La pandemia y el encierro confirmaron que una vivienda propia puede ser sinónimo de seguridad. Sí, tener ese patrimonio quizás no borre la incertidumbre que ha generado en algunas personas el covid-19, pero puede dar un margen de maniobra mientras se ajustan las cargas que han surgido por la situación.
Por ejemplo, un colega me comentó que unos amigos que vivían en arriendo tuvieron que abandonar el inmueble ante la imposibilidad de responder por sus obligaciones, que se sumaron a otras del día a día. Afortunadamente, lograron acomodarse en un nuevo lugar, pero el proceso, con un sinnúmero de complicaciones por resolver, ha sido desgastante.
También hablé con el propietario de un apartamento, que ante la disminución de sus ingresos optó por arrendarlo y retornar temporalmente a la casa paterna, con la expectativa de un mejor momento. Como estos casos hay miles, incluso, con consecuencias menos favorables que las descritas.
Estas situaciones relacionadas estrechamente a una emergencia sin precedentes han consolidado a la vivienda como el ‘refugio’ en el cual las familias se resguardan, pero también, en el cual se pueden soportar financieramente ante cualquier eventualidad.
Por eso, a la pregunta recurrente de si es un buen momento para comprar vivienda y por qué, la respuesta es “sí”. Si la persona cuenta con los recursos y la crisis no lo ha tocado de una manera fuerte, las condiciones están dadas y la finca raíz es una buena opción. ¿Por qué? Porque se trata de un patrimonio, que bien escogido generará rentabilidad y servirá de soporte ante cualquier eventualidad.
Miremos las cifras que confirman que la gente, en medio de la crisis por el covid- 19, ve los bienes raíces, y particularmente la vivienda, como una buena alternativa. Según la firma Galería Inmobiliaria, en septiembre, frente al mismo mes del 2019, las ventas de vivienda de interés social (VIS) nueva aumentaron 43 por ciento y las de estrato medio (No VIS) 16 por ciento, lo que en un entorno de pandemia es una gran noticia.
A esta dinámica también hay que sumarle la respuesta de una nueva generación de compradores, que hace un par de años eran subestimados por su aparente resistencia a invertir en oferta residencial. Esto cambió y ahora en su lista de prioridades la adquisición de una vivienda subió varios renglones, al punto de que los millennials están solicitando parte de los nuevos subsidios del Gobierno.
Incluso, en septiembre se lanzaron 19.300 viviendas nuevas que, según la Cámara Colombiana de la Construcción (Camacol), constituyen el mejor registro del año, 15.335 VIS y el resto, No VIS, lo que confirma que los constructores están respondiendo a una demanda en alza, que consolidó a la vivienda como el refugio para el bienestar, pero también, como el soporte financiero para sobrellevar lo inesperado.
GABRIEL E. FLÓREZ G.
Especial para EL TIEMPO