La búsqueda de nuevas tecnologías, materias primas y procesos que les permitan ser más eficientes y entregar productos de mejor calidad y sostenibles han marcado el paso de Eternit, compañía que acaba de celebrar sus 80 años de operaciones en Colombia.
Prueba de esa constante evolución ha sido la incorporación de fibras sintéticas a sus procesos de producción, abandonando el uso del asbesto, la transformación de sus seis plantas y ahora, la construcción de un parque fotovoltáico con capacidad de generación de energía de 30 megas.
Miguel Rangel, presidente de la compañía, dijo que este año están invirtiendo más de 60.000 millones de pesos en nuevas líneas de producción.
En 80 años, ¿qué tanto se han transformado?
La compañía inició con una solución de cubiertas industrializadas, que era muy artesanal, pero la compañía permitió una cobertura que generaba impermeabilización y facilitaba el proceso constructivo. Nosotros seguimos trabajando en ese camino porque las coberturas siguen teniendo éxito. De ahí que desde 2008 tengamos plantas de producción de tableros de fibrocemento que sirven para la construcción en seco que agiliza los procesos constructivos casi tres veces más rápido que la construcción tradicional. Nuestro foco e inversiones, no solo las de Colombia, están orientadas a continuar esta dinámica y tendencia de moverse hacia construcciones más industrializadas.
¿Qué implicó dejar de usar el asbesto?
En el 2015 iniciamos una reconversión cuando salimos del asbesto y nos pasamos a fibras sintéticas, proceso que completamos dos años después y nos permite ahora ofrecer un producto más liviano y flexible y con las mismas características de calidad y durabilidad que distingue a Eternit. Las inversiones que vamos haciendo están orientadas a los sistemas en seco, pero tenemos muy buenos ejemplos de la durabilidad de los productos, enfocándonos también en tejas decorativas y buscando reemplazar la teja de arcilla que tiene un proceso artesanal en su elaboración.
En el 2015 iniciamos una reconversión cuando salimos del asbesto y nos pasamos a fibras sintéticas
Queremos brindarles a los clientes un sistema de cubiertas que tengan ese atractivo colonial más modernos con colores distintos del terracota. En Panamá tenemos buenos ejemplos de esa reconversión y venimos invirtiendo en una nueva línea de pinturas, entre otras que debemos tener a finales de este año y en las que estamos invirtiendo 60.000 millones de pesos.
¿Qué implicaciones tuvo la adopción de fibras sintéticas?
Esto tuvo dos factores, uno desde lo económico porque la reconversión de equipos dado que es una fibra diferente y su proceso productivo cambia. El producto que sale en su apariencia es casi el mismo, pero tiene características distintas. El grupo hizo la transformación en sus seis plantas (Colombia, Bolivia, Perú, México), y si bien ya se tenía una evolución de cómo era el proceso, hubo que adquirir nuevo conocimiento del mismo, lo cual tomó dos años y en la curva de aprendizaje de producción, seis meses mientras que se estabilizó. No fue fácil, pero creo que el grupo lo hizo de manera rápida y llegando a estándares y rendimientos productivos de antes. La inversión de ese cambio se estima en unos 15 millones de dólares por cada planta, unos 90 millones.
En medioambiente, ¿cuál es el avance?
Ese ha sido un enfoque constante de la organización, todo el desperdicio que sale de nuestros procesos se vuelven a reusar, a pesar de que nuestros desperdicios son muy bajos. Para el manejo de aguas tenemos plantas que permiten su reutilización y la ponen a recircular. Además, en la fabricación de productos utilizamos celulosa virgen, pero venimos en un proceso de reconversión para bajar a cero su uso, aunque en algunos productos es difícil.
Todo se vuelve más un tema de consecución de material reciclado. Por ejemplo, En los productos planos es un poco más difícil por sus características, pero trabajamos en ese sentido, además, hace unos años lanzamos nuestros techos de polipropileno, cubiertas con características especiales en términos de ruidos y durabilidad.
Esas están elaboradas en su totalidad de resinas recicladas, que la logramos a partir de desperdicios posindustriales de la fabricación de empaque flexibles, como los de las papas fritas. Venimos creciendo bien con productos de economía circular y empezaremos a incorporar energía renovable para las plantas, empezando por Bogotá.
Tendremos un parque fotovoltáico en la planta de Sibaté, el cual estará listo a finales del 2022
¿De qué se trata ese proyecto?
A través de nuestro asesor, Cocenit, con un grupo de empresas vamos a meternos en un proyecto grande de más de 30 megas de capacidad de energía, lo que implica que tendremos un parque fotovoltáico en la planta de Sibaté, el cual estará listo a finales del 2022. Parte de esa energía la usaremos en los procesos productivos plásticos que tienen uso alto de energía eléctrica.
¿Cómo aterrizan en esa idea?
Lo que nosotros hicimos fue un proceso de licitación con un grupo de empresas y Enel ganó ese desarrollo y lo que tenemos es un acuerdo por 12 años en el que nosotros pagamos la Energía generada por esos es a ellos, pero tenemos unos beneficios importantes en cuanto a sus costos y al uso de energías renovables.
¿Cómo está viendo este 2022?
Estos últimos años han sido bastante positivos. El año pasado fue excelente y nos permitió crecer más del 30 por ciento en ventas y la utilidad mucho más que eso. Este año esperamos un crecimiento más moderado frente a 2021, estamos trabajando las plantas con plena capacidad.
¿Ya lograron superar el bache de la pandemia y el paro?
El paro tuvo un impacto negativo porque la planta de Yumbo duró paralizada más de 36 días debido a los bloqueos, que afectaron a otras compañías como Cementos Argos, Kimberly, pero el final del año fue positivo. El 2022 lo vemos de manera positiva, hay ciertas inquietudes aún por el covid y los cierres en China, que afecta toda la cadena pues la fibra sintética que usamos viene de allá, lo que nos obligó a aumentar el capital de trabajo en términos de inventarios, a lo que se suma el costo del acero, lo que genera incertidumbre frente al inicio de nuevas obras.