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Un año de economías y empleos sacudidos por el virus

Colombia pagó el duro precio de semiparalizar su economía y confinar a sus ciudadanos.

CORONAVIRUS CON BARRANQUILLA

CORONAVIRUS CON BARRANQUILLA Foto: Vanexa Romero/EL TIEMPO

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Las restricciones y los confinamientos adoptados para contener el avance del covid-19 durante el 2020 les pasaron a la economía nacional y a la mundial una de las cuentas de cobro más altas de toda su historia.
De acuerdo con la actualización de las perspectivas de la economía global, publicadas en enero de este año por el Fondo Monetario Internacional, la contracción del crecimiento mundial durante el 2020 por esta causa fue del 3,5 por ciento, “con graves repercusiones para mujeres, jóvenes, pobres, empleados del sector informal y trabajadores en sectores de o personal intensivo”.
La Organización Internacional del Trabajo estima, de hecho, que el año pasado se perdieron 114 millones de empleos en todo el mundo, una cifra que para este organismo no tiene precedente alguno.
Pese a que el covid-19 no discrimina, dejó unas regiones del globo más afectadas que otras. El impacto en América Latina y el Caribe, según Mauricio Claver-Carone, presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), no se había registrado antes.
La pandemia, a la que se sumó la pasada temporada de huracanes, causó, en sus palabras, “la peor crisis socioeconómica” en los 61 años del BID. Lo dicho por Claver-Carone fue reforzado por la Cepal, que en su más reciente informe aseguró que la pobreza en América Latina alcanzó en el 2020 sus niveles más altos en 12 años, afectando a un 33,7 por ciento de su población.
La economía nacional recibió un duro golpe por esta causa. Aún cuando el país había entrado en marzo animado por el crecimiento prometedor de enero y febrero –incluso a pesar de que los indicadores de empleo no eran tan favorables-, cerró el mes hundido en una angustiosa semiparálisis, que se prolongó todo abril.
En mayo se autorizó el retorno a la actividad de varios sectores de la industria, la construcción, obras de infraestructura y algunos comercios, que se sumaron a los esenciales que no se habían detenido; pero su tímida participación no logró contener el desplome general, evidenciado en la contracción del 15,7 por ciento del producto interno bruto (PIB) nacional durante el segundo trimestre. El golpe durante ese periodo fue de tal dimensión, que en el primer semestre la economía dejó de crecer 7,4 por ciento.
La variación indica que entre abril y junio, cuando el PIB sumó 180,7 billones de pesos, la economía dejó de producir 33,7 billones de pesos con respecto al mismo período del 2019, cuando esa cifra de la producción de todas las actividades totalizó 214,5 billones de pesos.

Un país de desempleados

Mientras la tasa de desempleo fue de 14,7 % en octubre, un los expertos plantearon tres ejes para recuperar puestos, uno de los cuales es una flexibilización laboral.

Mientras la tasa de desempleo fue de 14,7 % en octubre, un los expertos plantearon tres ejes para recuperar puestos, uno de los cuales es una flexibilización laboral. Foto:César Melgarejo. EL TIEMPO.

La parálisis inicial de buena parte del sector productivo vino acompañada por un efecto inmediato devastador: el desempleo.
Las cifras estimadas del Dane para abril fueron catastróficas: una tasa de desempleo del 19,8 por ciento (9,5 puntos porcentuales más que en el mismo mes del 2019) y la pérdida de aproximadamente 5,4 millones de empleos. Solo la industria manufacturera, el comercio y las actividades artísticas, de entretenimiento, recreación y otros servicios aportaron ese mes alrededor de tres millones de desempleados.
En términos porcentuales, la ocupación de las mujeres disminuyó en un 27 por ciento
La crisis, que también impactó el consumo de los hogares, puso de relieve no solo la fragilidad de decenas de miles de micro y pequeñas empresas, que con apenas unas semanas de pandemia tuvieron que cerrar y despedir a cientos de miles de personas; también la profunda brecha de género y el enorme peso de la informalidad, que caracterizan al mercado laboral colombiano.
Mientras la tasa de desempleo masculino durante el trimestre febrero, marzo y abril alcanzó el 11,9 por ciento, la femenina se disparó a 18,4 por ciento.
De acuerdo con el Dane, la participación de las mujeres dentro del total de ocupados se redujo durante la pandemia. En el segundo trimestre del 2020 ellas representaron el 39 por ciento de las personas ocupadas en el país, lo cual significó una reducción de tres puntos porcentuales frente al mismo periodo del 2019.
Para ese momento la entidad señaló que la pérdida de empleos había sido desproporcionadamente mayor para ellas que para los hombres: “Las mujeres ocupadas pasaron de 9,2 millones en el segundo trimestre del 2019 a 6,7 millones en el mismo trimestre del 2020; es decir, más de 2,5 millones de mujeres perdieron su trabajo.
En términos porcentuales, la ocupación de las mujeres disminuyó en un 27 por ciento, mientras que la de los hombres se redujo en 18 por ciento”. En diez de los 14 sectores económicos, la reducción porcentual del empleo femenino fue más marcada que la de los hombres.
Juan Daniel Oviedo, director del Dane, calificó de “sorprendente” la masiva salida de mujeres del mercado laboral. “Durante la pandemia –explicó–, el desempleo se elevó a niveles muy altos y se han afectado las ocupaciones en las que las mujeres están sobrerrepresentadas, lo cual incide en la exacerbación de las brechas de desempleo contra ellas”.
A este factor hay que sumarle la alta inserción femenina en las empresas de hasta diez trabajadores, que fueron las más golpeadas por la parálisis económica. No puede desconocerse, tampoco, el componente cultural que sigue asignando las labores de cuidado y domésticas principalmente a las mujeres. Vale la pena anotar que el cierre de jardines y colegios, que confinó a los niños en sus casas, acabó también afectando la posibilidad de que ellas busquen trabajo activamente.

Comienza la reactivación

La suspensión de contratistas ha tenido varias repercusiones en la región, ya que la mayoría de sus habitantes vive de la economía del corredor minero.

La suspensión de contratistas ha tenido varias repercusiones en la región, ya que la mayoría de sus habitantes vive de la economía del corredor minero. Foto:Archivo particular

Para el tercer trimestre (julio, agosto y septiembre) la economía empezó a dar señales de recuperación en medio de la pandemia; si bien tuvo un crecimiento negativo del 9 por ciento, fue 6,57 puntos porcentuales inferior al -15,7 por ciento del segundo trimestre del año. A esas alturas, para lo corrido del 2020 el crecimiento de la economía marcó una contracción de -8,1 por ciento.
Incluso hubo actividades que arrojaron cifras positivas, como la agricultura, los servicios financieros y de seguros y las actividades inmobiliarias.
Comercio al por mayor y al por menor; reparación de vehículos automotores y motocicletas; transporte y almacenamiento, y alojamiento y servicios de comida fueron, en ese momento, las actividades que más aportaron a la caída de la economía.
El mercado laboral también empezó a reaccionar positivamente. Luego de alcanzar en mayo una tasa nacional de desempleo del 21,4 por ciento (con 4,9 millones de ocupados menos con respecto al mismo mes del 2019), los indicadores comenzaron a mejorar.
Para junio la tasa fue del 19,8 por ciento (con cerca de 4,3 millones de ocupados menos); en julio llegó al 20,2 por ciento (4,16 millones de ocupados menos); en agosto bajó a 16,8 por ciento (2,41 millones de ocupados menos) y en septiembre descendió a 15,8 por ciento (con 2 millones de ocupados menos).
Infortunadamente, pese a la recuperación que empezaron a mostrar la economía y el empleo durante ese tercer trimestre, las brechas laborales se mantuvieron, particularmente contra las mujeres y los jóvenes; en las 13 ciudades principales la tasa de desempleo de la población de 14 a 28 años alcanzó durante el tercer trimestre el 25,9 por ciento (en el mismo periodo del 2019 fue del 18,1 por ciento).
Sin embargo, la recuperación del empleo vino con un incremento de la informalidad. En estas áreas urbanas, entre julio y septiembre de cada cien personas ocupadas, 47 eran informales. En diciembre la tasa fue de 48,6 por ciento.
Todo indica, de acuerdo con analistas, que muchos de quienes perdieron empleos formales, sobre todo en el sector privado, comenzaron a regresar al mercado laboral por esta vía.
Le economía cerró finalmente el 2020 con una contracción del 6,8 por ciento, que estaba dentro del rango de decrecimiento estimado por el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República.
Y aun cuando la recuperación fue palpable durante el cuarto trimestre, la caída del PIB fue del 3,6 por ciento, con respecto al mismo periodo del 2019.
Para ponerlo en términos corrientes, por cuenta de la pandemia Colombia pasó de tener un PIB de 1.061 billones de pesos en el 2019 (con un PIB per cápita anual de 21'482.021 millones de pesos), a un PIB, el año pasado, de 1.002 billones de pesos (con un PIB per cápita anual de 19'903.493 millones de pesos).

Enero se le atravesó a la recuperación

En Colombia, el reto no es solo impedir la expansión del coronavirus, sino también tener en cuenta que una debacle social de grandes proporciones es algo que se debe evitar. La economía colombiana se enfrenta a una de las encrucijadas más difíciles de su historia.

En Colombia, el reto no es solo impedir la expansión del coronavirus, sino también tener en cuenta que una debacle social de grandes proporciones es algo que se debe evitar. La economía colombiana se enfrenta a una de las encrucijadas más difíciles de su historia. Foto:EL TIEMPO

Los nuevos confinamientos, restricciones y toques de queda adoptados desde las últimas semanas de diciembre y durante febrero para contener el segundo pico pandémico en el país, le pusieron un freno de mano a la reactivación y al empleo. Y eso se reflejó en la tasa de desempleo de enero de este año, que volvió a crecer hasta ubicarse en el 17,3 por ciento (en enero del 2020 había sido del 13 por ciento y en diciembre del 13,4 por ciento), con una reducción de 1’577.000 personas en su población ocupada, especialmente mujeres y jóvenes.
Todos estos resultados llevaron al gobierno del presidente Iván Duque a aplazar las reformas tributaria, laboral y pensional que, para propios y extraños, son indispensables.
Para Duque era impensable hablar si quiera de una reforma fiscal el año pasado, en medio de la crisis general, aun cuando era claro que el menor recaudo de impuestos que se generó por la contracción de la economía y el costo de atender la pandemia, estaban aumentando el endeudamiento y abriendo un profundo hueco en las finanzas públicas.
Vale resaltar que, entre muchas otras iniciativas creadas durante la emergencia, el Gobierno puso en marcha programas como el Paef para subsidiar las nóminas de empresas que vieron reducidas sus ganancias en un 20 por ciento o más por cuenta de la pandemia; desde su creación hasta comienzos de febrero de este año se habían desembolsado por esta vía 5,8 billones de pesos a más de 140.000 empresas, con lo cual se protegieron alrededor de 3,64 millones de empleos formales.
Para las familias más pobres se crearon Ingreso Solidario y el programa de devolución del IVA, y se fortalecieron iniciativas como Colombia Mayor, y Familias y Jóvenes en Acción, a través de los cuales se les giraron a colombianos vulnerables, durante el año pasado, aproximadamente 12,5 billones de pesos.
Financiar gastos como estos llevó al país a aumentar su endeudamiento. En efecto, las obligaciones internas y externas del país ascendieron, al cierre del 2020, al 61 por ciento del PIB, es decir, a 619,5 billones de pesos (180.507 millones de dólares), 12,8 puntos porcentuales más que en el 2019, cuando el endeudamiento cerró en 48,6 por ciento del PIB.
Con este panorama económico complicado, el Gobierno está obligado a sacar adelante una reforma tributaria (cuyos efectos fiscales se verán en el 2022), durante este semestre. De acuerdo con analistas, Colombia necesita un incremento mínimo en sus rentas fiscales de entre 10 y 12 billones de pesos; no lograrlo eleva el riesgo de que el país pierda su grado de inversión, lo cual pondría a la economía en aprietos serios.
Pese a la incertidumbre sobre lo que ocurrirá, las proyecciones que se hacen sobre el crecimiento de la economía para este año son favorables.
El Ministerio de Hacienda calcula que el crecimiento de la economía en el 2021 será del 5 por ciento. Con respecto a la variación del PIB, el ministro Alberto Carrasquilla dijo, durante la presentación del Plan Financiero 2021, que se estima “que habrá un rebote de 11,8 puntos, en torno a lo cual hay consenso entre analistas independientes”.
En su reporte de perspectivas económicas mundiales, publicado a comienzos de febrero, el FMI también se mostró optimista frente a lo que viene para la economía nacional. Según la actualización de sus proyecciones, el país presentaría un crecimiento del 4,6 por ciento al finalizar este año, lo que supone una mejora respecto al 4 por ciento que había pronosticado en su anterior informe, divulgado en octubre del año pasado.
También mejoró su proyección con respecto al comportamiento del crecimiento global, en buena medida por el comienzo de la vacunación masiva contra el covid-19 en distintos puntos del planeta. Para el organismo multilateral, la economía mundial crecerá este año 5,5 por ciento y 4,2 por ciento en el 2022.
REDACCIÓN ECONOMÍA Y NEGOCIOS

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