura de tirano y generando así una aguda crítica al fascismo y al nazismo en El gran dictador (1940), aunque él aún no conociera de los horrores que se llevaban a cabo en los campos de concentración. Dicha película, al ser la obra más conocida de Chaplin, resultó siendo el principal referente fílmico para algunos cineastas y las posteriores producciones que llegaron a buscar formas, sutiles o directas, de burlarse de los grandes dirigentes y el poder. Por el contrario, largometrajes como Alemania, año cero (1947) de Roberto Rossellini, que hace parte de una trilogía junto con Roma (1945) y Camarada (1946), intentan retratar desde Italia el paisaje trágico que dejó la guerra en la ciudad de Berlín y cómo los ciudadanos alemanes tuvieron que continuar en medio de los escombros y la desolación, sacando a la luz diferentes tipos de abuso cometidos hacia los más débiles, como la pedofilia y la prostitución infantil, perdiendo lentamente la moral ante un necesario instinto de supervivencia y dando origen así el neorrealismo italiano.
El gran dictador
Charles Chaplin
1940
Roma
Roberto Rossellini
1945
Pasada la guerra, la cinematografía bélica se dividió en dos narraciones principales: por un lado, la visión heroica, donde los aliados enaltecen su figura como los vencedores indiscutibles, y por el otro, la perspectiva de los vencidos, quienes al final sufren las verdaderas consecuencias de la acción bélica. En esta última se evidencia la tragedia, el paisaje hostil y la pobreza que dejó la guerra, además de asumir la culpa de sus actos o de sus connacionales. Por esta razón, La cruz de hierro (1977), dirigida por Sam Peckinpah y basada en la novela homónima escrita por Willi Heinrich, es considerada una película pacifista que acepta el mal causado por el nazismo a la vez que intenta reivindicar al soldado raso alemán retratando la travesía de estos en medio de la tragedia y profundizando en los conflictos éticos que enfrentaban al verse a sí mismos como un agente que solo cumplía órdenes.
En producciones más recientes se han diversificado las representaciones de la guerra y de Hitler. El filme dramático La caída (2004), dirigido por Oliver Hirschbiegel y basado en la novela escrita por Joachim Fest, retrata una Alemania desde el gobierno del Führer, haciendo de él alguien más sensible y con un comportamiento amable y cordial con varios de sus subalternos, además de expresar gran afecto por las Juventudes Hitlerianas durante sus condecoraciones. Por otro lado, Jojo Rabbit (2019), de Taika Waititi, retrata el adoctrinamiento del nazismo al tiempo que se opone a las historias tradicionales sobre la infancia durante la guerra, que relata a los niños judíos siendo vulnerados y perseguidos o a los niños alemanes siendo ajenos al conflicto en medio de la inocencia y desconocimiento, como lo podemos ver con El niño con la pijama de rayas (2008).
Camarada
Roberto Rossellini
1946
Alemania, año cero
Roberto Rossellini
1947
‘La cruz de hierro
Sam Peckinpah
1977
La caída
Oliver Hirschbiegel
2004
El niño con la pijama de rayas
Mark Herman
2008
Jojo Rabbit
Taika Waititi
2019
Aquellos videojuegos que albergan un contexto histórico se han convertido en una poderosa herramienta para la divulgación de las dinámicas sociales, políticas y militares del hecho que recrean.
Desde el auge de las consolas en los 80, los videojuegos se han diversificado para ofrecer distintas experiencias de juego cada vez más innovadoras para quienes los consumen. Si bien los videojuegos mezclan información real y ficticia para ofrecer una mejor experiencia, en general no han sido diseñados con fines educativos sino de entretenimiento.
Los videojuegos tienen un alto nivel de impacto en la población infantil, juvenil y adulta en gran medida por el alcance e inmediatez con la que se accede a estos; incluso, si alguna persona no juega directamente, a través de internet puede acceder a plataformas como YouTube o Twitch, donde otros jugadores reproducen en vivo o en grabaciones sus partidas (gameplays). Dentro de esta industria, un género que ha gozado de popularidad son los que están basados en hechos históricos, especialmente la Segunda Guerra Mundial, seguramente el acontecimiento bélico del siglo XX más representado en videojuegos.
Los desarrolladores suelen ser empresas norteamericanas y europeas, como EA, Treyarch, Activision o Infinity W. Han lanzado juegos como Medal of Honor (desde 1999), creado por Steven Spielberg, o Call of Duty (desde 2003) –entre otros del subgénero First Person Shooter–. En su modo “historia” o “campaña”, por medio de misiones, normalmente se toma el rol de soldados estadounidenses y, en pocos casos, el de soldados soviéticos. CoD 1, CoD 2 y World at War son de los pocos en donde se da este caso, ya que simulan algunos pasajes de la historia como los asaltos del ejército estadounidense al ejército japonés tras Pearl Harbor y la toma de Berlín. Este último se ha constituido en un paraje usual para cerrar la historia de estos videojuegos.
En el caso de los Real-Time Strategy como R.U.S.E. (2010) –desarrollado por Eugen–, la narrativa se centra en el ejército estadounidense en su modo historia, sosteniendo una campaña unilateral. En contraposición, en Company of Heroes (desde 2006) –de SEGA– se puede tomar parte en las naciones aliadas o del eje, viendo las diferentes perspectivas de la guerra. De esta manera podemos evidenciar la variedad en la narrativa que presentan estos videojuegos, evidentes tan solo al ver desde donde se desarrollan.
A pesar de que la construcción misma de los videojuegos esté enfocada en el entretenimiento, aquellos que albergan un contexto histórico se han convertido en una poderosa herramienta para la divulgación de las dinámicas sociales, políticas y militares del hecho que recrean, sin que este sea su fin. Más allá de reproducir información, estos llevan a una constante inmersión a quien los juega en escenarios concretos, generando una imaginación histórica que les permite identificar las dinámicas que se vivían en la guerra. Sin embargo, es necesario recalcar que la simulación que se construye en las cinemáticas y escenarios depende de lo que han decidido contar quienes desarrollaron el videojuego y las posturas frente a los hechos en su momento de diseño y programación. Es evidente, en el carácter belicista que se les ha otorgado, que dejan de lado diferentes aspectos que se vivían durante la guerra fuera de las trincheras, como la vida cotidiana en las ciudades ocupadas. De todos modos, son espacios de reflexión que pueden y deben ser aprovechados en los procesos de enseñanza y aprendizaje de la historia.
Este proyecto nace de una iniciativa en conjunto de EL TIEMPO Casa Editorial y la Universidad Nacional de Colombia