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Noticia
Real Madrid: talento sin voluntad, alma sin compromiso... (Opinión)
El equipo español perdió 3-0 en la ida de cuartos de final de la Champions League.
En el fútbol, como en la vida, los extremos rara vez conducen al éxito sostenido. La frase del técnico del Real Madrid, Carlo Ancelotti, “la clave está en la voluntad y el compromiso”, antes de la derrota de su equipo 3-0 de contra Arsenal por la Liga de Campeones para reiterarles a sus delanteros que necesitaba que corrieran más, encierra un mensaje controversial para el fútbol: ¿Se necesitan más atletas o más virtuosos en el fútbol? Reducir el juego solo al esfuerzo sería desconocer la esencia misma de este deporte, que también necesita picardía, intuición y ese toque creativo que rompe moldes. En una cancha siempre habrá espacio para ambos.
La voluntad y el compromiso construyen el andamiaje invisible de los equipos campeones. Son los valores que permiten soportar la presión, mantenerse firmes en la derrota y ser humildes en la victoria. Pero la historia del fútbol también está escrita por jugadas inesperadas, por genialidades que nacen de la calle, de lo instintivo. El diferente —que algunos desprecian por verlo como indisciplinado— es, en realidad, una herramienta poderosa que permite cambiar el rumbo de un partido en un instante.
Y, cuando Ancelotti habló de voluntad y compromiso comparó las distancias recorridas por los delanteros del Arsenal y por los suyos, entonces intrínsicamente les estaba pidiendo a sus jugadores ofensivos que tuvieran retornos más ágiles para la recuperación del balón, eso no se dio en la Liga de Campeones y desató la molestia del técnico italiano por la derrota, pero, ¿Una distancia más recorrida habría cambiado la dirección de los tiros libres de Declan Rice?
Carlo Ancelotti Foto:EFE
Habrá que recordar que las grandes hazañas del fútbol no solo han sido gestadas desde la velocidad, sino que siempre vienen acompañadas de una inteligencia natural, casi lúdica, que no se enseña en una libreta táctica, por más Ancelotti que sea.
Aunque en el fútbol cada vez se mide todo con mayor exactitud: velocidad, pases, distancias, rebotes, aún la magia no tiene estadística y siempre los jugadores diferentes, pueden solucionar un partido sin correr, con un pase magistral, con un tiro libre de ensueño, con un taco o una volea. Eso no se mide, eso se disfruta, se celebra y queda para la historia.
Antonio Rudiger Foto:EFE
Esa costumbre tan humana de poner todo en blanco y negro, lo bueno y lo malo, hoy nos pone una dicotomía falsa entre disciplina y talento, como si fueran excluyentes, como si no fueran complemento. ¿Por qué se quiere elegir entre el jugador comprometido y el jugador pícaro? El fútbol moderno exige ambos perfiles, y lo ideal sería formarlos de manera complementaria. La voluntad sin imaginación se vuelve predecible; la picardía sin compromiso, inconstante. La grandeza aparece cuando ambas cualidades conviven en equilibrio.
No se puede excluir el talento, hay que potenciarlo, rodearlo de estructura y de trabajo táctico, pero ponerle grilletes. El fútbol necesita alma tanto como necesita método. Y que, al final, lo que realmente marca la diferencia no es solo correr más o tener mejores estadísticas, sino atreverse a ser distinto cuando todo parece estar escrito.
El delantero francés del Real Madrid Kylian Mbappé (d) se escapa del argentino Rodrigo de Paul. Foto:EFE
Velocidad, picardía, diferencia. No son caminos separados, son piezas de una misma fórmula. Los equipos que entienden eso no solo ganan partidos; ganan títulos.