Empiezo por lo evidente, por la cartilla Coquito del fútbol: es un juego a hacer goles, en el que gana el equipo que anota más que el rival. Ayer, en dos realidades distintas como de dos universos paralelos, quedó demostrado que todo el fútbol del planeta, en sus diferentes evoluciones, hábitats y especies, tienen un origen común: el gol.
Primero, la Premier, la liga inglesa, el mejor campeonato nacional de primera división, el de mayor calidad e inversión, el más emocionante. Ayer nos ofreció otro partidazo en el 1-1 entre el Liverpool y el Manchester City, que empezaron el día como primero y segundo de la tabla y lo terminaron como segundo y tercero. Arsenal es el líder.
Fue un juegazo lleno de técnica y táctica, de estrategia; un duelo a todo pulmón, a toda velocidad, sin regalar ni malgastar un segundo, sin miedo a perder porque la victoria es de los valientes.
Un fútbol íntegro de aciertos y errores (¡hasta del árbitro que se tragó un penalti enorme para el Liverpool!), y que a pesar de ser quizás el punto máximo de la profesionalización con varios de los más grandes cracs del mundo entero, se jugó con la enjundia y el amor propio del barrio.
Y Luis Díaz fue uno de esos cracs. Él es mejor futbolista colombiano del momento, el único que está compitiendo como titular en uno de los equipos de la real superélite mundial. Es el as de oros en la izquierda del Liverpool y de la Selección Colombia.
Ayer, sin embargo, volvió a provocar gritos de emoción y de lamento. Fue amenaza, fue gambeta, fue profundidad. Pero también fue el fallo decisivo, fue el gol errado. Lucho, nuestro gran Lucho, fue de nuevo elogio y crítica.
“El Liverpool perdonó un triunfo que tuvo cerca, en la mano y en las botas, sobre todo del colombiano Luis Díaz”, transmitió al mundo en el comienzo de su despacho la agencia de noticias Efe.
“El colombiano trabajó increíblemente duro, presionó de manera magnífica, creó algunas grandes oportunidades... ¡pero las desperdició todas!”, escribió Ian Doyle, del diario Liverpool Echo, que lo calificó con 7 puntos. El portal estadístico Sofascore le dio la sexta calificación de su equipo (7,1).
Lucho tiene que meterla más, ¡como cuando le hizo los dos goles a Brasil o como cuando fue la sensación anotadora en la Copa América de la pandemia! Ayer, en el juego clave pudo y debió meter uno.
Mientras tanto, al otro lado del mundo y con un océano de por medio, a 8.397 kilómetros de distancia de Liverpool, en Manizales (Colombia), en el universo paralelo de la Liga nuestra de cada día, Dayro Moreno, a sus 38 años de edad, levitó en una media chilena de fantasía y anotó su gol 224 e igualó el récord goleador histórico en nuestro campeonato limitado, menos técnico, menos intenso, más lento; en nuestro fútbol del tercer mundo, pero que tiene el origen común y único del juego: el gol.
Dayro hizo su bella anotación de pirueta, que sirvió para el 2-1 sobre Envigado, la tercera victoria seguida del Once Caldas.
Termino por el comienzo: en el fútbol, sea del universo que sea, se sabe que goles son amores. Por eso, a Dayro hoy lo aman sin importar que por su vida de vértigo nunca pudo parar en Europa, en Inglaterra, donde hoy Luis Díaz es un crac con elogios y críticas.
Meluk le cuenta
GABRIEL MELUK
Editor de DEPORTES
@MelukLeCuenta